Capítulo 2
—No necesitas saberlo.

En los ojos de Leandro, además de la frialdad, ya se percibía una pizca de impaciencia.

—Te pagaré suficiente dinero. Esta villa ya es tuya. Te daré cien millones de una vez como la manutención, y además cada mes…

Antes de que pudiera terminar la frase, Luna lo interrumpió. Era la primera vez que lo hacía. En el pasado, nunca se atrevía a hacerlo.

—No quiero nada, solo quiero a Sía.

La atmósfera en la habitación se volvió tensa drásticamente. La sensación opresiva y sofocante se apoderó, mientras la luz amarilla y fría de la lámpara parpadeaba débilmente.

Sía…

Era su hija, que ahora tenía poco más de dos años.

Cuando Luna dio a luz a Sía, sufrió una gran hemorragia que dañó su vientre. El médico le dijo que le costaría quedar embarazada de nuevo. Por lo tanto, ya no era necesario tomar anticonceptivos, pero aparentemente, él no quería darle ni la más mínima oportunidad de quedarse embarazada.

Se rio con desdén:

—¿Puedes mantenerla?

Luna también se rio de repente:

—Ese es mi asunto, no tienes que preocuparte, señor Muñoz. Si estás de acuerdo con eso, firmaré el acuerdo de inmediato.

Dado que iban a divorciarse, ella incluso cambió el trato, llamándole “el señor Muñoz”.

Su sonrisa sorprendió de alguna manera a Leandro. El rostro natural de la mujer era tan hermoso, con los ojos claros, cejas de buena forma, labios rosas y llenos, piel tan suave que parecía la perla… Su cintura era también esbelta y delgada. Él podía abrazarla con solo una mano…

De repente, su mirada se volvió fría.

Esta mujer tenía mucha audacia, ¿se atrevía a hablarle de esa manera?

Luna sacó un bolígrafo del cajón y, sin más, añadió una cláusula al acuerdo y luego la parte de la manutención. Finalmente, firmó su nombre con una elegancia despreocupada.

Después de todo eso, se levantó y se dirigió erguida hacia él levantando ligeramente la barbilla.

Luego, con suavidad, colocó el acuerdo en su pecho y le dijo:

—Como desees. En realidad, ya quería divorciarme de ti desde hace tiempo.

Ella contenía el dolor y la incomodidad en su corazón, tratando de parecer despreocupada mientras sonreía.

—Sía no tiene ningún valor para ti, déjame llevármela.

Leandro miró brevemente el acuerdo de divorcio, mientras su mano se detenía por un momento.

Levantó su fría mirada para observar a Luna, pero solo la vio sin rastro de tristeza en su rostro. Parecía que, para ella, el divorcio era una liberación…

Frunció el ceño y le preguntó con indiferencia:

—¿Realmente querías divorciarte de mí desde hace tiempo?

Luna fingió desinterés y enfatizó:

—Solo quiero a Sía.

Los ojos de Leandro reflejaron una emoción indescifrable mientras la miraba fijamente. Finalmente, dejó caer una frase:

—Como quieras.

Al terminar, tomó su traje a medida y salió rápidamente de la villa.

Luna observó tranquila cómo su figura alejarse. De repente, se sintió débil, como si toda su energía se desvaneciera por completo, y se dejó caer en el suelo.

Él parecía tan decidido. Ni siquiera quería a su propia hija…

Al pensar en Sía, un dolor agudo atravesó su pecho. Su pobre hija, que había nacido prematuramente por un accidente, había estado en una incubadora desde su nacimiento hasta cumplir los dos años. Luego, se descubrió que tenía un defecto congénito en el corazón, requiriendo una cirugía compleja, donde le sacarían el corazón y lo mantendrían vivo solo con un sistema de circulación extracorpórea, para después volver a colocarlo. Durante todo el proceso, la pequeña estaba por completo en un hilo entre la vida y la muerte.

Después de luchar por su vida, se dio cuenta de que Sía, la niña de dos años, aún no había pronunciado una sola palabra. Se habían realizado pruebas de audición y de cuerdas vocales, y todo estaba bien. Actualmente, los médicos sospechaban que hubiera sufrido un autismo…

Pues, una hija así… No era de extrañar que Leandro la abandonara sin ningún remordimiento.

La familia Muñoz era una de las más prominentes en la capital. Leandro, por su parte, era el actual presidente del Grupo Muñoz, también un verdadero magnate dominando las listas de riqueza.

¿Y ella, qué era?

Era poco probable que pudiera volver a tener hijos. Y su única hija, débil y enferma, había sido condenada por los médicos a ser autista. Para la familia Muñoz, solo era una carga, mejor un objeto sin valor, destinado a ser desechado…
Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo