Fue una mañana tensa, sobre todo cuando insistí a Gabriela que yo llevaría a mi hijo a la escuela y no el chofer. Pero unos minutos antes de llegar, tomé la desviación hacia el hospital. El niño miró sorprendido. —No es por aquí, mi escuela —dijo con inocencia, y yo le acaricié el cabello.—No, claro que no. Vamos a visitar a un amigo, es un doctor. Solamente es para ver que estés saludable —mentí, y me sentí sucio al hacerlo.Cuando llegamos al hospital, mi amigo nos recibió.—Hola —saludó a Esteban, y el niño le sonrió con timidez.—Tú no me recuerdas, pero yo ayudé a traerte a este mundo —dijo, y el niño le sonrió. Luego, cuando clavó sus ojos en mí, no pude ocultar la duda en mi rostro.—Es una larga historia —le dije—, pero necesito esta prueba. De verdad lo necesito.—Escuché hablar ayer a Gabriela...—Y entonces tuviste la duda.—Claro que sí. Yo solo estuve una noche con ella —hice una pausa para que el pequeño no nos escuchara. Estaba concentrado observando los dulces de la
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