¿Sera que esa cosa algo mas de lo que ellos imaginan? ¡Lo sabremos en los proximos capituloos!
El aire en esa área del pasillo del palacio real de Kolgrim pareció volverse más denso mientras Valdimir pronunciaba sus siguientes palabras, cada sílaba repleta de una gravedad que hizo que Aelina sintiera un escalofrío recorrer su espina dorsal.—Practicarás durante dos semanas tu magia del espejo —declaró el Rey Lobo, con sus ojos ámbar fijos en los de ella con una intensidad que parecía atravesarla—. Después de eso, atravesaremos El Vacío, juntos. Yo te protegeré ahí dentro de esta criatura.Aelina, sintiendo el peso de sus palabras, arqueó una ceja, en un gesto que mezclaba escepticismo y un toque de desafío, ligado con una leve emoción porque si todo salía bien, en dos semanas podría cambiar el futuro para siempre.—¿Serás mi guardián ahí dentro? —cuestionó ella con su voz teñida de incredulidad—. Esa cosa era enorme, dudo mucho que puedas hacer algo al respecto, a pesar de que tienes… “ya sabes”—dijo diciendo con disimulo, tratando de decir que él poseía magia.El ceño de Valdim
El resto del día transcurrió sin novedad aparente, y eso era algo que Aelina agradecía en silencio. La joven reina aprovechó para sumergirse en una larga siesta en su habitación, el único lugar donde se sentía a salvo de las miradas inquisitivas de todos los hombres lobo que habitaban el castillo. Pero luego de dormir varias horas, con los párpados aún pesados por el sueño, Aelina se incorporó lentamente y se dirigió hacia el espejo de la cómoda.Sus dedos trazaron el contorno del marco mientras practicaba su poder de la magia del espejo, observando con fascinación cómo las imágenes se formaban y desvanecían en la superficie plateada. De vez en cuando, casi sin pensarlo, sus ojos se desviaban hacia el reflejo que mostraba a Valdimir ya que ella solicitaba a su magia que le mostrara lo que estaba haciendo el Rey Lobo.Para su sorpresa, el día del rey no era tan interesante como ella había imaginado. Las horas se consumían en tediosas reuniones, atendiendo a gente del pueblo cuyas expres
Aelina se sumió en un mar de pensamientos, su mente inquieta girando en torno a las peculiaridades de Valdimir. ¿Por qué el rey no comía otras cosas? ¿Sería por gusto o por necesidad? Estas preguntas se clavaron en su conciencia, despertando una intriga que amenazaba con consumirla.El silencio de la habitación se vio interrumpido por la voz temblorosa de Erik, que sorprendió a Aelina con una revelación inesperada:—Hacen postres exclusivamente para usted —dijo de repente, sus ojos fijos en las botas que pulía con esmero—. Como es joven y humana, por órdenes del Rey le preparan cosas dulces como pasteles, cremas y todo lo delicioso que le traigo, para mimarla.Aelina sintió cómo su corazón daba un vuelco. Sus ojos se abrieron de par en par, reflejando la sorpresa que la invadía. La idea de que Valdimir hubiera ordenado específicamente que le prepararan dulces la desconcertó y, muy a su pesar, la conmovió ligeramente.—¿Ustedes no comen postres? —preguntó, inclinándose hacia adelante, s
Para ese momento, había algo que no se quitaba de la mente de Alina que se decía para sus adentros: «Así que es un tabú decir la verdad: que Valdimir le quitó el trono a su hermano». Al comprender eso, ella sentía como si la habitación se hubiese vuelto más pequeña, con las paredes acercándose como si quisieran atrapar los secretos que flotaban en el aire.—Entiendo, entiendo —susurró Aelina, con su voz apenas audible—. ¿Ellos... se llevaban mal?Erik aguzó sus sentidos, sus ojos moviéndose rápidamente hacia la puerta y de vuelta. Satisfecho de que no hubiera nadie escuchando, se inclinó ligeramente hacia adelante. Su rostro mostraba una lucha interna, el deseo de hablar combatiendo con esos años de entrenamiento para mantener la boca cerrada frente a los reyes.—Casi nadie conocía al Rey Valdimir... —comenzó, su voz un murmullo casi imperceptible—. Sabían de su existencia, pero como rumores...—¿Qué? ¿Cómo que rumores? —interrumpió Aelina, incapaz de contener su asombro.—Nunca había
