Todos los capítulos de LA REBELDE PRISIONERA DEL CRUEL ALFA: Capítulo 51 - Capítulo 60
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Inglaterra, un mes después.Los gritos de agonía de Freidys resonaban por todo el lugar. Había llegado el momento de que su hijo naciera, y yo me sentía extremadamente feliz. Pronto, yo controlaría a los dos últimos Imperials, y con ellos, dominaría el mundo entero.Entré a la habitación donde ella estaba. Freidys me miró con desesperación y me gritó que me largara, pero no moví ni un músculo.—Deja de gritar, o tu dolor se multiplicará —le advertí con frialdad.Ella miró hacia la puerta con ojos suplicantes, y yo sonreí con malicia. Me acerqué y me senté a su lado, disfrutando del poder que tenía sobre ella.—Ivar no vendrá, y tu hermano no tiene permitido entrar aquí —le dije con calma.Sus lágrimas comenzaron a fluir con más intensidad, y su cuerpo temblaba de angustia. Con una mano temblorosa, intentó apartar la mía cuando acaricié su vientre, su mirada llena de rabia y miedo.—Aléjate de mi hijo —me advirtió, su voz quebrada por el dolor y la desesperación.Sonreí un poco, disfru
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Un año después.La risa de mi hijo resonaba por todo el bosque. A él le encantaba acompañarme a recoger algunas hierbas. Aunque su padre deseaba enseñarle sobre espadas, mi bebé prefería mil veces estar aquí, rodeado de la energía de la naturaleza. Me encantaba verlo andar por el lugar, explorando.—Kieran, cariño, ven con mamá —lo llamé.Se levantó del suelo y corrió hacia mí con torpeza. Lo abracé con fuerza y le di un beso en la mejilla. Kieran era especial, muy especial, y sabía que debía cuidarlo con mi vida.Recogí la canasta con las hierbas y me puse en pie con mi hijo en brazos. Caminé lentamente hacia casa, pero al acercarme, escuché un bullicio. Aceleré el paso y vi a las personas un poco alteradas.Hakon corrió hacia mí y me arrebató a Kieran de los brazos. Se veía muy alterado, y eso era muy extraño, ya que Hakon era muy calmado.—Barcos ingleses, muchos de ellos han arribado en las costas. Eirik ha ordenado llevarlos a un lugar seguro —me dijo.Mi corazón empezó a palpita
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Cuando la luna estuvo en lo más alto, me levanté de la cama. Eirik y Kieran estaban profundamente dormidos. Salí de la habitación con cuidado y dejé la casa, necesitando desesperadamente hablar con Thora y las demás. Sabía que sola no podría enfrentar a Gytha.Me adentré en el bosque hasta llegar al centro de un claro. Me arrodillé y cerré los ojos, llamándolas en silencio. Después de un momento, todos los sonidos del bosque se detuvieron. Abrí los ojos y las sombras negras se encontraban alrededor de una fogata. Una de ellas se acercó a mí hasta materializarse.—Ella ha comenzado —le dije a Thora con desesperación en la voz.Su expresión no cambió, solo asintió con la cabeza.—Lo sé, pero no podemos hacer nada. Ha sacrificado a todas las almas que la seguían; su cuerpo se ha materializado —respondió Thora.Me levanté de un salto, la incredulidad y la furia se mezclaban en mi interior. Si ella ya lo sabía, ¿por qué me lo había ocultado?—¿Los míos están en peligro y no me lo dijiste?
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Inglaterra.El niño lloraba desconsoladamente mientras Ivar lo golpeaba como si fuera un animal salvaje. Y eso era lo que quería de él: que se convirtiera en un animal, uno leal que nunca mordiera la mano que lo alimentaba.—Ma-ma —lloriqueó el pequeño al verme, sus ojos llenos de lágrimas y miedo.Me acerqué con calma, apartando a Ivar.—Me molesta verlo —dijo Ivar de mal humor.El niño caminó hacia mí, extendiendo sus pequeños brazos en busca de consuelo.—¿Te duele, pequeño animalito? —le pregunté, mi voz suave y cálida mientras me agachaba a su nivel. Él asintió con la cabeza, sus lágrimas mezclándose con la sangre en su rostro hinchado.—Es desobediente y altanero —gruñó Ivar, claramente frustrado.Abrí mis brazos y el niño, temblando pero esperanzado, se lanzó hacia mí. Lo rodeé con mis brazos y limpié la sangre de su cara con mi mano. El pequeño animalito no dejaba de llorar.—Debes quererme mucho, pequeño animalito. Soy la única que te protegerá, lo entiendes, ¿verdad? —le sus
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Los días pasaron demasiado rápido, tan rápido que ni siquiera me dio tiempo de empacar algunas cosas. Ni tiempo tuve de prepararme mentalmente para lo que iba a ocurrir.Despedirme de mi hijo fue como arrancarme una parte de mi cuerpo. La angustia se aferraba a mí como una sombra que no podía sacudir, pero sabía que era un sacrificio necesario. Si quería asegurar un futuro en paz para él, tenía que enfrentar a Gytha e Ivar, detenerlos de una vez por todas, sin importar el costo.Una vez en el enorme barco, una sensación de inquietud se apoderó de mi pecho; era tan pesada que, con cada respiración, se volvía más y más insoportable. Algo andaba mal, muy mal.—Siento que algo va mal —le confesé a Eirik, que estaba a mi lado. Su presencia, que siempre me había reconfortado en momentos difíciles, ahora me hacía sentir aún más intranquila. Era tan contradictorio todo lo que estaba sintiendo.Eirik me miró; su rostro mostraba una serenidad que no lograba contagiarme. Sin embargo, pude ver en
