El amor entre Tatiana y Sergei se había dado de una manera tan rápida y natural que, desde el principio, ambos sintieron que no había necesidad de más tiempo para saber que querían pasar el resto de sus vidas juntos. Sergei, siempre directo y decidido, no dudó ni un segundo en proponerle matrimonio a Tatiana. Para él, cada día que pasaba a su lado solo confirmaba lo afortunado que era de haberla encontrado. Por su parte, Tatiana, llena de emoción, aceptó sin titubeos. La relación había sido un torbellino, pero un torbellino lleno de risas, complicidad y un amor que crecía con fuerza. El día de su boda, acordaron que sería una ceremonia íntima, algo que realmente reflejara lo que ambos valoraban: la sencillez y el amor sincero. Solo estarían ellos dos, el pequeño Lucas, quien no podía ocultar su emoción, y Mikhail y Anna, quienes serían los testigos de esta unión. Para ambos, el hecho de tener a sus amigos más cercanos en ese momento tan especial hacía que todo fuera aún más signif
La tarde en el parque de diversiones era perfecta. El sol brillaba sin ser sofocante, y una suave brisa acariciaba los rostros de Anna, Mikhail y su hijo Lucas mientras caminaban de atracción en atracción. Lucas, con una energía interminable, había decidido que los carritos chocones eran la siguiente parada en su lista de "cosas que hacer" antes de terminar el día.—¡Vamos, papá! ¡Te voy a ganar! —exclamó Lucas emocionado, corriendo hacia los carritos chocones mientras Mikhail lo seguía, riendo ante la emoción desbordante de su hijo.Anna y Svetlana se quedaron junto a la barrera de seguridad, observando cómo los dos se preparaban para subirse a los autos. Mikhail, con calma, le guiñó un ojo a Anna desde el carrito, mientras Lucas, lleno de determinación, se acomodaba en su asiento, listo para la batalla de choques que estaba a punto de comenzar.—No sabes en lo que te has metido, papá. ¡Voy a chocarte tantas veces que te rendirás! —gritó Lucas, lleno de emoción.—¿Ah, sí? —Mikhail
Mikhail y Anna aterrizaron en Santorini, Grecia, bajo un cielo despejado que parecía un lienzo pintado de azul. El mar Egeo resplandecía bajo el sol, prometiendo días de calma y noches bañadas por la luna. Todo en esa isla estaba cargado de promesas, de momentos que, en ese instante, ambos creían que durarían para siempre.Al llegar a su villa privada, los rodeaba el aire salado del mar, mientras una brisa cálida acariciaba sus rostros. La villa, enclavada en lo alto de un acantilado, ofrecía una vista impresionante del océano, donde el horizonte parecía fundirse con lo infinito. Anna miraba hacia la distancia, asombrada por la belleza del lugar, mientras Mikhail la observaba en silencio, maravillado por la forma en que su presencia parecía completar el paisaje.—No puedo creer que estemos aquí —susurró ella, deslizando su mano por el brazo de Mikhail, quien la rodeó por la cintura, atrayéndola hacia él.—Este es solo el comienzo —respondió Mikhail, susurrando cerca de su oído, con
La noche en Nueva York brillaba con un esplendor especial. Las luces de la ciudad parecían más luminosas que nunca, mientras los invitados comenzaban a llenar la sala donde se celebraba el evento en honor a Iván, quien acababa de firmar su segunda serie de televisión, la cual se había convertido en un éxito rotundo.La prensa, los compañeros de trabajo y algunos amigos cercanos se reunían para celebrar su triunfo, pero nada podía haber preparado a Iván para lo que estaba a punto de suceder.Mientras subía al escenario para dar su discurso de agradecimiento, Iván hizo una pausa, levantando la mirada hacia la puerta. Allí, cruzando el umbral de la entrada, vio a Anna, quien llevaba siete meses de embarazo.Estaba radiante, con una luz especial en sus ojos y una sonrisa que no podía ocultar, tomada de la mano de Mikhail. La imagen de ellos juntos, después de tantos altibajos, lo dejó sin palabras por un momento. Nunca habría esperado que Anna viajara hasta Nueva York para estar presente
