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Todos los capítulos de Deseo Enfermizo : Capítulo 31 - Capítulo 40
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XXXI. Temor
No era Melbourne el lugar al que quería ir, pero no iba a negar ni mucho menos a mentir al decirme que estaba feliz de estar fuera de esa isla desolada y rodeada de solo agua. Al menos desde aquella ciudad tenía una oportunidad, podría conseguir ayuda aunque sabía que debía irme con mucho cuidado, escapar de las garras de un lobo disfrazado de oveja, contactar a mis padres o saber algo de mi esposo. Esa esperanza de que Will estuviese sano y a salvo aun latía en pecho y no dejaba de rezar a un Dios que parecía haberme recordado porque él estuviera con bien.No volví a hablarle al guardaespaldas, quizá por las advertencias que me había dejado bien claras o porque ya no me era tan necesario para salir de esa isla, pero algo me decía que aun podía ganármelo para escapar una vez estuviéramos en Melbourne, pese a que sabía lo difícil que sería. Allí Julen estaría todo el tiempo encima de mí y no sería cosa sencilla escaparme.Los días antes de salir de la isla se me hicieron eternos. No ve
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XXXII. Devastación
Me vestí con mi mejor máscara y brindé una falsa sonrisa a todas las personas que estaban reunidas en el enorme salón tan pronto llegamos. Unos se acercaban a Julen y lo saludaban y él no perdía el tiempo en presentarme como su mujer, otros nos miraban desde la distancia y se murmuraban entre ellos, haciéndome sentir incomodidad, otros tantos solo movían su cabeza o su mano como señal de saludo y seguían en lo suyo, sin prestar demasiada atención a nuestra presencia.Para la mayoría de las mujeres, sin importar su estado civil, era demasiado evidente que mi presencia les desagradaba. Se comían con la vista a Julen y me daban miradas despectivas en cuanto podían. Muy pocas me daban alguna sonrisa sincera, me daban el saludo e intercambiaban un par de palabras conmigo.Poco me importaba si les había caído mal mi presencia, puesto que no estaba para complacer a nadie. Es más, deseaba con todas las fuerzas de mi corazón largarme de ese lugar y muy lejos de Julen, pero solo era una rehén p
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XXXIII. Te quero tanto
JULEN•Necesitaba calmarme o no estaba seguro de lo que sería capaz de hacer, así que una vez llegué a casa y dejé a Amanda en el medio del salón, bebí un largo trago de whisky directamente de la botella, aumentando el calor en mi cuerpo y la furia en mi ser. Verla llorar de esa manera no me ayudaba en lo absoluto a mermar la ira que en ese momento me corroía.Lejos de sentirme en calma, la ira bullía en mi ser, como un sentimiento maligno que estaba deseoso de destrozar todo a su paso.Me preguntaba qué había hecho de mal como para que ella siguiera pensando en el hijo de perra de su exmarido, lo siguiera llorando con tanto dolor y, por más que no quería pensar, no dudaba en que lo siguiera amando, algo que en definitiva terminaba por cegarme.Me encargué muy bien de él, de alejarlo para siempre de su lado para que no estropeara mis planeas, pero incluso estando muerto era una maldita sombra en la vida que estábamos empezando juntos.¿Qué más debía hacer para que ella se fijara en mí
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XXXIV. A un paso
Lo único que se escuchaba en medio de la habitación era el golpe de nuestros cuerpos al chocar, mis gemidos y sus llantos y gritos que alimentaban al animal hambriento que había despertado de su letargo y ahora estaba sediento de ella y todo lo que me brindaba.Me sujetaba de su cabello con mucha fuerza y las palmas de mis manos estaban marcadas en sus nalgas mientras me perdía en la estrechez de su culo. Apenas si la había tomado, llevándome la gran sorpresa de ser el primero en profanarlo, y ya me recibía de una manera tan exquisita que no podía dejar de ir más profundo y rápido, sacando en ella gritos roncos que me volvían loco y me aseguraban lo mucho que estaba disfrutando.Las horas habían pasado y la había hecho mía en todos los sentidos habidos y por haber, pero aún no me sentía satisfecho por completo. Cada que terminaba, verla así de bien cogida y llorosa me despertaba al instante y terminaba por fundirme una vez más en sus ricos y apretados adentros. No solo era su boca lo
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XXXV. Infierno
•AMANDA•El cuerpo me dolía y no era para menos, si había recibido una golpiza brutal que me había hecho bajar directo al peor de los infiernos, pero más me dolía el alma ante el hecho de haber sido violada de una manera tan aberrante.Era muy consciente de que no era la primera vez que Julen abusaba de mí, después de todo, jamás quise que me tocara por más que mi cuerpo reaccionara a sus estímulos, pero nunca se había comportado de esa manera tan violenta, donde no solo me maltrató físicamente a su antojo, sino que también terminó de acabar con la poca estabilidad emocional que aún me quedaba.Recordar cada beso, cada golpe y cada embiste era la peor de las torturas. No podía sacarme de la cabeza las palabras que me decía al oído y esa forma tan brusca en la que me mancillaba, creyendo que mis gritos y mis lágrimas eran de placer y no porque me generaban gran dolor en el cuerpo y el corazón.En ese momento estaba aislada nuevamente, encerrada en una habitación mucho más amplía y cómo
