Anna se removió desesperada entre los brazos de los guardias de seguridad, sintiendo como su corazón latía a mil por hora, y su vista nublada por el pánico. —¡Suéltenme, miserables desgraciados! —gritó como una fiera enloquecida. Mikhail, viendo con espanto cómo el pequeño cuerpo de Lucas se sacudía y los ojos se viraban, giró su silla hacia los agentes con una expresión de autoridad que no admitía discusión.—¡Deténganse! —ordenó firme y glacial—. Libérenla, ¡ahora!Anna no fue capaz de pensar en nada más, sino que su instinto de madre y su formación médica la impulsaron a actuar. Se arrodilló junto a su hijo y aunque trataba de mantener la calma, sus manos no dejaban de temblar. —¡No, por favor! ¡Lucas, respira! ¡Vamos, mi amor, respira! —suplicó, comenzando la reanimación cardiopulmonar, e ignorando todo a su alrededor.—Por favor, ese niño está actuando— murmuró la prometida de Mikhail, con los ojos encendidos de celos.—¡Mikhail, no puedes estar en serio! Ella está aquí para c
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