Al ver a Rafael dudar, Luna esbozó una sonrisa:—Señor Ruiz, ¿está dispuesto a quedar siempre inferior a Leandro Muñoz?Rafael frunció el ceño:—¿Qué quieres decir con eso?—Es simple. Aún no ha revisado mi planificación, ¿verdad? La inversión no es grande, pero tiene un gran potencial y es una forma segura de obtener ganancias. ¿Por qué no aprovecha esa oportunidad solo? ¿Por qué es necesario que el señor Muñoz participe también? Si él también participa, cuando empiece el proyecto, ¿no será obvio que usted estará en un estatus inferior a él de nuevo?—Estás intentando sembrar discordia entre nosotros —Rafael entrecerró los ojos—. ¿Cuál es tu intención?—Jaja, pues no tengo ninguna intención oculta. Como puedes ver, hace un momento lo ofendí. Si él no firma, el proyecto no se concretará. Pero si usted decide invertir la cantidad total, puedo cumplir con mi parte —ella habló con calma.—¿Y qué beneficio obtendré yo? —Rafael la acercó bruscamente hacia él—. Las ganancias futuras son inc
Al percibir su mirada tan afilada como el brillo de un cuchillo, Luna sintió un escalofrío por la espalda. Sin embargo, al siguiente segundo, el hombre ya lo atrapó. Sin decirle nada más, iba a rasgar su ropa.El vestido sexy proveído por el club no era nada de buena calidad, no podía soporta la violenta fuerza del hombre. Ella sentía una frescura en su pecho al instante porque la prenda ya había sido rasgada. Luna entró en pánico y se apresuró a abrazarse, mientras exclamaba:—¡Detente!La mirada de Leandro se posó en una marca de los bonitos hombros de la joven. Frunció el ceño, y sus ojos se inyectaron de sangre. Se podía percibir claramente la frialdad en ellos. Su presencia, que antes era gélida, se tornó de repente oscura y feroz.Se escuchó otro sonido en la tranquilidad sofocante. El hombre rompió por completo el vestido de mala calidad que ella llevaba encima.Luna no sabía cómo se sentía en ese momento. Quería enojarse, sintiendo como si hubiera una llamada ardiendo en su ga
Luna salió del baño, apresurándose hacia la puerta del club, casi cayéndose debido a sus piernas temblorosas. Pero no se detuvo, porque no quería quedarse en ese lugar ni un segundo más.Fuera del club, se desató una tormenta. El viento y la lluvia eran todos fríos. Su cuerpo temblaba, pero su corazón estaba aún más helado.En realidad, Sía siempre había sido su dolor más profundo. Podía soportar cualquier insulto sobre ella misma, pero no sobre su hija.Aunque la camiseta que Leandro le había dado era lo suficientemente larga como para cubrir parte de sus muslos, era delgada, y al estar bajo la lluvia, no pudo evitar temblar violentamente de frío.Intentó detener un taxi, pero justo en ese momento vio que un auto lujoso se detenía frente a la puerta del club.La puerta de auto se abrió y salió una mujer de dentro.Luna se sorprendió un poco al darse cuenta de que era Celia, a quien había visto en la pantalla durante el día. ¿Qué hacía aquí? ¿Venía a buscar a Leandro?Por la curiosidad
Celia se sintió emocionada al ver que Leandro le tomaba la mano. Exclamó con entusiasmo:—¡Qué bien! El coche ya te está esperando,Leandro siguió a Celia y subió al auto lujoso. En el instante en que se acomodaron, él soltó su mano de inmediato. La puerta se cerró y el elegante auto se alejó en la noche lluviosa.Él giró la cabeza y, a través de la oscura ventana del coche, miró hacia la figura que se perdía en medio de la tormenta. Ella tenía la cabeza agachada, sumida en sus pensamientos. Su delgado perfil parecía a punto de ser derribado por el viento y la lluvia.La lluvia caía con fuerza, levantando una cortina de niebla blanca en las calles, mientras el viento barría todo a su paso, creando un paisaje desolador.—Leandro, ¿qué estás mirando?Celia se le acercó, pegando su suave cuerpo al de él, pero este se volvió abruptamente, lanzándole una fría mirada.Ella se asustó y su voz tembló: —¿Qué… qué sucede?—No estoy acostumbrado a que la gente se acerque tanto.—Ah, vale.Celia
