—¿Qué pasa? —Ricardo entró corriendo, alarmado por los gritos. Al abrir la puerta, encontró a Clara en el suelo, fingiendo llorar de manera exagerada.—¡Amor, mira lo que ha hecho tu hija! ¡Ha destrozado todo! ¡Voy a llamar a la policía! —gritaba Clara, con lágrimas deslizándose por su rostro.Luciana, llena de furia contenida, la miró con desprecio. Sin pensarlo, escupió en su dirección.—¡Puaj!Clara, sorprendida, se llevó las manos al rostro, alterada por completo.—¡Está loca! ¡Esta desgraciada está loca! —gritó histérica.Ricardo, sin pensarlo dos veces, avanzó hacia Luciana. Su mano se movió rápida y le dio una bofetada que resonó en la habitación.—¡Pídele disculpas! ¡Esto ya es demasiado! —ordenó, su voz llena de rabia.Luciana no reaccionó. El golpe no la hizo estremecer. Su cuerpo, frío como el hielo, vibraba entre el odio y el dolor. Lo único que sintió fue ese fuego abrasador que consumía cada parte de su ser.Entonces, sin previo aviso, soltó una carcajada. Una risa vacía,
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