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XXXVI. Oportunidad
Ya no importaba el tiempo que pasara y siguiera encarcelada, si ya no tendría salvación que me diera una pizca de esperanza. Los días pasaban con suma lentitud, una lentitud que me hacía agonizar en manos de un demente.El cuerpo me dolía a más no poder, no solo se trataba de los golpes que recibía, también se debía a los abusos constantes. Mi cuerpo resistía todo, pero en mi mente ya todo había acabado para mí y solo me quedaba que Dios, que para ese momento empezaba a dudar de su existencia, se apiadara de mí.Cada vez que Julen estaba en la casa, cerraba los ojos con fuerza y me dejaba hacer todo lo que quisiera hacerme. No valía la pena resistirme, si incluso permanecer quieta era un detonante para que perdiera los estribos y usara una fuerza bruta que quedaba tatuada en mi piel y mi alma.Me encontraba acurrucada en la cama, tratando de conciliar el sueño, pero por más que tratara de dormir y descansar un poco, algo en mi interior se negaba a perderse en sueños, cuando escuché pa
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XXXVII. Larga y eterna espera
La casa a la que nos llevaron no era tan grande como la anterior, pero sí igual de ostentosa. Gritaba lujo y poder por doquier. Era de dos plantas y un jardín que no se podía comparar con el tamaño del bosque que rodeaba toda la propiedad.Si la anterior casa me había parecido lejana y escondida de la sociedad, esta era mucho más inhóspita. De camino no vi ni una sola propiedad que estuviera cerca así fuese unos cientos de kilómetros. Desde allí todo sería mucho más complicado, por lo que empezaba a dudar de lo que me había dicho aquel hombre.Julen me bajó en sus brazos y caminó unos pocos pasos hacia el interior de la casa, antes de que su madre lo detuviera.—Encárgate de ella. No necesitamos una carga más en este momento, Julen —se oía muy seria.—Amanda no es una carga, madre.—Pues lo está siendo aunque no lo quieras ver. Está mucho más débil y se nota a simple vista que en cualquier momento se va a desmayar. No sé qué harás, pero no quiero un problema más o me encargaré de ella
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XXVIII. Salvador
Tres días llenos de ansiedad, tres días en los que apenas pude pegar el ojo. Sentía un bullir en mi estómago de anticipación que me tenía emocionada, nerviosa y temerosa al mismo tiempo. No sabía lo que iba a suceder ni mucho menos podía asegurar si estaba preparada para la que fuera que fuese a pasar, pero ese era un riesgo que estaba dispuesta a tomar con tal de ser libre.El tercer día llegó como cualquier otro, la misma rutina de cada día y las mismas personas a mi alrededor, con la única diferencia de que ese domingo estaban los familiares de Julen en casa, celebrando alguna cosa que no entendía y tampoco me importaba.Estaba su madre, que parecía bastante feliz por un negocio que le salió bien y no entendía de qué se trataba, su tío junto con su esposa y sus dos hijas. Julen estaba igual de emocionado que su madre y tío, festejando algo que solo ellos comprendían.El almuerzo fue por lo grande pese a que en la mesa había pocas personas. Me centré lo más que pude en mi comida, pe
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XXXIX. Libertad
—Gracias, Niklas —susurré, limpiando las lágrimas que no dejaban de caer, lágrimas que en ese momento me permitía derramar con una emoción incomparable—. Gracias por lo que hiciste por mí. Espero que salgas con bien de esa casa y pronto pueda agradecerte en persona…Recordé entonces que me había dado un teléfono y lo busqué por todas partes de mi cuerpo, pero no lo sentí por ninguna parte. Se debió caer en algún punto del bosque cuando corría o cuando me caí sin que me diera cuenta, pero aún tenía aquel mensaje tan reconfortante en un trozo de papel y un localizador que no dejaba de emitir aquella luz roja, la luz que me daba esperanzas y me decía que pronto mi infierno acabaría. Me aferré a esas dos cosas con todas mis fuerzas y me senté no muy lejos del gran caudal, recostando mi cuerpo en el tronco de un árbol a esperar al compañero que había mencionado Niklas, deseando que no tardara demasiado tiempo en venir por mí.Mi corazón latía lleno de emoción, me sentía tan feliz porque
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XL. Revelaciones...
Esa noche dormí en calma, no sabía si por el cansancio mental y físico que tenía acumulado, porque era libre o por el medicamento que me suministraron, pero sentí que dormí como nunca. Hacía mucho no descansaba tan bien.En cuanto desperté me pusieron nuevos líquidos y me trajeron un desayuno rico y nutritivo, e hice un gran esfuerzo para comer lo más que mi estomago lo permitiera. Después la psicóloga que mencionó el doctor me hizo la visita y volví a desahogar todo mi dolor con ella, contándole de manera más profunda cómo me sentí en ese lugar, lo triste que había estado, lo sola que me sentía, lo destruida que estaba y de cómo no sabía cómo continuar sin la presencia de mi esposo.Hablé de él y de cómo injustamente me lo habían arrebatado, pero también conté esa parte vergonzosa y que me hacía sentir la mujer más ruin, pero la doctora me explicó que era muy normal que el cuerpo reaccionara a los estímulos y que no tenía por qué sentirme culpable, después de todo, seguía siendo la v
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