Aelina se debatía en un torbellino de emociones contradictorias. Sus intentos de resistencia se desvanecían ante el embriagador beso de Valdimir que, con sus fornidos brazos la envolvían con una fuerza irresistible. La fusión de sus labios, el baile libidinoso de sus lenguas y los suaves mordiscos que él le propinaba ocasionalmente la sumergían en un éxtasis inexplorado.Inexplicablemente, mientras Valdimir la besaba, Aelina se olvidaba de la naturaleza sobrenatural y —quien era— ese que estaba ahí sobre ella, su «esposo», aunque no lo quisiera admitir. Para ese momento, todo se desvanecía excepto las sensaciones que solo este hombre lobo lograba despertar en ella, sensaciones que la transportaban a un universo de placer desconocido.Entre jadeos entrecortados y suspiros ahogados, Aelina sentía que su atuendo se convertía en una prisión sofocante. El corsé le oprimía el pecho, dificultándole la respiración, el vestido era sofocante ocasionando que una oleada de calor recorriera su cuer
La habitación en ese instante se encontraba envuelta en un manto de penumbra, iluminada únicamente por el resplandor tenue y oscilante de las velas que pendían de un lujoso candelabro de araña. La luz ambarina se movía sobre sus pieles, bañándolas en un cálido tono anaranjado que acentuaba cada curva y cada músculo tenso.Entonces sin perder más tiempo, Valdimir se irguió con la gracia de un depredador. Su figura imponente se alzó sobre Aelina, proyectando una sombra que parecía envolverla por completo. Con movimientos deliberados, Valdimir guio su virilidad, larga, palpitante y dura como roca hacia la intimidad de Aelina y sin más preámbulo que un instante de conexión visual, intensa y profunda, Valdimir se hundió en ella hasta el fondo. El acto arrancó de ambos una exhalación brusca, mezcla de placer y algo más. La humedad de Aelina, evidencia de su deseo ardiente, facilitó la unión, pero, aun así, la sensación de plenitud la dejó sin aliento, como si de repente todo el aire hubiera
Transcurrida la hora y media, como por obra de un hechizo invisible, las ataduras que aprisionaban a Aelina se desvanecieron y la cabecera de esa cama volvió a la normalidad. La joven, que estuvo sumida en un sueño profundo producto del agotamiento se estremeció al sentir su cuerpo caer sobre el mullido colchón. Sus párpados, pesados como el plomo, se abrieron con dificultad, revelando unos ojos cansados que parpadearon varias veces para adaptarse a la tenue luz de la habitación.A diferencia de otros despertares, en esta ocasión cada fibra de su ser la sentía apaleada. Su cuerpo, normalmente ágil y lleno de vitalidad digna de una joven en la flor de su vida, ahora parecía haber sido aplastado por una roca gigante. Esto se debía a la ausencia del toque curativo de Valdimir, que en ocasiones anteriores había aliviado sus dolores, pero en esta ocasión la falta de su atención se hacía notar con cruel intensidad en el cuerpo de Aelina.—Ah —gimió la muchacha, incorporándose con dificultad
La puerta se abrió con un chirrido apenas audible, revelando la figura de Erik. Aelina frunció los labios instintivamente al verlo en una mezcla de preocupación y culpa atravesando su rostro. El joven se veía agotado, con círculos levemente oscuros bajo sus ojos que hablaban de que no había parado de trabajar durante todo el día. Sin embargo, para su asombro, los golpes que había visto durante la mañana habían desaparecido casi por completo. Su rostro, antes hinchado y amoratado, ahora solo mostraba leves sombras que probablemente se desvanecerían al amanecer.La rapidez de la recuperación de los licántropos nunca dejaba de sorprenderla. Lo que en un humano habría requerido semanas de cuidados, en Erik se había resuelto en menos de 24 horas. Era un recordatorio constante de la naturaleza sobrenatural de aquellos que la rodeaban. Sin embargo, el cansancio en los ojos color miel del muchacho era una herida que parecía resistirse a sanar, un vestigio de humanidad en medio de tanta magia l