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Todos los capítulos de Cállate y dame un hijo: Capítulo 51 - Capítulo 60
102 chapters
51.
Estaba con los ojos hinchados y la nariz roja y maltratada de tanto llorar. Me encontraba en mi habitación sentada con la espalda recostada a la pared blanca y lisa. Abrazaba una almohada mientras veía a Alessandro recoger todos los potecitos de medicamento y rebuscando por toda mi habitación.En mi desahogo le había confesado lo que tenía planeado hacer y él buscaba todo lo con lo que yo pudiera lastimarme.Mientras lo veía ir de un lado a otro, me preguntaba en qué momento había pasado de ser una chica alegre y divertida a ser una que tuvieran que vigilar para que no se hiciera daño.Cuando recogió todo, lo dejó sobre mi escritorio de cristal y por un momento se lo quedó observando, como si también estuviera recordando a la vieja Penélope que tenía pasiones y metas en la vida. Después volvió a la cama y se sentó a mi lado.Leer más
52.
Esa misma tarde decidí ir a la casa de Alessandro para pasar tiempo a solas. Él se encontraba en la biblioteca estudiando para los exámenes de fin de año. Usaba lentes de marco negro mientras leía y con su mano izquierda revolvía su cabello; recuerdo que estaba cambiado con una camisa negra de cuello alto. Se veía tan intelectual… me fascinaba.  Yo usaba un vestido rosa pálido de tiras caídas y llevaba el cabello recogido. Cuando Alessandro me vio entrar me mostró una sonrisa mientras se levantaba de la silla de escritorio.—Vaya… hoy te ves bastante bien —exclamó mientras me saludaba.—Bueno, algo me ha levantado mucho el ánimo —comenté mientras me acercaba al escritorio de madera y me recostaba a él.—¿Ah sí? ¿Qué te tiene tan emocionada?—Mi hermana me ha enviado el
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53.
Tuve un recuerdo de él llorando cuando éramos pequeños. Seguía siendo el mismo niño mimado que necesitaba mi atención.Lo abracé.—No me voy a separar de ti, no estamos hablando de que me iré a vivir a otro país… —dije.Me miró y noté el amor en su rostro.—A veces siento que sí lo harás —susurró—. A veces siento que nunca podré estar contigo. Y no puedo soportar la idea.Al final fue Alessandro el que se mudó de país. Cuando se graduó de la universidad, se fue y por años no supe nada de él. Y sí, fue como me dijo, la idea de tenerlo tan lejos me destrozaba el alma. Pasaba semanas llorando de noche, abrazando una de sus fotos, reciclando recuerdos de todos los momentos que pasamos juntos. Sentía que me moría en vida, culpándome por todo lo que hab
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54.
—Déjame verlas —pidió Alessandro.Estaba sobre mí, me encontraba acostada en su cama y sus manos ya estaban subiendo mi vestido azul.—No… son muy feas —dije con mucha timidez.—Eso lo diré yo —insistió y siguió subiendo mi vestido.—¡Ale, no! —chillé y comenzamos a forcejear, pero al final cedí y él me alzó el vestido, logrando ver las marcas en mis muslos—. ¿Ves? Son feas…Los ojos de Alessandro iban de una pierna a otra. Después sonrió y comenzó a besar mis muslos.—¡¿Qué haces?! —Intenté alejarme, pero él me tenía rodeada—. ¡Alessandro, para!Se alejó mientras me sonreía con picardía.—Tienes unas piernas hermosas —me dijo—. Ha sido rara la vez que he p
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55.
Debo confesar que mi primera vez no fue la típica de una chica, donde se siente insegura y es el hombre quien tiene el mando. En mi caso fue diferente. Alessandro era el tímido, tuve que tener mucha paciencia con él para que se bajara los pantalones y quedara completamente desnudo.Y se puso a ver un video en YouTube sobre cómo colocarse el condón. Mientras, yo lo esperaba en la cama. Quería reírme, pero sabía que eso lo iba a acomplejar.Varias veces me preguntó si de verdad yo no lo había hecho antes, pues me mostraba muy segura. Pero por alguna razón yo me sentía muy segura con Alessandro, la confianza estaba y, para mi desgracia, por esa misma confianza, él pudo mostrarse abiertamente tímido e inseguro con lo que quería hacer, porque, según, no quería hacerlo mal.Después que se puso el condón nos pusimos a ver un video porno p
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56.
