XXVIII. Quebrantada

Un hermoso lugar sí era, pero jamás podría disfrutar de semejante obra de la naturaleza estando secuestrada, lejos de mi familia y de alguna otra persona que pudiese ayudarme. Es que, a donde fuese que mirara, no había más que agua a mi alrededor. No se veía ninguna otra isla cercana, lo que tenía a mi corazón latiendo como un loco, entrando en un estado de pánico que de seguro se reflejaba en mi mirada.

¿Cómo escaparía de ese lugar? No solo debía despistar a Julen y todo su equipo de seguridad, sino también sortear los peligros de una densa selva y no morir ahogada en el intento de escapar de mi verdugo.

Antes tenía una pizca de esperanza, pero al verme plantada en un insignificante punto en medio de tanta inmensidad, esa esperanza se desvaneció en el aire en cuestión de segundos.

Este sería mi fin. Debía resignarme y aceptar el destino que me había deparado la vida, aun así, la fuerza en mi interior me aseguraba que encontraría la forma de escapar, que no entrara en desesperación ni
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