Había pasado quince años desde que Lucas venció las probabilidades y sobrevivió a su grave enfermedad cardíaca, la misma que había amenazado con arrebatarle la vida cuando era un niño.Ahora, con 22 años, estudiaba en una prestigiosa universidad en Francia, siguiendo los pasos de sus padres y aspirando a convertirse en cirujano cardiólogo. Quería devolver las vidas que un día parecieron irse, prepararse para salvar corazones, tal como hicieron sus padres para salvar el suyo.A pesar de la distancia, Lucas no perdía de vista lo que sucedía en casa. Cada vez que veía en las redes sociales los logros de su madre, Anna, una de las cirujanas más respetadas, su pecho se llenaba de orgullo. La admiraba profundamente, pero no solo por su carrera, sino por la lucha incansable que había emprendido para mantenerlo vivo cuando era niño, cuando hospital tras hospital, buscó a alguien que lo ayudara.Lucas tenía una relación desde hacía tres años con una chica francesa llamada Camille, y aunque el
El sol de la tarde doraba suavemente la terraza de la mansión Petrova. Anna y Mikhail, ya con el paso del tiempo reflejado en sus cabellos plateados y en las suaves arrugas que adornaban sus rostros, compartían su ritual cotidiano: el té de la tarde. La brisa marina acariciaba las hojas de los árboles que los rodeaban, y todo el mundo parecía en calma, tal como ellos habían soñado durante años.Mikhail se apoyaba en Anna, su fiel compañera, mientras miraban el horizonte. Aunque ya no caminaba con la misma facilidad de antes, Anna era su sostén, tanto físico como emocional. Ella, con una sonrisa de satisfacción, lo miraba con amor, recordando todo lo que habían pasado y superado juntos.De repente, el teléfono de Anna sonó, interrumpiendo la serenidad del momento. Era su tercera hija, una joven de 20 años, quien con emoción y un tono misterioso le pidió que acudieran al faro que les había enviado en una ubicación por mensaje.—“No dejen de venir, por favor, mamá, y trae a papá contigo
—¿Estás seguro de que esa chica es la hija de mi difunto esposo y su amante? —preguntó la señora Petrov a su asistente personal, que estaba de pie a su lado, con la cabeza inclinada en señal de respeto. —Sí, señora, estoy 100% seguro. El investigador fue muy preciso con el reporte. Anna Ivanova es la hija ilegítima del finado señor Petrov —afirmó el asistente con seguridad. La señora Petrov frunció el ceño, sintiendo un nudo en el estómago. —Si mi hijo no saca a esa mujer de su vida, tendremos que buscar una manera de deshacernos de ella. Sabes muy bien que no me conviene que esa mujer descubra que es la heredera de toda la fortuna Petrov. No dejaré que nadie me quite todo por lo que luché. Todo me pertenece —gritaba la mujer, con su expresión transformándose en una máscara de furia. —Señora, si ella descubre la verdad, ¿representará un problema el testamento falso que usted elaboró? —preguntó su asistente con preocupación. Ella giró hacia él, con una mirada dura y fría.
—¡Mikhail, no podemos continuar de esta manera! —exclamó la señora Petrova, sin dejar lugar a réplicas, al entrar en la sala adornada con arte costoso y muebles antiguos que evidenciaban una riqueza que era incapaz de llenar el vacío interior de Mikhail.—La gente ya comienza a cuestionarse por qué aún no te has casado.Mikhail alzó la mirada de su taza de té, mostrando las ojeras profundas y la palidez de su piel. —Madre, ya hemos discutido esto. No deseo una esposa. —¡Eso es absurdo! —protestó ella, cruzándose de brazos. — Eres un hombre de éxito, con una carrera destacada. ¿Cómo es que no deseas una buena mujer a tu lado?Mikhail, frustrado, soltó un suspiro y bajó la vista hacia sus piernas. —El éxito en mi carrera no implica que pueda brindar amor a una mujer. No quiero involucrar a alguien en mi vida sabiendo que no puedo hacerla feliz.—¿Y qué hay de mi reputación? ¿De la reputación de nuestra familia? —insistió la señora Petrova, acercándose. — He dedicado mi vida a pr