El corazón de Anna se sobresaltó. Aunque estaba en shock y no podía creer que Mikhail estuviera paralítico, pero a pesar de su incredulidad, evitó su mirada. Necesitaba llevarse a su hijo de allí; no quería que Mikhail estuviera cerca de Lucas.La sala de espera del hospital estaba repleta, pero para Anna, el mundo se reducía a un pequeño espacio donde solo existían ella, su hijo y el hombre que había amado.—Cariño, el doctor nos espera, tenemos que irnos —dijo Anna, sujetando la mano de Lucas con una urgencia apenas contenida.—Mamá, tengo que despedirme de papá —insistió el niño, con los ojos llenos de confusión y una leve tristeza.—No, ese hombre no es tu papá, no digas eso —reprendió Anna, poniendo su mano en el hombro del pequeño y casi obligándolo a caminar, fingiendo no haber visto a Mikhail.Anna sentía temblar sus rodillas por los nervios. Temía que Mikhail descubriera que Lucas era su hijo y quisiera quitárselo aunque era consciente de que ese encuentro iba suceder al vis
—Caballeros, ¿podrían decirle a su director que no quiero ir a hablar con él? —replicó Anna, con irritación. Uno de los agentes movió la cabeza de un lado a otro, evitando su mirada con un gesto contenedor de paciencia. —Disculpe, señora, pero debemos cumplir con lo que se nos ordenó. Por favor, acompáñenos. A regañadientes, Anna se vio obligada a seguirlos por los fríos y amplios pasillos del hospital hasta la oficina del director. Al llegar, la puerta se cerró tras ella con un chasquido seco, y sintió que el espacio se reducía hasta aplastarla. La familiaridad amarga de su último recuerdo en ese lugar la invadió de repente, formando un nudo en su garganta. «Nunca hice planes contigo», esas palabras se repitieron en su mente como un mantra doloroso. Mikhail estaba detrás de su escritorio de caoba, con su mirada verde intenso fija en ella. —Ven por el niño —pidió, pulsando el intercomunicador con dedos tensos. Anna se aferró a la mano de Lucas. —No, Lucas se queda con
Anna se removió desesperada entre los brazos de los guardias de seguridad, sintiendo como su corazón latía a mil por hora, y su vista nublada por el pánico. —¡Suéltenme, miserables desgraciados! —gritó como una fiera enloquecida. Mikhail, viendo con espanto cómo el pequeño cuerpo de Lucas se sacudía y los ojos se viraban, giró su silla hacia los agentes con una expresión de autoridad que no admitía discusión.—¡Deténganse! —ordenó firme y glacial—. Libérenla, ¡ahora!Anna no fue capaz de pensar en nada más, sino que su instinto de madre y su formación médica la impulsaron a actuar. Se arrodilló junto a su hijo y aunque trataba de mantener la calma, sus manos no dejaban de temblar. —¡No, por favor! ¡Lucas, respira! ¡Vamos, mi amor, respira! —suplicó, comenzando la reanimación cardiopulmonar, e ignorando todo a su alrededor.—Por favor, ese niño está actuando— murmuró la prometida de Mikhail, con los ojos encendidos de celos.—¡Mikhail, no puedes estar en serio! Ella está aquí para c
Invadida por la ira, María, se volvió hacia Anna, con una furia contenida que prometía tormentas.—Oh, mira quién ha vuelto. La gran perra aprovechada —soltó sarcásticamente, con un tono que parecía gotas de veneno letal —. Solo vine a decirte que no te saldrás con la tuya. Sé lo que estás haciendo. Tratas de usar a ese niño enfermo para volver a enganchar a Mikhail.Anna la miró con incredulidad y furia, pero sus ojos recorrieron la habitación, buscando algún indicio de la trampa que le tenía preparada, aquella mujer nefasta que, en el pasado, se valió de engaños para destrozar su vida.—Eso no es cierto. Nunca haría algo así —alegó con indignación, sintiendo cómo la rabia le quemaba por dentro—. Ahora, vete antes de que llame a seguridad.La prometida de Mikhail dio un paso adelante, con una sonrisa maliciosa y altanera que hizo que la piel de Anna se erizara.—¿Sacarme a mí? —se carcajeó con un aire de arrogancia tan espeso que casi se podía cortar—. Soy la futura dueña de todo est