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Apenas puse un pie en tierra, una sensación de terror me envolvió, como si el suelo mismo estuviera maldito. El aire se volvió pesado, sofocante, y una oleada de pánico recorrió mi cuerpo, dejándome en shock. La voz de Eirik resonó en la lejanía, pero no podía identificar qué me quería decir.Miré frenéticamente de un lado a otro, tratando de localizar el origen de mi malestar, cuando de la nada emergieron cientos de lobos, sus ojos brillando con ferocidad.El tiempo pareció detenerse por un instante, justo antes de que el caos se desatara. Los lobos se lanzaron contra nosotros con una velocidad y violencia que desdibujó la realidad. Todo lo que vi fue un borrón carmesí, un torbellino de colmillos y garras que desgarraban carne y hueso con una brutalidad aterradora. Un tsunami de sangre y vísceras bañó el campo de batalla; el hedor a muerte llenó el aire, saturando mis sentidos.El rugido de la batalla resonaba en mis oídos, un coro de gritos y alaridos que se mezclaban con los aullid
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Miré frenéticamente de un lado a otro, mi mente intentando desesperadamente comprender lo que estaba ocurriendo, mientras luchaba por calmarme o, al menos, mantener un mínimo de cordura. Pero el pánico se apoderaba de mí. Había regresado, y no estaba segura si podría volver.—¿Cariño, te sientes bien? —preguntó mi madrastra, su voz llena de preocupación, mientras sus ojos me observaban con extrañeza.Negué con la cabeza de inmediato, sintiendo que el mundo se desmoronaba a mi alrededor. Nada estaba bien. Todo estaba mal.Varios policías entraron a la habitación y me miraron. Yo miré a mi madrastra, que se veía muy preocupada. Estaba sucediendo otra vez; era como si todo lo que viví hubiese sido un sueño. Pero yo sabía que no lo era; mi vida con ellos era verdad, mi hijo era real.—Señorita Blake, necesitamos hacerle algunas preguntas —me dijo uno de los policías.Asentí con la cabeza de inmediato.—Ella hablará cuando nuestro abogado llegue —contestó mi madrastra.Los policías asintie
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Mi respiración era un caos, descontrolada y errática, mientras mis ojos recorrían el lugar frenéticamente en busca de Tiana. La angustia se apoderaba de mí con cada segundo que pasaba sin encontrarla. Uno de mis hombres se acercó, arrastrando a uno de los ingleses por el cuello, sujetándolo con fuerza. Lo lanzó a mis pies sin piedad, y el inglés alzó la vista hacia mí.En sus ojos vi reflejado el terror, ese tipo de miedo que tienes cuando sabes que tu vida está en manos de alguien que no dudará ni un segundo en partirte el cuello. Y en este caso, ese alguien era yo.—Habla, o te juro que me vestiré con tu piel y usaré tus vísceras como adornos —lo amenacé. Mi voz sonaba fría y llena de odio.El tipo asintió frenéticamente, sus ojos llenos de pánico.—¡Ella nos prometió dejar Inglaterra si los traíamos aquí! —balbuceó, mientras temblaba como un puto cobarde.La ira me cegó; el odio y rencor que estaban dormidos emergieron. Iba a aplastarlo de la misma manera en que aplastaría a Ivar y
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Cuando desperté, lo primero que vi fue la imponente lámpara colgando del techo de la habitación. Tomé aire profundamente, tratando de ordenar mis pensamientos, y me senté en la camilla. Al girar la cabeza, vi a mi madrastra, Ana, descansando en un sofá cercano. Su postura era tensa, como si no hubiera dormido bien. Pobre, ella que siempre ha sido muy buena conmigo, ahora que todo esto me ha pasado es cuando aprecio lo que ella siempre ha hecho por mí.—Ana —la llamé con la voz aún ronca; sentía mi garganta reseca.Ella abrió los ojos lentamente, y en cuanto me vio despierta, se levantó de un salto, acercándose a mí con rapidez y preocupación en la mirada.—¿Estás bien? —me preguntó, su voz temblando ligeramente, como si temiera la respuesta.Asentí. Ella merecía algo mejor, y sé que, gracias a mí, no había vuelto a mirar a otros hombres. Después de lo que pasó con mi padre, ella se centró en cumplir con lo que le prometió: cuidarme siempre.—Perdón por todo lo malo que te he hecho pas
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60
Saqué el cuerpo sin vida de Tiana en mis brazos, sintiendo cómo mi alma se fragmentaba en miles de pedazos. Mis hombres se acercaron, sus miradas llenas de una mezcla de curiosidad y conmoción, mientras veían cómo las lágrimas se deslizaban por mi rostro, reflejo de la pérdida que acababa de sufrir.No pude soportarlo más. Me dejé caer al suelo, abrazando el cuerpo inerte de Tiana con una desesperación que nunca antes había conocido. La apreté con fuerza contra mí, como si al hacerlo pudiera devolverle la vida, como si mi propio aliento pudiera reavivar su corazón.—Por favor, vuelve a mí, por favor—le supliqué mientras besaba su rostro una y otra vez.El dolor que sentía era indescriptible; superaba cualquier herida física. Era como si mi corazón fuera acuchillado una y otra vez, una tortura que me consumía desde dentro. Sentía que mi ser entero se partía en dos, que algo esencial en mí se desmoronaba para siempre.—Por favor, despierta... No me dejes solo... Sin ti, no soy nada—soll
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