Capítulo 6
Había dos hombres en el salón privado, uno era como un demonio temido, y el otro, un famoso mujeriego…

El gerente del club ya los estaba esperando en la puerta y se dispuso a abrirles personalmente. Daniel, con cierta compasión, empujó a Luna hacia el interior del salón privado con fuerza.

Luna no tuvo tiempo de reaccionar y se tambaleó. Al instante, cayó directamente en un abrazo firme con un aroma familiar…

¡Era él!

Levantó la vista de golpe y se quedó paralizada al ver a Leandro frente a ella. ¿Él era el gran inversionista del que hablaba Daniel? ¿Qué casualidad tan extraña?

Leandro frunció el ceño, incluso sus cejas reflejaban claramente su desdén. Con un movimiento brusco, la empujó, Y Luna, que aún no había podido reaccionar, se cayó hacia un lado.

En ese momento, otra mano grande la agarró. Se escuchó la voz traviesa del otro hombre:

—Vaya, señorita, eres realmente hermosa. Cuidado, no te vayas a caer,

Apenas terminó de hablar, la mano siguió el brazo de Luna y la rodeó por los hombros.

Ella no estaba acostumbrada al contacto de extraños. A pesar de que luchaba contra la incomodidad que sentía, no pudo evitar resistirse.

En ese momento, Daniel ya entró sonriendo:

—Esta es nuestra nueva planificadora de negocios, se llama Luna López. Luna, él es el señor Muñoz del Grupo Muñoz, y este es Rafael Ruiz, presidente para la región Asia-Pacífico del Grupo IMC.

—Hola, señor Muñoz, señor Ruiz —los saludó Luna, mordiendo su labio y forzando una sonrisa.

Aprovechando un momento, se liberó de la sujeción de Rafael y sacó de su bolso la propuesta de proyecto que había preparado.

—Aquí está la planificación para ustedes.

Finalmente, todos se sentaron, y Rafael se acercó intencionadamente a Luna.

Él era conocido en la capital como un famoso mujeriego, con un sinnúmero de conquistas. En ese instante, la miraba con admiración, haciendo sonidos de aprobación.

—Daniel, ¿de dónde encontraste a esta señorita tan guapa? Está increíble.

Sin embargo, Rafael también sabía que debía tener en cuenta la opinión de Leandro. Después de todo, Leandro era el hombre más poderoso y rico de la ciudad. Además, siempre había sido dominante, y todo lo que él deseaba, ya fuera un terreno, un proyecto o una persona, nadie más podía tocarlo.

Así que, le preguntó primero con una sonrisa maliciosa:

—Señor Muñoz, ¿le gusta?

Luna miró varias veces a Leandro en secreto, pero su expresión seguía siendo indiferente. Luego, apartó la vista, sintiéndose ridícula. ¿Qué estaba esperando? ¿Acaso no sabía que era un hombre extremadamente indiferente?

Leandro le dirigió una mirada de reojo. Ella llevaba un vestido negro que acentuaba su figura curvilínea. Su escote dejaba entrever sutilmente su busto, mostrando su cuello largo y elegante. Sus ojos brillaban con un destello acuoso, y sus labios, pintados de un rojo perfecto, eran deslumbrantes y seductores.

Sus ojos se entrecerraron y, con desdén dijo:

—Una simple superficialidad.

Luna sintió que su rostro se tensaba. Instintivamente, se tocó la mejilla; hoy se había maquillado. Y en sus ojos, ella se había convertido en una mujer que se arreglaba solo para seducir a los hombres.

Pero, ¿quién iba a imaginar que su gran cliente sería él?

Al escuchar esto, Rafael levantó las cejas y dijo con sarcasmo:

—Es cierto, no es compatible con su prometida. Es una dama suave y virtuosa con estatus noble, gran poder y buena educación, ¿verdad?

—No hay comparación, esta no merece.

Leandro pronunció esas palabras con frialdad.

Estas palabras hicieron que el rostro de Luna se tornara pálido de inmediato. Resultaba que, en sus ojos, ella era solo una mujer astuta, incapaz de compararse con Celia… Parecían mundos completamente diferentes.

Pensando, mordió fuerte el labio hasta casi sangrar…

Momentos después, les entregó la propuesta de proyecto que había traído y les dijo:

—Señor Muñoz, señor Ruiz, aquí está la propuesta del proyecto, por favor, revísenla.

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