—¿Me recuerda? Soy Leo Jiménez, asistente personal del señor —le explicó Leo.Antes, frente a la entrada del club, Luna había estado casi empapada por la lluvia. Ahora, con el viento frío, no pudo evitar abrazarse con fuerza.Leo estaba a punto de quitarse el saco y ofrecérselo, pero Luna lo detuvo:—No hace falta. Dile que el día que muera, volveré a rendirle homenaje.—Pero, señorita, si no regresa, ¿qué debemos hacer con la empresa y la herencia?Leo mostró una expresión de reocupación. Debido al orden del señor, él había viajado desde Riveras hasta la capital durante quince horas. Sin embargo, al ver a Luna, ella solo le dejó esas palabras. No sabía cómo responderle…—Su dinero no tiene nada que ver conmigo. No vuelvas a aparecer frente a mí; de lo contrario, ni siquiera asistiré a su funeral.Dicho esto, Luna se adentró en la tormenta. La lluvia era tan intensa que casi le impedía ver el camino. Corrió hacia el edificio. Cuando llegó al apartamento, ya estaba completamente empapad
Se quedó atónita por un momento. ¿Cómo podía Leandro estar en la puerta de su casa? Lo había visto subir al auto de Celia…Ese hombre que le había dicho que nunca más apareciera frente a él hacía apenas una hora, ¿ahora estaba en su hogar?Sin poder reaccionar, se quedó sin palabras, incluso olvidó que solo llevaba una toalla.Leandro cerró la puerta de un empujón.La visión ante él era tan provocativa que su ira se encendió de inmediato. La toalla apenas cubría su voluptuosa figura y sus largas piernas, era más tentador que estar desnuda.—¡Luna López! ¿Abrió la puerta con solo una toalla encima? ¿Estás esperando a algún hombre? ¿A quién quieres seducir? ¿Tienes tanta necesidad de hombres? ¿No te bastó con lo de esta noche?Leandro la bombardeó con preguntas, con sus ojos fríos llenos de furia.Luna se quedó desconcertada. Pensaba que era Margarita quien había regresado por sus cosas. ¿Qué importaba que abriera la puerta envuelta en una toalla? Además, ella estaba escondida detrás de
—Leandro, si te atreves a llevarte a Sía, expondré nuestra relación. No olvides que acabas de decir que aún no has firmado. Puedo entender que, por ahora, ¿seguimos casados? Entonces, ¿cuál será el destino de la señorita Hernández que tanto anhelas?Las palabras de Luna eran ya una advertencia. Ella jamás renunciaría a Sía.Los ojos de Leandro se entrecerraron, reflejando una luz peligrosa.—¿Me estás amenazando? ¿Quieres exponer nuestra relación? De esta manera, Celia se convierta en la amante, y eso hará que su nombre se manche y que la insulten en la ciudad, ¿verdad?—¿Acaso no ella es una amante? —le respondió Luna, sintiéndose un tanto graciosa.¿Ella no era la amante? Las marcas de labios en la camisa de Leandro, el olor a perfume… En ese momento, ni siquiera le había propuesto el divorcio y ella no había firmado nada, pero él ya había empezado a llamarla su prometida, frecuentando a los hoteles y clubes de lujo de la mano con Celia. ¿Qué más necesitaba para considerarla una aman
Leandro apretó con aún más fuerza, casi a punto de romperle la mandíbula de Luna. El dolor hizo que el sudor frío brotara en su frente. La voz del hombre era extremadamente fría:—No seas desagradecida. ¿Crees que con tus habilidades puedes influir en la opinión pública? Si te atreves a lastimar a Celia, puedo silenciar todos los comentarios fácilmente. Pero tú, si me llevo a Sía, ¡nunca más podrás volver a verla!Luna soportó el dolor agudo. Sía sería su punto débil en esa batalla posible. Una risa fría se dibujó en sus labios mientras le respondía entre dientes:—Leandro, ¿te atreves a presentar un acuerdo así? ¿No te da vergüenza? ¿Qué diferencia hay entre esto y un acuerdo de mantener a una amante? ¿Te casarás con la señorita Hernández, pero quieres que yo y tu hija nos quedemos en la sombra? No puedo creer que tengas tales pensamientos.Dich esto, se esforzó por liberarse, pero en su intento, su bata se abrió aún más, dejando expuestos algunos lugares de su cuerpo fino.La mirada