Javier me soltó, me ayudó a vestir y me dijo con ternura:—Alana, espérame un momento, ya vuelvo. Acepté, pero por dentro estaba hecha un manojo de nervios. Sabía muy bien que tenía que ver con el tipo de hace un rato.Cuando me escapé, el camarero había llamado al gerente. "¿El asunto no está resuelto todavía? ¿Y si el gerente me reconoció y fue a quejarse con Javier? Si Javier se enterara de lo que pasó, ¿me dejaría? ¿Y qué haría con mi matrícula?", no podía dejar de darle vueltas una y otra vez al asunto.Cuanto más pensaba, más nerviosa me ponía. Mis dedos temblaban y el sudor me cubría la frente, formando pequeñas líneas. Mi mente daba vueltas, buscando una excusa para enfrentar a Javier.Pasó un buen rato antes de que Javier regresara, maldiciendo: —Los clientes de ahora realmente se creen los dueños del mundo. Su tarjeta no tiene saldo suficiente, pero dice que el problema es nuestro y arma un tremendo escándalo en el vestíbulo.Mi rostro palideció al instante y el miedo me i
Me quedé sin palabras, sin saber cómo responder.El rostro de Javier se fue ensombreciendo como un cielo antes de la tormenta.Mordí mi labio, sintiendo cómo los nervios me consumían por dentro mientras mi mente daba vueltas y vueltas buscando la excusa perfecta.Quizás podría echarle toda la culpa a ese hombre, diciendo que intentó violarme.Al fin y al cabo, con la noche tan oscura y el viento en contra, aunque hubiera cámaras, difícilmente se grabaría lo que realmente pasó.Pase saliva, armándome de suficiente valor para soltar mi versión de los hechos, pero el teléfono de Javier volvió a sonar, interrumpiendo el momento.Con una evidente molestia, Javier atendió la llamada. Logré pescar algunas palabras sueltas como "nueva mercancía", "seleccione", "al estanque", pero no entendí ni una sola palabra.Javier colgó, me clavó una mirada confusa y luego me ordenó que ni pensara en salir de la habitación.Justo después de que él saliera, el gerente tocó el timbre de manera inesperada.En
Los gritos y llantos en el estanque resonaban sin cesar, como un infierno en carne viva.Con las manos temblando como hojas, saqué el teléfono; la grabación seguía activa. En la pantalla, mi compañera tenía una expresión de terror absoluto, tapándose la boca mientras las lágrimas le corrían por las delicadas mejillas.Bajé la cabeza para escribir: [Llama a la poli, pide ayuda…]Ni siquiera alcancé a terminar cuando una patada brutal me mandó volando. Rodé por el suelo un par de veces antes de quedar quieta.Con un agudo dolor que me atravesaba todo el cuerpo, me levanté como pude. Y ahí estaba Javier, plantado frente a mí, rodeado de sus guardaespaldas.Mi teléfono cayó directo al estanque cercano. La pantalla se apagó bajo el agua como un testigo silenciado.—¿Acaso no te quedó claro cuando te ordené que te quedaras en la habitación? —Javier se inclinó, agarrando mi cabello con una brutalidad que me arrancó un lamento de dolor.—¿Qué diablos es este lugar? —solté un odio evidente.Jav
Javier ordenó que me liberaran de las cadenas, y yo salí del agua arrastrándome hacia la orilla. La tela mojada se pegó por completo por mi cuerpo dejando algunas partes apenas visibles, bastante seductora. A mi alrededor, los hombres comenzaron a respirar cada vez más fuerte, sus miradas lascivas recorriendo cada centímetro de mi piel.Esbocé una sonrisa apenas perceptible, y me dirigí hacia Javier.Sus ojos se ensombrecieron por completo. Reconocí su expresión, esa era la evidencia de su excitación.—Vayamos allí —dije, señalando con un gesto el sofá en la esquina—. Quiero atenderte como te mereces. Javier negó, y antes de que pudiera reaccionar, su mano se hundió en mi cuerpo a través de la delicada tela que apenas me cubría. Su agarre era fuerte, casi dominante.—No intentes jugar conmigo, hagámoslo aquí mismo—murmuró con un tono de voz baja y molesto.Mientras un gemido escapaba de mis labios. Una sensación que mezclaba dolor y un cosquilleo irresistible me recorrió de pies a ca
