Capítulo 7
—El proyecto…

Luna apenas estaba por comenzar a presentarles proyecto cuando Rafael silbó y la interrumpió en tono coqueto:

—Hermosa, no te apresures a hablar del trabajo. Vamos a beber algo, luego charlar un poco, y, últimamente, los negocios. Esa es la regla, ¿entendido?

Daniel se disculpó con una sonrisa de inmediato:

—Señores, permítanme servirles un poco de vino.

Mientras hablaba, Daniel sacó una botella de vino tinto de la bodega Romanée, que costaba decenas de miles. Había gastado una fortuna en ella, y si esa noche no cerraban ningún trato, perdería mucho.

—Déjala que sirva —dijo Leandro con voz fría —. ¿No es la acompañante?

En ese instante, Luna sintió la humillación. Sus dedos, que estaban detrás de ella, se cerraron con fuerza, y casi clavó sus uñas en su piel.

Pero, tuvo que contenerse.

Hoy su objetivo era firmar el contrato. Al obtener la comisión, renunciaría de inmediato.

No esperaba que fuera una empresa así, que solía conseguir la inversión dependiendo de esos métodos. Ya no quería pasar ni un día más en ese tipo de lugar.

Al decidirlo, abrió la botella de vino y dio un paso adelante, lista para servirles el alcohol.

Leandro la miró de reojo y de repente la ordenó con frialdad:

—De rodillas, ¿no lo entiendes ni siquiera eso?

Luna no podía creerlo... ¿¿De rodillas??

Le respondió directamente:

—Señor, soy una representante de negocios, no una prostituta.

Leandro se rio con desdén:

—¿Hay diferencia?

Una oleada de ira subió por el pecho de Luna, pero no podía estallar.

Daniel, al ver que el ambiente se tornaba tenso, le dio un pequeño golpe en la rodilla. Luna sintió un dolor en la pierna y se vio obligada a arrodillarse.

En el momento en que se arrodilló, Leandro se recostó perezosamente en el sofá, mirándola desde lo alto, con una actitud despectiva.

Era una mirada de desprecio, como si estuviera viendo a una basura. Luna sintió un fuerte dolor en el corazón. Cuando él pidió el divorcio, ella no dudó y se marchó sin nada. ¿Qué más quería este de ella? Durante este matrimonio de tres años, él había estado en su cama por centenas veces, pero, ¿no había tenido ni una pizca de afecto por ella? Ella le parecía un muñeco inflable de goma que se había arrojado al desecho…

Luna intentó levantarse, pero Daniel rápidamente la presionó en el hombro y le susurró al oído:

—Aquí, la que sirve no puede estar más alta que los invitados. ¡Esa es la regla! Te daré un 10% más de comisión, pero no arruines mi negocio.

Daniel ya se dio cuenta de que Luna quería rebelarse y la advirtió:

—¡Piensa en la cláusula de recisión! ¿Puedes pagarlo si decides irte?

Luna no se atrevió a moverse de inmediato. Su mano, que sostenía la botella, se apretó aún más. Daniel tenía razón, si se iba ahora, no podría pagar la penalización. Por Sía, tenía que aguantar todo eso.

—Está bien.

Arrodillada, les sirvió el vino y luego le pasó la copa a Leandro. Cuando él tomó la copa, sus dedos rozaron los de Luna. Sin saber por qué, se detuvo un momento. Pero, al volver en sí, de repente, levantó la mano y arrojó todo el vino tinto a la cara de Luna.

El líquido rojo goteaba por el hermoso rostro, y ella, incrédula, miró a Leandro. ¿¡Qué demonios estaba haciendo?! ¿La trató así solo porque había tocado su mano?

—El vino ya está sucio. Cambia la copa y sírvemelo de nuevo —dijo Leandro, con todo desprecio.

¡Él la consideraba sucia! Luna se esforzó por contenerse…

Tal vez él también la veía como algo sucio cuando estaban juntos, por lo que cada vez después de tener la relación, se duchaba antes de irse... Además, él nunca le había dado ni un beso…

La acción de Leandro era tan excesiva que incluso Rafael ya no pudo soportarlo más. Con compasión, atrajo a Luna hacia su lado. Tomó una servilleta de la mesa para limpiarle las manchas. Mientras la limpiaba, la alababa sin parar:

—¡Eres realmente hermosa! Tienes unos hombros como tallados, la cintura delicada, y también la piel suave... ¡Es una joya entre las mujeres! Leandro, ¿por qué la tratas así? ¿Y por qué las reglas importan a una bella tan increíble? No sabes apreciar la belleza…

Rafael utilizó casi todas las palabras bonitas que conocía.

Luna no evadió el contacto de Rafael; simplemente miraba fijamente a Leandro. Para ser honesta, de repente le intrigó saber hasta dónde estaba dispuesto a humillarla.
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