Todos los capítulos de Esposa de Otro Tiempo: Atada al Villano Rey Alfa: Capítulo 61 - Capítulo 70
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61. La tentación del Rey
Tal y como había pronosticado el Rey Valdimir, el "castigo" prosiguió en la intimidad de la alcoba real. En ese instante, Aelina se encontraba sometida bajo el imponente cuerpo del Rey Lobo. Él, con sus manos firmes, le sujetaba las muñecas impidiéndole tocarlo, mientras la besaba con una pasión desenfrenada que no podía controlar. Simultáneamente, la penetraba con movimientos frenéticos de sus caderas, provocando que los gemidos de ella se ahogaran en el ardiente encuentro de sus lenguas. El cuerpo de Aelina, llevado al límite de la resistencia, ya no podía soportar más. Aunque había perdido la noción del tiempo transcurrido en ese abrasador encuentro, tenía la certeza de que la excitación que recorría cada fibra de su ser no era natural, sino algo sobrenatural, lo cual intensificaba su sentimiento de culpa.«No tengo dudas, él está empleando algún tipo de hechizo para que disfrute de este castigo. No puede haber otra explicación lógica», pensaba Aelina mientras el clímax de la pasión
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62. El secreto del rey lobo
Con una delicadeza que contrastaba dramáticamente con la rudeza de sus acciones anteriores, extendió su mano. Sus dedos, que antes habían sido instrumentos de placer y dolor para muchos otros, ahora flotaban sobre la piel de Aelina como si temieran romperla. Finalmente, con un suspiro casi imperceptible, reposó su mano en el costado izquierdo de ella, justo sobre su corazón.El calor de su palma se fundió con la piel de Aelina, y por un momento, Valdimir permaneció así, inmóvil, como si estuviera escuchando el latido de su corazón a través del contacto. En ese instante de quietud, con la noche como único testigo, algo cambió en la expresión del Rey Lobo. Una sombra de vulnerabilidad, tan fugaz como un parpadeo, cruzó por sus ojos, antes de que su rostro volviera a endurecerse con esa expresión de indiferencia que siempre solía llevar.Entonces bien, en el instante en que Valdimir posó su mano sobre Aelina, un fenómeno extraordinario comenzó a manifestarse. Las venas de su brazo se oscu
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63. Sombras del pasado y presente
A la mañana siguiente, el reino de Kolgrim despertó envuelto en una bruma gris perla, típica de todos los días. El resplandor tenue de un sol oculto tras nubes densas se filtraba por los altos ventanales del aposento real, dibujando patrones sobre las sábanas de seda.En ese momento, Aelina despertó de su exquisito descanso con la lentitud de quien regresa de un viaje lejano. Sus párpados se abrieron pesadamente, revelando unos ojos aún nublados por estar todavía adormitada. Como en ocasiones anteriores, fue la claridad del día la que la arrancó de su sueño. A pesar del cielo encapotado, característico de aquellas tierras, la luz resultaba lo suficientemente intensa para que Aelina, con un gesto instintivo, se cubriera los ojos con el dorso de la mano.De pronto, como si un relámpago de lucidez hubiera atravesado su mente adormecida, se incorporó abruptamente. Sus grandes ojos azulados, ahora completamente despiertos y alertas, escudriñaron el espacio vacío a su lado en el lecho. Valdi
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64. La Reina que le gusta jugar con fuego
—Sí, me refiero a eso, mi collar—declaró Aelina, con su voz apenas en un susurro mientras estaba ahí frente a Valdimir. Con pasos cautelosos, se acercó al Rey Lobo con su mano extendida temblorosamente hacia el reloj que él sostenía. Sin embargo, Valdimir, con un movimiento fluido y deliberado, alzó su mano, mientras sus dedos largos y elegantes formaban una barrera imposible de quitar. Los ojos azulados de Aelina se encendieron con una mezcla de frustración al ver que ese hombre lobo solo parecía estar jugando con ella.—¡Esa es mi pertenencia! ¡Regrésamela! —exclamó la pelinegra a todo pulmón. Luego, volvió a intentar arrebatar el reloj, pero Valdimir, con una sonrisa que bailaba entre la diversión y la malicia, volvió a elevar su mano con sus reflejos lobunos demasiado rápidos para la joven humana.La muchacha con el ceño fruncido y las mejillas teñidas de un rosa intenso por la indignación, respiró hondo, intentando calmarse. El aroma a sándalo y cuero que emanaba de Valdimir inun
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65. Un espejo que no es normal
—Regresa eso a su lugar —la advertencia Valdimir sonó baja y amenazante como el gruñido de un lobo furioso. Sus ojos, ahora del color del ámbar fundido, brillaban de una forma que hubiese matado del miedo al soldado mas valiente de su regimiento.Aelina, con el corazón latiendo como un tambor de guerra en su pecho, fingió inocencia. Sus dedos, delicados pero firmes, acariciaron la superficie del espejo mientras lo examinaba con fingida curiosidad.—¿Qué es esto? Oh, es un espejo... —murmuró haciéndose la tonta, con su voz apenas siendo un susurro en la tensión del momento— Parece antiguo.Ignoró deliberadamente la advertencia de Valdimir, que había sonado tan aterradora como el aullido de un lobo en una noche sin luna.—Regresa el espejo a donde lo encontraste —repitió Valdimir con cada palabra cortando el aire como el filo de una daga—. No me hagas repetirlo una tercera vez.Aelina, en un despliegue de audacia que sorprendió incluso a sus antepasados, comenzó a acomodarse su cabello f
