Capítulo 5
Días después, Luna encontró su primer trabajo como planificadora de negocios en una compañía de inversiones.

Su especialidad en la universidad era matemáticas y economía, así que no le fue difícil conseguir empleo.

Alquiló un departamento y contrató a una niñera para que cuidara de Sía mientras ella salía a trabajar durante el día. La nueva oficina no estaba lejos de su casa, así que, en caso de que Sía tuviera algún problema, podría regresar de inmediato.

Hoy, al llegar a la oficina, varios empleados estaban comentando animadamente rodeando una pantalla gigante en el área común. Al pasar por allí, escuchó algunas frases de la conversación.

—¿Viste la noticia? El primer amor del Leandro Muñoz regresó al país hace un par de días.

—Ah, te refieres a la señorita Celia Fernández, la primera dama de la ciudad, ¿verdad?

—Sí. ¡Qué envidia! Un paparazzi los fotografió en un hotel de lujo, y el señor Muñoz tomaba de la mano a la señorita, ¡se veían muy enamorados!

—Uff, no somos compatibles… La señorita Fernández es tan hermosa, bondadosa y con un alto nivel académico. La riqueza y el poder de la familia Fernández son también de los más destacados en la capital. A su corta edad, ya es una artista reconocida. Es la típica guapa de familia adinerada con todas esas ventajas. No es de extrañar que el señor soltero se haya rendido ante ella.

Luna siguió la dirección de sus miradas y echó un vistazo a la pantalla. Era la escena en una ceremonia de inauguración de una galería de arte de prestigio. En la imagen, Celia lucía completamente elegante y encantadora. Era evidente que provenía de una familia adinerada, irradiando toda esa nobleza y confianza.

Luna recordó de repente la marca de labios que había visto en la camisa de Leandro, así como el aroma del perfume. Probablemente, fueron rastros que esa dama le había dejado en el hombre…

¿Soltero? Al pensar en eso, ella no pudo evitar reírse. La gente ni siquiera sabía que Leandro había estado casado, y ella siempre había sido una presencia transparente en su vida…

No era de extrañar que Leandro quisiera divorciarse tan pronto. Su diosa había regresado al país y él quería que ella se apartara…

Los murmullos continuaban.

—Parece que el señor Muñoz está a punto de casarse, los corazones de las chicas se van a romper en pedazos.

—Dicen que la fecha de la boda ya está fijada.

—Será una unión poderosa. Es una pareja tan perfecta como un cuento de hadas entre familias ricas.

—Exacto. Mejor váyanse, nosotros, los plebeyos, solo somos dignos de escuchar los cuentos, en vez de ser los protagonistas.

Luna también se dio la vuelta en silencio, sintiendo un dolor agudo que le atravesó el pecho, y su rostro palideció de inmediato.

¿Ya habían fijado la fecha de la boda? Parecía que era la última en enterarse. No era de extrañar que él hubiera estado tan dispuesto a renunciar a su hija, seguramente temía desagradar a su querida diosa…

En ese momento, su jefe, Daniel González entró en la oficina. Notó la expresión extraña de Luna y le preguntó preocupado:

—Luna, no te ves bien. Esta noche tienes una reunión de negocios importante. ¿Podrás asistir?

Luna reprimió el malestar en su pecho y le sonrió:

—Estoy bien, jefe.

—Vale. La reunión es crucial. La supervivencia de la empresa en el año que viene depende de este gran contrato. Tienes que asegurarte de conseguir la inversión. Te daré una buena comisión —le recordó Daniel.

Luna asintió ligeramente:

—No se preocupe, jefe; haré todo lo posible.

Necesitaba esa comisión para poder inscribir a Sía en el mejor jardín de infantes.

Al caer la noche, ella se arregló un poco, aplicándose un poco de base y lápiz labial. Normalmente no usaba maquillaje, pero hoy era por motivos de trabajo. Tomó un taxi hacia el club Paraíso.

Cuando llegó, Daniel ya la estaba esperando. Al verla, la examinó de pies a cabeza y sonrió satisfecho. Le recordó de nuevo:

—Hoy están presentes grandes personajes. Tienes que convencerlos de que inviertan en este proyecto, ¿de acuerdo? La inversión afecta enormemente la cadena de financiamiento de la empresa, ¿entendido?

—Entendido, jefe. No se preocupe, nuestra propuesta es perfecta y el proyecto tiene atractivos.—le respondió Luna con seriedad.

—Pues...

Al escuchar sus palabras, Daniel mostró una ligera expresión de incomodidad.

Porque la propuesta no era el problema crucial del proyecto. El verdadero desafío era quiénes serían los que habría que convencer…
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