142. Cena y exigencias
142El cuarto de Julieta era oscuro y silencioso, una jaula lujosa pero sin vida. Habían pasado varios días desde que la habían traído aquí, y la monotonía, junto con el aislamiento, comenzaba a desgastarla. Julieta sentía su paciencia agotarse y la necesidad de encontrar una salida, pero, con cada intento de resistencia, la vigilancia a su alrededor solo se hacía más fuerte.Esa tarde, mientras se mantenía despierta en la penumbra, oyó el sonido pesado de la puerta abriéndose. Entró la mujer robusta, con su andar firme y esa expresión de indiferencia que siempre traía consigo. En sus brazos, sostenía un vestido de noche negr.o, simple y elegante, que dejaba claro que no era cualquier atuendo.—Vístase —dijo la mujer, dejando el vestido sobre la cama. Su tono era frío y definitivo, con un fuerte acento ruso que hacía sus palabras aún más ásperas—. El señor la espera para cenar, tiene dos horas.Julieta la miró con desafío y negó con la cabeza, frunciendo el ceño.—No pienso ir —re
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