Luciana no respondió. Pero no podía engañarse a sí misma. Su corazón latía con fuerza. Decir que no sentía nada sería una mentira. Desde pequeña, muy pocas personas habían sido amables con ella, y precisamente por eso, cada gesto de bondad lo guardaba con gratitud. Cada acto de buena voluntad hacia ella lo atesoraba, con el deseo de devolverlo diez veces más…-Al salir del hospital, Luciana regresó a la Casa Guzmán. El abuelo Miguel, encantado de verla, enseguida llamó a Alejandro. Agarrando la mano de Luciana, le dijo:—Estos días que no has estado, Alex ha estado tan ocupado que ni se deja ver. Así que esta noche cenamos juntos, los tres.Sin embargo, cuando hizo la llamada, Alejandro respondió:—Abuelo, estoy ocupado, no podré ir.—¿Ocupado con qué? —Miguel frunció el ceño—. Tan ocupado que ni para cenar tienes tiempo. Además, Luciana acaba de regresar después de una semana fuera…—Tengo una reunión, no puedo hablar más —y colgó abruptamente.Miguel, furioso, exclamó:—¡Qué falta d
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