Mónica lo notó y sonrió para sí misma: ¡el aroma estaba surtiendo efecto!Con una expresión de aparente tranquilidad, preguntó:—Alex, ¿tienes calor?Alejandro asintió.—Sí.—Deberías quitarte el saco, entonces —sugirió Mónica mientras se levantaba y se acercaba a él, colocando sus manos en el cuello de su camisa.Pero, de repente, Alejandro la detuvo, sujetando sus muñecas.Sus profundos ojos parecían arder en llamas, y cuando habló, su aliento era cálido, como si emanara calor.—¿Qué estás haciendo?Mónica, con el corazón acelerado, se acercó más a él, usando un tono seductor:—Solo te ayudo a quitarte el saco.Sintió cómo Alejandro apretaba más sus muñecas, y soltó un pequeño grito de sorpresa cuando, sin querer, terminó cayendo en su regazo.Sin perder la oportunidad, Mónica rodeó el cuello de Alejandro con sus brazos. El leve contacto de sus pieles provocó en Alejandro una sensación de frescura momentánea, pero enseguida sintió una sed intensa, como si su garganta estuviera en lla
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