—El proyecto…Luna apenas estaba por comenzar a presentarles proyecto cuando Rafael silbó y la interrumpió en tono coqueto:—Hermosa, no te apresures a hablar del trabajo. Vamos a beber algo, luego charlar un poco, y, últimamente, los negocios. Esa es la regla, ¿entendido?Daniel se disculpó con una sonrisa de inmediato:—Señores, permítanme servirles un poco de vino.Mientras hablaba, Daniel sacó una botella de vino tinto de la bodega Romanée, que costaba decenas de miles. Había gastado una fortuna en ella, y si esa noche no cerraban ningún trato, perdería mucho.—Déjala que sirva —dijo Leandro con voz fría —. ¿No es la acompañante?En ese instante, Luna sintió la humillación. Sus dedos, que estaban detrás de ella, se cerraron con fuerza, y casi clavó sus uñas en su piel.Pero, tuvo que contenerse.Hoy su objetivo era firmar el contrato. Al obtener la comisión, renunciaría de inmediato.No esperaba que fuera una empresa así, que solía conseguir la inversión dependiendo de esos métodos
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