Todos los capítulos de Mi mate es humano.: Capítulo 31 - Capítulo 40
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31. ¿Donde estabas, mi amor?
—¿Por qué estás triste? —preguntó Alexander, mirándola fijamente antes de dejarse caer en el pasto y tumbarse observando las estrellas. Giró el rostro y le sonrió—. Hace mucho tiempo que no estábamos tú y yo a solas sin tanto alboroto alrededor. Es momento de que me cuentes cómo va tu vida de casada y qué tal te trata ese Markus.Teresa no pudo evitar sentir enfado al ver la forma relajada en la que se encontraba Alexander. Podía notar en su mirada cariño, pero ya no ese deseo y necesidad que siempre había percibido en él al verla.No pudo evitar soltar un bufido que disfrazó de suspiro al sentarse al lado de él.—Supongo que no puedo quejarme; me trata como una reina —mencionó ella, colocando su mano sobre la suya de manera descuidada, rozando sus dedos con el dorso de la mano de su amigo.Ese contacto fue extraño para él. Sintió algo indescriptible, no era dolor, no era repulsión, pero era algo que le hizo apartar la mano rápidamente cuando antes, sin duda, habría anhelado ese conta
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32.Prométeme que siempre estaremos juntos.
Alexander se sintió relajado en el instante en que esos brazos lo rodearon. Era impresionante cómo su cuerpo reaccionaba al tacto de Francesca, diferente de cualquier otra, incluso de aquellas a quienes había creído amar.—Es muy pronto para que estés despierta —dijo Alexander, girando para tenerla de frente y rodeándola en un abrazo más apretado de lo normal, como si lo que acababa de ocurrir pudiera arrebatársela.—No puedo dormir si tú no estás a mi lado —respondió Francesca, haciendo un ligero puchero.Alexander deslizó la nariz por el rostro de su amada y buscó su boca para besarla, intentando calmar la ansiedad que sentía. Su intención era darle un beso suave y tierno, pero rápidamente se convirtió en algo hambriento y necesitado, invadiendo su boca con la lengua y haciéndole saber que era suya.Francesca respondió al beso enredando sus brazos alrededor de su cuello y metiendo los dedos en la sedosa cabellera de Alexander, manteniéndolo muy cerca, casi odiando la necesidad de re
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33. Acónito
Markus vio desde lejos cómo Alexander y Francesca se marchaban y decidió buscar a su esposa para aclarar las cosas. Caminó con paso decidido hasta quedar frente a ella.—No te veo muy feliz en este momento —dijo Markus—. Me queda claro que hice bien en no marcarte; si lo hubiera hecho, te habría hecho infeliz toda la vida.Teresa se sorprendió, no solo por las palabras de su esposo, sino por la forma en la que la observaba. ¿Acaso había sido testigo del encuentro que había tenido con Alexander?Markus se giró para no decir nada más y volver al interior del castillo. Al fin y al cabo, era un lobo, un Alfa muy poderoso, aunque no tanto como un lobo negro. No podía evitar ser posesivo con su pareja, incluso sin haberla marcado.Gruesas lágrimas empezaron a derramarse de los bellos ojos azules de Teresa. La simple idea de quedarse sola y sin la protección de uno o del otro la hizo salir corriendo tras Markus.—Markus, por favor, detente. Explícame por qué me dices esas palabras, no puedo
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34. Regresa a mi.
Un escalofrío recorría las opulentas estancias del castillo Deveroux. La noticia se extendía como una neblina helada, sembrando el pánico entre los sirvientes y la nobleza. Nadie sabía si la víctima del vil atentado había sido la princesa o el príncipe.Todo ocurrió durante el desayuno en su honor, tras ser bendecidos por la diosa Selene. La celebración, llena de júbilo y opulencia, se tornó trágica tras el brindis. Solo un pequeño sorbo de una copa de cristal tallado provocó que, segundos después, uno de los príncipes se convulsionara y colapsara ante la horrorizada mirada de los asistentes.La voz atronadora del rey lycan, Antuan, resonó:—¡Llamen a los médicos reales y cierren todas las salidas del castillo! ¡Nadie saldrá ni entrará hasta que demos con el culpable de este horrible atentado!Teresa llevaba el bote escondido en su sujetador. El escozor que sentía por un par de gotas que lo habían manchado era indescriptible. Ciertamente, era una poción muy concentrada de Matalobos, p
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35. ¿Quién eres?
