Todos los capítulos de Deseo Enfermizo : Capítulo 21 - Capítulo 30
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XXI. Odio
No tenía ni la menor idea de cuántos días habían pasado, de igual manera, ¿qué sentido tenía contar el tiempo estando encerrada en este infierno? Hiciera lo que hiciera, ese loco no me iba a soltar por más que gritara o le suplicara al borde de la desesperación. Solo se limitaba a observarme en silencio, ignorar mis preguntas y hablar de una manera que me aterraba y dejaba en claro que debía irme de ese lugar lo antes posible.La mayor parte del tiempo me mantenía encadenada, solo me liberaba para poder asearme y hacer mis necesidades, y me tenía tan vigilada que ni siquiera podía tener privacidad usando el baño. Una mujer de mediana edad era la que se encargaba de alimentarme, pero ni bocado había podido probar. La comida no tenía sabor, tampoco era como que se me antojara o tuviese gran apetito. Lo único que quería era irme muy lejos de ese loco o morir.Pensar en mis padres me daba fuerzas, pero cuando mi mente se llenaba de recuerdos de mi esposo y el dolor se incrustaba en mi ser
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XXII. Cena
Con el paso de los días me convencía cada vez más de que Julen Black tenía todo que ver con lo que le había pasado a mi esposo, que era el culpable de que mi vida se hubiese acabado e incluso empezaba a dudar de que mis padres y mis suegros estuviesen con bien, porque si ese fuera el caso, ya me hubiese permitido hablar al menos con mi madre.Luego de ese día no lo volví a ver y no iba a mentir, no verle la cara era un alivio, porque así me podría serenar y pensar con calma un plan para escapar de este lugar, solo que no había mucho que hacer sabiendo que yo lo detestaba y lo aborrecía en todos los sentidos.Pese a que no me volvieron a encadenar, seguía estando presa en esas cuatro paredes. Lo único que podía hacer era caminar por la habitación y mirar por la única ventana que había, con la esperanza de ser libre, pero temerosa de que la paciencia de ese hombre acabara y terminara haciéndome daño.La mujer que siempre me traía la comida entró con una bandeja en mano y la miré desde d
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XXIII. Te deseo
Miré al hombre frente a mí en completo silencio, ataviado en un elegante traje gris que lo hacía ver muy guapo. Su cabello bien engominado hacia un lado estaba perfecto, a excepción de un mechón rebelde que descansaba en su frente y acentuaba todo su atractivo, sobre todo esos ojos tan azules y feroces que brillaban con suma intensidad. Sus cejas pobladas y oscuras le conferían un aire más rebelde y a la vez parco. Las facciones de su rostro eran perfectas, como las de aquellos modelos que posaban en las revistas. Sus labios delgados eran finos y rosas. Era tan alto que tenía que levantar la cabeza para mirarlo con detenimiento.Bajé la vista por su cuello, detallando esos tatuajes que resaltaban su piel y le daban aquel toque de chico rudo. Sus hombros y pecho eran anchos, seguramente por todo el ejercicio que hacía, era bastante evidente que se mantenía en forma. Sus brazos eran grandes y la tela del traje los estrujaban de una manera que resultaba excitante a simple vista. Su prese
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XXIV. Perdóname
De momento me había librado de que llegara a más, pero no siempre tendría una excusa que darle que lo hiciera retroceder. Desde que subimos a la habitación he estado encerrada en el baño, tardando lo más que pudiera en salir y darle cara. No quería compartir la cama con él ni sentirlo cerca de mí, ese lugar ya tenía dueño y de solo pensar en Will, el odio y el dolor se apoderaban de mí. ¿Por qué tuvo que arrebatármelo?No era el momento de dejar salir mis emociones contenidas, por lo que despejé todo el rastro de las lágrimas que pugnaban por salir y seguí sumergida bajo el chorro de agua, llenándome de fuerza para lidiar con ese desquiciado una vez pusiera un pie fuera del baño.Tardé demasiado, pero aquello no me importaba. Salí de la ducha y envolví una toalla alrededor de mi cuerpo, percatándome al instante que había una bata de seda junto a esta, una clara señal de que ese tipo había entrado al baño sin yo darme cuenta, puesto que había entrado sin nada y apresurada en el intento
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XXV. Sentir
Para muchos el infierno está luego de la muerte, ese lugar donde pagarás por todo lo malo que hiciste sobre la tierra. Para otros, el infierno es alguna enfermedad terminal, alguna adicción donde ya han perdido sus almas, algún acontecimiento que te ha marcado de por vida y no te permite avanzar, perder a tus padres, un hijo, algún hermano…El infierno incluso puede ser una relación “amorosa” dentro de lo tóxico y abusivo.Pero, realmente, ¿qué es el infierno?Me he preguntado cada vez que un día se termina, pero no podría decir a ciencia cierta lo que es cuando todos lo vivimos de diferentes circunstancias y maneras.Lo que jamás imaginé era que llegaría a conocer el mío en vida, siendo cautiva en todo el sentido de la palabra y muriendo de angustia de saber cuándo conseguiré ser libre.Pero tampoco podría engañarme a mí misma. Sabía de sobra que Julen Black no me dejaría libre, lo podía ver en su mirada y en todo lo que sus palabras me daban a entender, en esa enfermiza sonrisa que