En la comisaría, vomité hasta quedarme sin aliento.El oficial Lorenzo Larrea, ahora con el uniforme impecable, me miraba con una mezcla de admiración y simpatía mientras me alcanzaba cuidadoso un vaso de agua.—¡Eres una verdadera temeraria! Lo arrancaste todo de un mordisco, y ahora los médicos no saben si podrán reimplantarlo. En el peor de los casos, podrías enfrentar cargos por lesiones premeditadas—dijo Lorenzo. Escupí el enjuague bucal y alcé mi mirada, con profunda furia: —¿Y tú?, que eres un policía. ¿Por qué demonios expones a los ciudadanos como yo buscando el nido de los criminales? Si no fuera por mi mordida, ahora mismo estaría muerta adentro de ese maldito lugar.Lorenzo levantó las manos, intentando calmarme:—Tranquila, no tenía otra opción. Gracias a ti, he terminado mi misión sin tener que seguir como infiltrado durante muchos meses más. La primera vez que te vi, me di cuenta que eras inteligente y valiente. No me equivoqué al confiar en ti.Giré los ojos, limpiánd
Para celebrar el cumpleaños de mi novio, me tomé una pastillita para encender la chispa que había entre nosotros.Sin embargo, él no regresó a tiempo.El efecto no se hizo esperar y comenzó antes de lo previsto, no pude aguantarme más, entonces me quité la ropa y salté al estanque para aliviar un poco la calentura que sentía.Los peces en el agua, comenzaron a rodearme como si estuvieran locos. Sentí al instante el calor recorriéndome el cuerpo, y por un momento, casi me derretí ahí mismo.Cuando estaba a punto de perder el control, de repente apareció un hombre desconocido, quien dijo con un tono algo inquietante:—Vaya, sí que sabes divertirte muy bien, ¿te hace falta un hombre que te complazca?...Me llamo Alana Mendoza y soy una estudiante universitaria de un pueblo pequeño y lejano. Acabo de cumplir 19 años. Tuve un novio que me quería con locura: Javier Godoy, un muchacho de familia, guapísimo y adinerado.Su familia llevaba mucho tiempo dedicada a la piscicultura. Javier no er
Javier andaba siempre demasiado ocupado, pero me preparó un cuarto en la piscifactoría para nuestros momentos más picantes.Ese día, decoré el espacio con todo la dedicación y el cuidado necesario, usé un perfume de rosas, y elegí un vestido re provocador que sabía que lo dejaría embobado. Después de todo, me preocupaba la posibilidad de sentirme avergonzada en el momento más crucial, así que decidí tomar una pastillita especial para relajarme un poco y disfrutar mejor la experiencia.Solo quedaba esperar a que Javier regresara por la noche para compartir un momento inolvidable juntos.Sin embargo, el efecto de la pastilla llegó mucho más rápido de lo que esperaba. Un trémulo recorría cada rincón de mi piel, como diminutas hormigas invisibles que me picaban aquí y allí. Una ligera sensación tan intensa que resultaba casi imposible de aliviar.Me apoyé en la manija de la puerta, mirando preocupada el reloj y preguntándome, "¿Dónde está Javier? ¿Por qué no regresa todavía?"Marqué su núm
Me puse el abrigo y, con pasos tambaleantes, llegué hasta el estanque La brisa fresca de la tarde me despejó por completo. Al mirar el agua cristalina, me quité apresurada las medias y los zapatos, me senté en el borde y hundí cuidadosa los pies. Los peces no mostraban miedo alguno; en cuanto me vieron, se acercaron rápidamente, rozando con suavidad mis pies. Una sensación de cosquilleo me recorrió de inmediato el cuerpo.De repente, recordé que cada vez que coqueteaba con Javier hasta el punto del orgasmo, él siempre cogía una botella que se encontraba debajo de mí para recoger nuestra dulce evidencia, luego me llevaba con dulzura al estanque.Mientras vaciaba la botella en el agua, me mordisqueaba la oreja y me susurraba con un tono de voz afónica:—La próxima vez no lo haré yo, te desnudaré y te meteré en el agua y dejaré que el agua fluya. Cuanto más lo recordaba, más intenso se volvía, y mi cuerpo volvía a excitarse.Cerré los ojos, intentando disfrutar del agua fría, pero el efe