77. El miedo de Aelina
Con una concentración que sorprendió incluso a Valdimir, Aelina no se limitó solamente a sumergir sus manos en la superficie ahora líquida del espejo. Inclinándose hacia adelante, como alguien que se asoma a un pozo profundo para develar sus secretos, comenzó a introducir lentamente su cabeza en el espejo.Valdimir, normalmente imperturbable, sintió una tensión inusual recorrer su cuerpo fornido. Sus músculos se tensaron involuntariamente, preparados para actuar en caso de que algo saliera mal.«Solo temo perderla y tener que buscar un reemplazo, eso es todo», se dijo a sí mismo, intentando racionalizar la inquietud que lo invadía cuando vio a Aelina iniciar con su tarea.Sin embargo, cuando vio a la humana adentrarse cada vez más en aquel mundo desconocido, un miedo irracional se apoderó de él. En un movimiento tan rápido que resultó casi imperceptible incluso para él mismo, Valdimir se abalanzó hacia adelante. Sus dedos, toscos y fuertes, se cerraron alrededor del brazo de Aelina, ti
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