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XXVI. Culpa
Julen me bajó al suelo con suavidad, pero no me dejó ir ni mucho menos se apartó de mí. Todo lo contrario, su boca volvió a la mía a la vez que sus manos recorrían mi cuerpo.Acarició mi cintura, apretó mis caderas, masajeó mis nalgas mientras su lengua saqueaba mi boca y se enredaba con la mía.Llevó sus manos bajo mi blusa y apretó mis pechos con certeza, haciéndome sentir el calor que la palma de sus manos emitían y dándose cuenta que no traía sostén puesto.Sus dedos trazaron la forma de mis pezones y los retorció a su antojo, haciendo que de lo más profundo de mi garganta saliera un lastimero gemido que se ahogó en su boca.Se entretuvo lo suficiente en mis pechos, masajeando con suavidad, pellizcando y tirando de mis pezones, todo sin dejar de besarme y de frotarse contra mí.Una de sus manos descendió por mi vientre hacia mi pantalón y no fui consciente de nada al separar mis piernas y darle cabida a sus dedos, que expertos y deseos, no tardaron en acariciar mi punto más sensib
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XXVII. Esperanzas muertas
El miedo que sentía era tanto que trataba de hacer el esfuerzo sobrehumano para que Julen no se diera cuenta de que mis manos temblaban sin parar y que las lágrimas estaban al borde de mis ojos. Mi corazón latía muy fuerte y trataba de no pensar en lo que sucedería quizá en un par de horas, donde ya no tendría ninguna excusa de escapar ni nada me salvaría de mi maldito destino.Aceptarlo no era tan sencillo como parecía, después de todo, no deseaba nada de él, ni siquiera quería estar en ese lugar, en manos de un loco que aun no terminaba de conocer cuáles eran sus límites. Pero no debía conocerlos para saber que haría cualquier cosa para tenerme, si bastaba con el hecho de secuestrarme para saber que no era alguien en quien pudiera confiar por más que se mostrara dulce y amable.Esa era su máscara, pero por más que supiera usarla, la realidad no me permitiría caer en esos encantos que no eran más que falsedad.Sentía el estómago revuelto ante su mirada intensa e imponente, pero me ob
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XXVIII. Quebrantada
Un hermoso lugar sí era, pero jamás podría disfrutar de semejante obra de la naturaleza estando secuestrada, lejos de mi familia y de alguna otra persona que pudiese ayudarme. Es que, a donde fuese que mirara, no había más que agua a mi alrededor. No se veía ninguna otra isla cercana, lo que tenía a mi corazón latiendo como un loco, entrando en un estado de pánico que de seguro se reflejaba en mi mirada.¿Cómo escaparía de ese lugar? No solo debía despistar a Julen y todo su equipo de seguridad, sino también sortear los peligros de una densa selva y no morir ahogada en el intento de escapar de mi verdugo.Antes tenía una pizca de esperanza, pero al verme plantada en un insignificante punto en medio de tanta inmensidad, esa esperanza se desvaneció en el aire en cuestión de segundos.Este sería mi fin. Debía resignarme y aceptar el destino que me había deparado la vida, aun así, la fuerza en mi interior me aseguraba que encontraría la forma de escapar, que no entrara en desesperación ni
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XXIX. Nada que perder...
Tres meses después…He vivido todo un infierno en ese lugar, un infierno tortuoso que en muchas ocasiones me ha hecho cuestionar si podré, algún día, escapar de las garras de ese hombre.He querido luchar contra él y conmigo misma, he querido ser fuerte y no dejarme vencer tan fácilmente, pero de nada ha valido entregarle todo lo que ha querido si he seguido encerrada en una isla hermosa, pero alejada de la sociedad.Tenía la libertad de pasearme por donde quisiera, incluso de estar todo el día en la playa si se me diera la gana, de hacer uso de todo lo que había en la casa, pero por más que hiciera una cosa u otra me sentía como un ratón de laboratorio encerrada en una inmensa caja lujosa y extraordinaria.Mi mente era un completo caos, era mi enemigo a muerte. Me hacía pensar en escenarios que no tenían nada que ver conmigo, que este sería mi fin, que incluso si llegaba a escapar moriría sin más, ya fuera en manos de ese psicópata o por alguno de los hombres que me custodiaba día y
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XXX. Pequeña luz de esperanza
Los siguientes días hice todo lo posible para acercarme a aquel guardaespaldas sin levantar las sospechas del resto del personal, sobre todo de Selina, que no me perdía de vista ni un instante cuando estaba deambulando por la casa.Pero el hombre se hacía el desentendido y no me prestaba ni un poco de atención cuando trataba de entablar alguna conversación cuando nadie estaba cerca o íbamos a la playa. No me miraba y se mantenía en completo mutismo, como si se tratara de una estatua y no de una persona.Necesitaba un aliado, alguien que me ayudara a escapar, que al menos me diera una falsa esperanza, pero no podía darme el lujo en caer en la desesperación o todo podría salir mal.Esa mañana mientras trotaba por la playa con el guardaespaldas siguiendo mis pasos, empecé a darme por vencida. Por más que quise saber algo referente a sus salidas o si visitaba a su familia en alguna fecha especial, lo único que me dedicó fue un denso silencio que me hizo callar y replantear mi estrategia.
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