XXXIII. Te quero tanto

JULEN•

Necesitaba calmarme o no estaba seguro de lo que sería capaz de hacer, así que una vez llegué a casa y dejé a Amanda en el medio del salón, bebí un largo trago de whisky directamente de la botella, aumentando el calor en mi cuerpo y la furia en mi ser. Verla llorar de esa manera no me ayudaba en lo absoluto a mermar la ira que en ese momento me corroía.

Lejos de sentirme en calma, la ira bullía en mi ser, como un sentimiento maligno que estaba deseoso de destrozar todo a su paso.

Me preguntaba qué había hecho de mal como para que ella siguiera pensando en el hijo de perra de su exmarido, lo siguiera llorando con tanto dolor y, por más que no quería pensar, no dudaba en que lo siguiera amando, algo que en definitiva terminaba por cegarme.

Me encargué muy bien de él, de alejarlo para siempre de su lado para que no estropeara mis planeas, pero incluso estando muerto era una maldita sombra en la vida que estábamos empezando juntos.

¿Qué más debía hacer para que ella se fijara en mí
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