Anna se mordió el labio inferior con fuerza. Pensar que era muy egoísta de su parte sacrificar a su hijo por miedo a que lo alejaran de su lado la hizo levantarse de la cama de un salto.—Lo intentaré —dijo en apenas un susurro, como si se respondiera a sí misma—. Haré todo lo que pueda para convencerlo.El doctor asintió.—Haré los preparativos necesarios en cuanto el señor Petrov acepte. Por favor, hable con él lo antes posible.Anna asintió, sintiendo un peso agotador sobre sus hombros.Cuando el médico salió de la habitación, ella se acercó a la cama de su hijo y le acarició la mejilla suavemente.—Voy a hacer todo lo posible, mi amor. Te lo prometo —murmuró, sintiendo cómo sus lágrimas comenzaban a brotar.Mientras tanto, en su oficina, Mikhail abrió el primer cajón de su escritorio y sacó los resultados del último estudio que se realizó, notando debajo de estos su arma.«Anna, no puedo morir sin que vivas en mi infierno», pensó, recordando las ideas suicidas que habían pasado po
—No te reconozco, Mikhail. ¿Cómo puedes negociar con la vida de un niño? Nunca pensé que fueras tan nefasto— soltó Anna con decepción. Él, por un momento, se sintió mal, pero de inmediato retomó su semblante frío y se encogió de hombros.—No estoy negociando con la vida de tu hijo; lo hago contigo. Necesitas un favor de mi parte, y yo solo pido algo a cambio.Anna dio un paso al frente, aunque temblaba de impotencia.—Puedo suplicarte de rodillas si eso te hace sentir bien, pero lo que me pides es bajo.—Te aconsejo que no pierdas tu tiempo. Si te arrodillas, mi propuesta seguirá siendo la misma.Anna no lo pensó; estaba tan enfadada que se volvió hacia la puerta.—Mañana a esta misma hora, mi oferta se anula.Anna apretó tan fuerte la manija de la puerta que, si no hubiera sido de metal, esta se habría convertido en polvo.Aunque al decidir entrar en su oficina dejó de lado su dignidad y orgullo, esa propuesta desató una batalla feroz entre su mente y su corazón.—¡Púdrete, desgracia
**Capítulo 8** "Dinero maldito"La señora sacó un sobre y lo tendió hacia Anna.—Quiero que te vayas. Aquí tienes suficiente dinero para cubrir los gastos médicos de tu hijo en otro país. Este hospital no es el único lugar donde puede ser tratado.Anna miró el sobre con desprecio.—No me iré. He investigado y sé que este hospital es el único lugar donde mi hijo puede ser salvado. Su enfermedad es rara y compleja, y en muchos lugares se niegan a operarlo.La señora frunció el ceño, visiblemente irritada.—No seas tonta. Toma el dinero y vete. No provoques que me enfade y cambie mi método.Anna alzó el mentón con determinación.—No puede comprarme, y lo sabe bien. Si no lo logró en el pasado, ahora menos. No me intimidan sus amenazas. Mi hijo es lo único que importa, y haré lo que sea necesario para salvarlo.La señora, furiosa, se puso de pie y le tiró el sobre a la cara.Por instinto, Anna cerró los ojos, sintiendo cómo los billetes sueltos golpeaban suavemente su rostro antes de espar
—Desnúdate y ve a la cama.Anna sintió como si un cuchillo se hundiera en su pecho, el dolor era tan agudo que le robaba el aliento. Apretó los puños, mordiéndose la mejilla interna hasta que un sabor metálico llenó su boca.«No olvides que esta humillación es por la vida de Lucas» La humillación era tan intensa que las lágrimas empezaron a acumularse en sus ojos, pero se negó a dejar que cayeran. Estaba paralizada, como si el mundo se hubiera detenido a su alrededor, incapaz de decidir qué hacer.Mikhail giró en su silla de ruedas, observando el conflicto en su rostro. Verla tan perdida y afectada le hizo sentir una extraña satisfacción, pero al mismo tiempo, una sombra de duda cruzó su mente. ¿Estaba siendo demasiado cruel? Sin comprender del todo el impulso, rodó un poco hacia ella, casi sintiendo la necesidad de disculparse, de suavizar el golpe que le había asestado. Pero justo en ese momento, el teléfono vibró en su bolsillo, rompiendo el hechizo.«¿Qué demonios estoy hacien