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66. El tiempo detenido
—Lo que está mostrando este espejo...—comenzó a decir Valdimir con su voz ronca por la tensión. Sus ojos, de ese hermoso color ámbar profundo, escrutaban la superficie pulida del objeto mientras el recuerdo que él «jamás», vivió se desvanecía. Sus dedos, largos y elegantes, se cerraron alrededor del marco ornamentado—. Esto nunca sucedió. Yo no recuerdo haber hecho algo así. —Su mirada, penetrante como siempre, se clavó en Aelina—. ¿Qué es esto, humana? ¿Acaso creaste un recuerdo falso para que se reflejara en el espejo?Aelina sintió como si le hubieran arrojado un balde de agua helada. Sus ojos azulados se abrieron de par en par, revelando el pánico que crecía en su interior. Su corazón latía con tanta fuerza que temía que Valdimir pudiera escucharlo. De esa manera, el lobo depositó el espejo en el sofá con un movimiento tranquilo y se acercó más a ella acortando la poca distancia que los separaba ahí sentados en el sofá. Aelina tragó saliva mientras el Rey lobo como siempre hacía, i
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67. Las estatuas de cera
Después de descargar su frustración con cinco bofetadas contundentes al Rey Lobo, Aelina se acercó a Valdimir con una mezcla de cautela y nerviosismo. Sus dedos, aún hormigueantes por el impacto de las cachetadas, se deslizaron por el cuello del lobo hasta encontrar el collar, ella hacia lo posible por no tocarlo demasiado, no sabía por qué era tan prudente, pero prefería que fuera así. Con un movimiento fluido, lo desenganchó y se lo colocó, sintiendo el peso frío del metal contra su piel luminiscente una vez más. Ahí es donde debía estar su collar, en su cuello, no en el del villano de su destino.Antes de aventurarse para ver si su magia del tiempo podía viajar al futuro, la curiosidad de Aelina se despertó. ¿Cómo se vería el resto del palacio en este instante congelado? Con una sonrisa traviesa dibujándose en sus labios, salió de la habitación. Sus pasos ligeros resonaban con gracia sobre el suelo de piedra, mientras sentía una tranquilidad que no había experimentado desde que lleg
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68. Un vistazo al futuro
Aelina retrocedió bruscamente con su corazón latiendo con fuerza contra su pecho. Los ojos de Valdimir, fijos e inmóviles, parecían atravesarla con una mezcla de sorpresa y furia contenida. El ámbar de su mirada brillaba con una intensidad sobrenatural, como si estuviera contemplando una visión más allá de este mundo congelado.La revelación golpeó a Aelina con la fuerza de un golpe a su estómago:—Para que pueda moverse a mi propio ritmo, tengo que permanecer tocando a la persona u objeto por un tiempo prolongado —susurró con su voz siendo apenas un hilo en el silencio sepulcral de la habitación—. Él no se movió cuando lo abofeteé porque no duraba nada tocándolo. Ahora entiendo.Con pasos cautelosos, Aelina se sentó junto al lobo inmóvil, mientras sus ojos recorrían el perfil perfecto de Valdimir. La luz tenue de la chimenea congelada acentuaba los ángulos afilados de su rostro, creando un juego de sombras que lo hacía parecer aún más atractivo.—Ah, este bastardo tiene hasta el perfi
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69. Decidida a cambiar su destino
—¡No! —La exclamación de Aelina resonó en el vacío del tiempo detenido, con su voz cargada de horror y desesperación. Sus ojos, abiertos de par en par, reflejaban el pánico que se apoderaba de ella como una ola oscura y abrumadora—. ¡Ese malnacido, me obligará a tener un hijo suyo! ¡En un año quedaré embarazada de la bestia que destruirá el futuro!Su cuerpo etéreo temblaba, la luz dorada que la envolvía parpadeando como una llama azotada por el viento. Por un instante, la tentación de fundirse con su yo futuro, de experimentar esa realidad de primera mano, la abrumó. Pero la repulsión ante la idea de llevar en su vientre al hijo de Valdimir la hizo retroceder, negando frenéticamente con la cabeza.—Debo regresar y cambiar este nuevo futuro próximo que se avecina —declaró con su voz firme a pesar del temblor que recorría su cuerpo—. No quedaré embarazada de él. ¡Jamás lo permitiré! ¡No le daré herederos a esa bestia!Con la valentía ardiendo en sus ojos para llevar a cabo aquello, Aeli
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70. La Llave y el Candado
Las palabras intercambiadas con Aelina aún se escuchaban en los oídos de Valdimir mientras observaba, con una mezcla de anhelo y confusión, cómo ella se dirigía hacia el baño. Por un instante fugaz, un impulso casi irresistible lo empujó a seguirla, un deseo imperioso de estar más tiempo con ella crecía en su pecho, incluso quería repetir ese contacto que había sido tan intenso la noche anterior. Aelina era imprudente, y en el menor desliz lo utilizaría para “castigarla”. Sin embargo, la razón prevaleció, y con un suspiro apenas audible, decidió abandonar la habitación.Al cerrar la puerta tras de sí, el suave clic del pestillo pareció sellar no solo la estancia, sino también un capítulo en su mente. Valdimir se encontró caminando por el pasillo, con sus pasos amortiguados por la gruesa alfombra de esa área del palacio, que absorbía el sonido como si quisiera preservar el silencio de sus pensamientos. El aire frío del corredor contrastaba con la calidez que había dejado atrás, erizando
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