Ava estaba sentada debajo de la ducha mirando sus manos, sus brazos, piernas…todo su cuerpo lleno de hematomas que eran la prueba de que aquella terrible noche no había sido una pesadilla y junto con el agua se iba mezclando la sangre que todavía estaba pegada en su piel, y sabía que no era solo la suya. Era repulsivo ver su sangre mezclada con la de Otto Anderson, el hombre que había intentado matarla horas antes. Ella se llevó las manos a la cabeza y empezó a llorar, porque jamás en su vida había temido tanto por su vida y tampoco había tenido que luchar para seguir respirando. Ella solo quería olvidar todo lo que había vivido en aquel callejón, pero un par de horas más tarde, cuando estaba en su cama, escondida debajo de las mantas y de su colcha como una niña, alguien entró a la habitación, sentándose a su lado en la cama y supo de inmediato quien era.–Mírame a los ojos Ava. –Pidió Scott Hoffman viendo como su hija se agarraba a la colcha que su abuela había hecho para ella cuan
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