Le di un beso y poco a poco fui sintiendo el placer crecer en mi interior, al mismo tiempo que lograba notar en sus labios que sentía lo mismo.—Pen… nuestras familias están en la casa —susurró mientras intentaba alejarse.—Nadie va a entrar —solté.Me acomodé para dejarlo acorralado sobre mis piernas abiertas, meciéndome en su pelvis, sintiendo su erección crecer. Besé su cuello y podía sentir su piel erizarse, obligándolo a soltar algunos gruñidos de placer.Era la primera vez que los dos estábamos sintiendo el verdadero placer.Bajé la cremallera de su pantalón y acaricié su miembro con mis manos, excitándolo mucho más. Era la primera vez que lo masturbaba y me encantó ver su rostro de placer, colocando sus ojos en blanco.Acomodé mi panty a medio lado e introduje su pene en mi
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57.
En esa cena Roberto no nos dejaba de observar, le picaba la lengua al querer contar lo que había visto. Creí que la bomba explotaría al día siguiente, que mi familia pegaría el grito en el cielo y hasta enviarían a Alessandro a vivir nuevamente a Edimburgo. Pero nada de eso pasó, Roberto no dijo ni una sola palabra. Y nuestra familia recibió año nuevo con la noticia de que Roberto le pidió matrimonio a Mariana.Él nos criticó tanto al apresurarnos, pero él no se aguantó al pedirle matrimonio. Y en todo ese nuevo año no se habló de más nada que no fuera de la boda, la cual se celebraría dos meses después de la graduación de mi hermana de la universidad. El regalo de graduación de Mariana iba a ser el convertirse en esposa y ama de casa...Romina me observaba con asombro cuando termino de contarle mi historia c
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58.
—Pues él mismo aceptó que era por un acuerdo, yo debía casarme con él para que su padre no le quitara la herencia —reclamo.—Oh, Pen, como si a ti no te gustaría quedarte con la herencia de los Bacheli, ¿o por qué ibas a aceptarlo?—¡Lo iba a hacer, pero porque me prometió dejarme embarazada! —exclamo.Roberto abre la boca con impresión y lleva una mano a su pecho.—Bueno, mírate, otra vez sacando las garras. ¿Está bien que tú le pidas un hijo, pero no que él te pida matrimonio por conveniencia? Qué hipocresía.—¡Paren los dos! —interviene Mariana y nos fulmina con la mirada—. Tú… —Señala a su esposo— ¿cómo es posible que todo este tiempo supieras semejante secreto y no me dijeras nada?—Ay, por favor, no te hagas
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59.
Alessandro se sienta en el mueble, cruza las piernas y lleva una mano a la barbilla, pensativo. Mientras, yo camino en círculos por la sala; los nervios se han desplazado a mi estómago y me da náuseas. Decido sentarme en un sillón, pudiéndolo ver de frente.La barrera invisible entre nosotros es tan palpable que comprendo que la última discusión entre los dos ha destruido la poca esperanza que había de poder volver a estar juntos. El silencio me ayuda a meditar y comprender la situación que nos comprime. Nuestra historia de amor sucedió hace muchísimos años, ahora somos adultos que terminaron tan lastimados que lo mejor es pasar de página. Pero yo no quiero alejarme, lo amo tanto. Lo amo tanto que me niego a renunciar a él. Lo amo tanto que necesito luchar esta vez, aunque él termine aborreciéndome.—¿Recuerdas los planos de la casa? —le pr
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60.
Qué incómodo que esté de pie en el umbral de la puerta. Detesto la cara de decepción que tiene en este momento. ¿Qué más miserable debo quedar en esta situación?Estoy sentada en el baño, sintiendo la cerámica fría en mi espalda. Espero a que el temblor se detenga y me permita caminar. No tengo nada de fuerzas.—¿Hace cuánto estás teniendo ataques de pánico? —me pregunta.—No lo sé —contesto y siento mi garganta maltratada, hablar me cansa.—¿Te vas a quedar ahí?—No… ya me voy —contesto e intento levantarme.Alessandro se acerca a mí y me carga en sus brazos. Me lleva hasta su habitación, algo que me impresiona, intento protestar, pero con las pocas fuerzas que tengo apenas si puedo gruñir un poco. Me acuesta en su cama y se queda recostado a mi la
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