Su rostro, rojo por las lágrimas, y en su mente, las palabras de Nathan se repetían cual susurro que, en cada sílaba, destrozaba su corazón.«No es amor. Esto era tan retorcido. Lo nuestro inició como una película de terror, debo aferrarme al coraje que alguna vez le tuve», su cabeza le decía una cosa, pero su pecho latía con fuerza, y, buscaba la manera de encontrar alguna justificación para la actitud de Nathan.El deseo de que él se retractara, de que reconsiderara las cosas, de que volvieran a comunicarse, era tan intenso que, dos semanas después, lo buscó de nuevo en esa helada sala de visitas, donde las paredes grises y el olor a desinfectante acentuaban la frialdad de la situación.La firmeza en la voz de Nathan no dejaba espacio para la duda: "No quiero volver a verte, entiende, tu presencia me molesta."Ariadna, en esa ocasión, no pudo contener las lágrimas, y sollozos, imploraba por una explicación. Cada una de sus lágrimas era una súplica silenciosa. Nathan ni siquiera tuvo
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