Alexander logró alcanzar al lobo, ahora convertido en hombre. Por alguna extraña razón, no sentía miedo, pero sí una enorme curiosidad por sus palabras.—¿Dime quién eres?—No es el momento para que lo sepas, además ya no hay tiempo. Debes volver.Las sombras que se formaban por el resplandor dorado de la luna empezaron a desaparecer.—Toma mi mano, no tengas miedo, yo te llevaré al lugar donde debes estar, el lugar donde todos te están esperando.Alexander no pudo evitar estremecerse ante el tono de la voz de esa persona, y las frías sombras que trataban de envolverlo en un abrazo mortal. No lo pensó más y se aferró a la mano frente a él.Un sonido claro y suave comenzó a escucharse a su alrededor, llenándolo todo.—¿Qué es este peculiar ruido, que parece calmar mi alma?—Es el sonido de mi corazón. Es hermoso, ¿verdad? Es por ese sonido que debes volver. Ya elegí a un padre y una madre para esta vida que empre
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36. El conde ciego
Todos los guardias se acercaron con sus armas, listos para atacar.Sin embargo, Antuan, con una sola mano, los hizo apartarse.—Deténganse. Él tiene todo el derecho de hacer lo que hace. Como rey, es mi deber mantener a todos a salvo, y mi nieta estuvo en peligro no solo una vez, sino dos veces.El lobo de Alexander no estaba atacando al rey, pero sí le exigía respuestas sobre la seguridad de su luna y su nieta.Todos en el castillo eran sospechosos, por lo que serían tratados como tal.Los médicos reales llegaron hasta donde se encontraban los príncipes para llevarlos de regreso a una habitación.La loba de Franchesca guio a su pareja hasta el interior del castillo. Tras transformarse, se acercó hasta donde Alexander ya estaba siendo examinado por el doctor.—Haberse transformado de esa manera al despertar ha hecho que parte del acónito fuera desechado, pero eso también ha afectado una parte de sus nervios ópticos, lo q
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37. Solo no se sorprendan.
Teresa seguía nerviosa. Markus le había quitado el frasco con la poción matalobos, llevándola hasta la habitación de ambos y ordenándole meterse a bañar para eliminar cualquier rastro del olor de la poción en su piel.—No tardaré, me desharé de este maldito frasco y al volver, tú y yo hablaremos —le había dicho Markus dejándola a solas.El agua cayendo por el cuerpo de Teresa, en vez de tranquilizarla, la hacía sentir más culpable. El ardor que el agua causaba sobre su pecho, justo en el lugar donde había tenido contacto su piel con el acónito, la hizo gimotear de dolor, llevándola a recordar todo lo ocurrido desde el momento que su padre le dio la orden.Salió media hora después de la ducha, dándose cuenta de que Markus aún no había regresado a la habitación. Ella no pudo evitar estremecerse de miedo al escuchar ruidos, imaginando que tal vez los guardias lo habían encontrado con el frasco en su poder.—Markus, por favor… no tardes—pidió Teresa,
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38. Odio no poder verte.
—¿No me vas a decir cómo es nuestro futuro hijo? —preguntó Franchesca a Alex con picardía, mientras le hacía cosquillas en el costado.Habían compartido un desayuno agradable y, de no ser por la mirada lechosa de su esposo sobre ella que indicaba su ceguera, todo habría sido felicidad. Franchesca no pudo evitar entristecerse un poco, guardando esos sentimientos lejos del profundo vínculo que compartía con su alfa. Soltando un suspiro, dijo:—Creo que si volvemos a llamar a los médicos reales, mis abuelos sufrirán un infarto —dijo con un tono juguetón—. Así que me haré una prueba casera tan pronto como tenga la oportunidad. ¿Estás de acuerdo, mi amor?Alex la miró con ternura, sus ojos brillando con emoción.—Por supuesto que sí, mi querida Franchesca —respondió con voz suave—. Me encantaría saber si es un niño o una niña. Pero lo más importante es que esté sano y que tú estés bien.Se inclinó para besarla en la frente, un gesto lleno de a
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39. ¿Qué es lo que ocurre?
Alexander en ese momento del cambio maldijo, y no por el hecho de que su esposa tomara el control, sino por el simple hecho de no poder verla. Aun así, seguía poseído por sus instintos, lo que lo llevó a llevar sus manos a las caderas de Franchesca, ayudándola a empujarse hacia arriba, disfrutando de esa nueva posición que lo hacía sentirse más adentro de ella.Franchesca no pudo evitar gemir de placer al sentir toda la envergadura de su esposo en su interior.—¡Oh Alex!— jadeó ella, llevando las manos de su esposo por su cuerpo hasta sus pechos, mientras seguía subiendo y bajando sobre su erección como una amazona salvaje, moviendo sus caderas. Se detenía justo antes de sacar por completo su polla, haciendo un círculo con sus caderas antes de dejarse caer una vez más.Él disfrutaba del vaivén de las caderas de su esposa, de cómo se movía, de cómo lo montaba, haciéndolo desesperar y provocando que su cadera se moviera hacia arriba en busca d
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40. Debí matarte antes.
Franchesca asintió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. El instinto protector de su alfa era casi tangible, y ella sabía que juntos enfrentarían lo que viniera. Se giró hacia Alexander, susurrando palabras de calma y amor antes de dirigirse hacia las habitaciones reales, donde los reyes se encontraban con el traidor.El ambiente en el castillo estaba cargado de tensión, y a cada paso que daban, Franchesca y Alexander sentían las miradas curiosas y temerosas de los sirvientes y guardias. Al llegar a las habitaciones reales, vieron a Antuan y Sophie de pie, con la mirada fija en el licántropo capturado, que estaba arrodillado y encadenado.—Abuelos—dijo Franchesca con voz firme, aunque su interior temblaba—. Estamos aquí.Sophie se giró hacia ellos, su rostro una mezcla de rabia y alivio al ver a su nieta a salvo.—Franchesca, Alexander—dijo ella—. Este es el licántropo que se atrevió a hacerte daño.Antuan, con una expresión implac
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