Emily Gold estaba a punto de casarse. Claro que aquella boda no era real, pero se llevaba a cabo para que ella, pudiese escapar de su madre. Una de esas mujeres que no se le desean ni al peor de nuestros enemigos y no exageraba ya que su relación nunca había sido buena, para ella siempre fue un estorbo, una criatura que nació solamente para incomodarla. Y no es que se sintiera triste, de verdad que no, porque una persona no podía realmente extrañar aquello que nunca había tenido así que vivir lejos de ella y de sus tratos déspotas, sería increíble. Emi era hija única, su papá la amaba pero no la amaba, es decir, un padre amoroso jamás permitiría que su pequeñita sufriera tanto a manos de la persona que, en teoría, debería de amarla. Y él, estaba tan enamorado de su esposa que entonces, se hacía de la vista gorda ante los horrores que Emi vivía. Pero no todo era completamente malo, pues contaba con el apoyo de su abuelito, August. Pero aunque lo amaba, si se permitía ser honesta, no
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