**Capítulo 3** "¿Quién es el padre?"

—Caballeros, ¿podrían decirle a su director que no quiero ir a hablar con él? —replicó Anna, con irritación.

Uno de los agentes movió la cabeza de un lado a otro, evitando su mirada con un gesto contenedor de paciencia.

—Disculpe, señora, pero debemos cumplir con lo que se nos ordenó. Por favor, acompáñenos.

A regañadientes, Anna se vio obligada a seguirlos por los fríos y amplios pasillos del hospital hasta la oficina del director.

Al llegar, la puerta se cerró tras ella con un chasquido seco, y sintió que el espacio se reducía hasta aplastarla.

La familiaridad amarga de su último recuerdo en ese lugar la invadió de repente, formando un nudo en su garganta.

«Nunca hice planes contigo», esas palabras se repitieron en su mente como un mantra doloroso.

Mikhail estaba detrás de su escritorio de caoba, con su mirada verde intenso fija en ella.

—Ven por el niño —pidió, pulsando el intercomunicador con dedos tensos.

Anna se aferró a la mano de Lucas.

—No, Lucas se queda conmigo —replicó con ojos llenos de desconfianza, posando al niño detrás de su espalda y abrazándolo con fuerza.

La secretaria, en cuanto entró, miró a Mikhail y luego a Anna sin saber qué hacer.

—He dicho que te lleves al niño —repitió Mikhail con tono agrio, y su secretaria tembló ligeramente, mostrando su indecisión.

—Anna, lo cuidaré muy bien, te lo prometo —aseguró la secretaria intentando transmitir seguridad, puesto que la conocía desde hacía años.

—Y yo, que soy su madre, he dicho que no. Mi hijo se queda a mi lado y punto —gritó Anna, mostrando un carácter que Mikhail no conocía.

«Como se atreve a gritarme»

—Muy bien —dijo Mikhail, adquiriendo un tono amenazante mientras sus labios formaban una línea dura—, entonces no tengo problemas en enfrentarte delante del niño. Ya lo hice en el ascensor.

Anna, aunque llena de resentimiento, accedió finalmente con un gesto brusco a que se llevaran a Lucas, quien con sus ojitos verdes, inocentes, llenos de miedo y confusión miraba su madre, mientras salía de la habitación.

El silencio cayó pesadamente en la oficina cuando la puerta se cerró.

Mikhail desvió la mirada hacia sus propias piernas inmóviles un instante, antes de alzar los ojos hacia Anna, con desdén y amargura.

—Dime, Anna, ¿eres feliz al verme así? Imagino que te llena de regocijo saberme inútil. ¿Celebraste ese día? ¿Dijiste "me rechazó, me lastimó, pero terminó peor que yo"?

Anna negó con tristeza, sintiendo una ola de culpa invadirla.

—No, Mikhail. No es eso lo que quería. Siento mucho lo que pasó, no sabía que estabas…

—Paralítico —completó Mikhail por ella, dejando la palabra suspendida en el aire como una cuchillada—. Vamos, ¿qué te cuesta decirlo? Dilo, repite: "Mikhail, has quedado paralítico".

Anna sentía que esas palabras calaban más profundo en él que en ella, y Mikhail, al verla fruncir el ceño, soltó una risa sarcástica, torciendo el rostro en una mueca de amarga satisfacción.

Anna se agachó a su lado, en un gesto lleno de sinsabores.

—Lo siento. Siento que por salvarme estés en esta situación. Yo….

Mikhail la miraba detenidamente, como si intentara leer su alma a través de sus ojos, y su expresión se contrajo de dolor y resentimiento.

—Claro, ahora sientes pena. ¿Pero dónde estaba tu compasión cuando no viniste a saber de mí? Pasé meses en cama y esperé que al menos te dignaras a venir a darme las gracias —replicó, antes de estirar un brazo y jalarla bruscamente hacia sus piernas, impidiéndole levantarse mientras le apretaba el cuello con una fuerza sorprendente.

—¡Suéltame! —gritaba Anna, tratando de pellizcarle una de las piernas en su desesperación.

—¡Habla! ¿Quién es el padre del niño? —exigió a gritos, clavando más los dedos en su cuello, y a Anna le estaba costando respirar. —. ¿Por qué me llamó papá?

Anna, aturdida y asustada, sentía su corazón latir con fuerza en su pecho.

Forcejeaba por liberarse, sentía como le faltaba el aire, pero Mikhail no la soltaba.

Sabía que si Mikhail descubre la verdad, podría intentar quitarle al niño.

—El padre está esperando en casa. Mi… mi esposo espera por nosotros —mintió, tratando de confundirlo, a la vez que su mirada se llenaba de un relámpago de desesperación.

—Únicamente volví aquí para salvar a mi hijo. Una vez que lo logre, me iré y no volveré, jamás te lo prometo.

«Así de fácil», rezongó Mikhail para sus adentro con ironía.

La miró con furia intensa, clavándole los dedos en un hombro, y Anna, desesperada, seguía removiéndose.

Mientras que fuera de la oficina, los reclamos de ambos se oían claramente. Provocando que la asistente de Mikhail, descuidando un segundo a Lucas, se acercara a su escritorio.

Sacó su teléfono de su bolso y llamó a la prometida de Mikhail, Maria, quien era también su amiga cercana.

—María, tienes que venir. Anna ha regresado... y tiene a un niño con ella —dijo, susurrando al teléfono.

María, que casualmente estaba cerca del hospital, llegó rápidamente acompañada de varios agentes de seguridad.

Con pasos decididos y rápidos, se dirigió hacia la oficina de Mikhail y abrió la puerta de golpe.

Dentro, encontró a Anna sobre las piernas de Mikhail, forcejeando con él, pero sus rostros estaban tan cerca y sus ojos estaban tan fijos que parecía que estaban a punto de besarse.

Justo en ese momento, Mikhail empujó a Anna, quien cayó al suelo, aturdida y jadeando.

—¡¿Qué está pasando aquí?! —exclamó Maria con indignación, pero al notar la mirada fría de Mikhail, señaló a Anna.

— ¡Anna está aquí para lastimarte de nuevo, Mikhail! ¡Agentes, sáquenla y no la dejen volver a entrar en el hospital!

Los agentes se acercaron a Anna, listos para agarrarla, sin embargo, el sonido que creó la puerta cuando la abrieron de golpe, los hizo girar las caras.

Lucas entró corriendo.

—¡Mamá! —gritó con sus ojitos llenos de terror. Mientras se llevaba las manos al pecho y comenzaba a respirar con dificultad.

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