Capítulo 3. Un mundo fabricado con mentiras.
—Espero disfrute de la fiesta, joven.David León arrugó el entrecejo por un instante, pero enseguida le mostró una amplia sonrisa a Efraín, el chofer de su hermano Danilo, quien fue el encargado de recibirlo en el aeropuerto después de su largo viaje desde Europa.—Gracias, amigo, eso tenlo por seguro —garantizó y estrechó la mano del moreno—. Deja mi equipaje en casa de mi hermano, él lo recibirá con gusto —ironizó y salió del auto en medio de las risas divertidas del chofer, quien sabía tanto como él, que Danilo recibiría sus pertenencias como si le estuvieran entregando las llantas inservibles de un auto.Al quedar de espaldas al vehículo se le borró la sonrisa y observó con frialdad la enorme mansión, con helipuerto privado en la azotea, que se alzaba frente a él.Se paró firme frente a unas escalinatas de granito que se extendían a través de unos jardines cuidados. Cerró los botones de la chaqueta de su traje, se ajustó la corbata y comenzó a adentrarse en ese mundo fabricado a b
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