En el preciso instante en que su debilidad la llevaba a fantasear con Iván Urriaga, en su mente siempre lo veía con una sonrisa y sus bellos ojos centelleaban de felicidad. Había pasado tanto desde la última vez que lo vio fuera de sus sueños, que le era doloroso darse cuenta de que la rabia que sentía por ella había aumentado. Si las miradas pudieran cortar, ella estaría partida en mil pedazos. Ni siquiera fue consciente de sus lágrimas hasta que su esposo se lo mencionó. —Oye, no es para tanto. Sabes que es un inmaduro de m****a, ya se le pasará. —Nathan tomó el tenedor y continuó con su comida, como si eso no fuera la gran cosa. Ariadna frunció el entrecejo, exasperada, apretó con fuerza la carpeta en sus manos. —Te odio. ¡Eres una m****a! —le aseveró, con voz rota, para después girar sobre sus talones con la intención de irse. Nathan se puso de pie, lamentaba que ese par de dramáticos le arruinaran el apetito. Sin más, le solicitó al mesero que le trajera la cuenta. … Aria
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