Volver a la casa de sus padres, la hizo experimentar una calidez en el pecho; al sentarse en la sala le mejoró el ánimo. Durante la conversación, sus progenitores se perdieron en sí mismos. Tras meses de un matrimonio plagado de estrés, sumado a verdades a medias y amenazas, sus sentidos estaban alertas. Preocupada, les preguntó si algo andaba mal. Su madre sonrió, en tanto su padre imitaba el gesto y con un parpadeo recurrente, le aseguró que no había nada nuevo. En su esfuerzo por evitar el tema, la charla se centraba en el clima, o alguna novedad sobre una tienda asociada a su empresa de imprenta. Bajo ninguna circunstancia hacían mención de Nathan, ni hacían comentarios sobre la amable y encantadora señora Jennifer. En la cabeza de Ariadna surgían preguntas que no podía expresar en voz alta, todas relacionadas con Iván y su familia.Los minutos en el reloj avanzaban sin ninguna tregua. La hora de volver a su prisión se acercaba. Su pie le pagaba al suelo, inquieta, se removió
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