¡Valdimir la miró! ¿Eso tendrá algunna repercusión? ¿Habrá mas secreto en la montaña dentro del castillo real? ¡Descubrelo en los proximos capituloos! gracias por leer!!
Aelina retrocedió bruscamente con su corazón latiendo con fuerza contra su pecho. Los ojos de Valdimir, fijos e inmóviles, parecían atravesarla con una mezcla de sorpresa y furia contenida. El ámbar de su mirada brillaba con una intensidad sobrenatural, como si estuviera contemplando una visión más allá de este mundo congelado.La revelación golpeó a Aelina con la fuerza de un golpe a su estómago:—Para que pueda moverse a mi propio ritmo, tengo que permanecer tocando a la persona u objeto por un tiempo prolongado —susurró con su voz siendo apenas un hilo en el silencio sepulcral de la habitación—. Él no se movió cuando lo abofeteé porque no duraba nada tocándolo. Ahora entiendo.Con pasos cautelosos, Aelina se sentó junto al lobo inmóvil, mientras sus ojos recorrían el perfil perfecto de Valdimir. La luz tenue de la chimenea congelada acentuaba los ángulos afilados de su rostro, creando un juego de sombras que lo hacía parecer aún más atractivo.—Ah, este bastardo tiene hasta el perfi
—¡No! —La exclamación de Aelina resonó en el vacío del tiempo detenido, con su voz cargada de horror y desesperación. Sus ojos, abiertos de par en par, reflejaban el pánico que se apoderaba de ella como una ola oscura y abrumadora—. ¡Ese malnacido, me obligará a tener un hijo suyo! ¡En un año quedaré embarazada de la bestia que destruirá el futuro!Su cuerpo etéreo temblaba, la luz dorada que la envolvía parpadeando como una llama azotada por el viento. Por un instante, la tentación de fundirse con su yo futuro, de experimentar esa realidad de primera mano, la abrumó. Pero la repulsión ante la idea de llevar en su vientre al hijo de Valdimir la hizo retroceder, negando frenéticamente con la cabeza.—Debo regresar y cambiar este nuevo futuro próximo que se avecina —declaró con su voz firme a pesar del temblor que recorría su cuerpo—. No quedaré embarazada de él. ¡Jamás lo permitiré! ¡No le daré herederos a esa bestia!Con la valentía ardiendo en sus ojos para llevar a cabo aquello, Aeli
Las palabras intercambiadas con Aelina aún se escuchaban en los oídos de Valdimir mientras observaba, con una mezcla de anhelo y confusión, cómo ella se dirigía hacia el baño. Por un instante fugaz, un impulso casi irresistible lo empujó a seguirla, un deseo imperioso de estar más tiempo con ella crecía en su pecho, incluso quería repetir ese contacto que había sido tan intenso la noche anterior. Aelina era imprudente, y en el menor desliz lo utilizaría para “castigarla”. Sin embargo, la razón prevaleció, y con un suspiro apenas audible, decidió abandonar la habitación.Al cerrar la puerta tras de sí, el suave clic del pestillo pareció sellar no solo la estancia, sino también un capítulo en su mente. Valdimir se encontró caminando por el pasillo, con sus pasos amortiguados por la gruesa alfombra de esa área del palacio, que absorbía el sonido como si quisiera preservar el silencio de sus pensamientos. El aire frío del corredor contrastaba con la calidez que había dejado atrás, erizando
Mientras Valdimir se sumergía en sus cavilaciones erróneas, el sonido de pasos apresurados resonó por el corredor, interrumpiendo el hilo de sus pensamientos. A lo lejos, una figura se acercaba a toda velocidad, su armadura tintineando con cada zancada. Era un guardia, su rostro enrojecido por el esfuerzo y la urgencia de su mensaje.Al llegar frente a Valdimir, el guardia se inclinó en una profunda reverencia, su respiración agitada evidenciando la prisa con la que había acudido. El metal de su armadura reflejaba la luz tenue del pasillo, creando destellos que bailaban sobre las paredes de piedra.—Su majestad —comenzó el guardia, con su voz teñida de una mezcla de respeto y aprehensión—, el prisionero de la torre del ala este... —Se interrumpió, la gravedad de la situación pesando sobre él como una losa.Valdimir, percibiendo la vacilación del guardia, endureció su mirada. Sus ojos, ahora fríos como el hielo, se clavaron en el hombre lobo frente a él.—Termina de hablar —ordenó con s
El parecido entre los hermanos era innegable. Ambos compartían los mismos ojos color ámbar, aunque los de Nikolai ardían ahora con un fuego de odio y resentimiento. Su cabello rojizo, aunque enmarañado y sucio, conservaba destellos de su antiguo esplendor. La barba descuidada que cubría su rostro no lograba ocultar los rasgos aristocráticos que delataban su linaje real.Cuando Nikolai vio a Valdimir emerger del vórtice mágico, una sonrisa torcida se dibujó en sus labios agrietados. Era una expresión que mezclaba desafío y amargura en partes iguales.—Así que te escapaste como una asquerosa rata, abriendo un túnel, incluso te arrastraste entre la m****a, es simplemente perfecto —comenzó Valdimir con su voz destilando desprecio—. ¿Cuánto tiempo te tomó, los dos años que llevas encerrado?La burla en su tono era evidente, y sus ojos brillaban con una satisfacción cruel al contemplar el estado de su hermano mayor.—Me encanta —añadió, permitiéndose una risa baja y controlada que resonó en
Valdimir, percibiendo ese destello de entendimiento en la mirada de su hermano, liberó su agarre invisible. Nikolai cayó al suelo como un saco de huesos rotos, su cuerpo temblando incontrolablemente, sus extremidades en posiciones grotescas que desafiaban la lógica.—Acomoda ese desastre... —ordenó Valdimir, una sonrisa cruel jugando en sus labios. Su voz era suave, casi gentil, en un contraste perturbador con la brutalidad de sus acciones.Nikolai, jadeando y temblando, logró susurrar entre espasmos de dolor:—Ya mátame de una vez... m*****a aberración.Valdimir retrocedió dos pasos, su postura relajada contrastando dramáticamente con la tensión que se respiraba en ese apestoso calabozo.—Sería muy sencillo para ti —respondió con su voz llena de una calma escalofriante—. Te pudrirás aquí y te alimentarás de tu propio excremento y calmarás tu sed con tu propia orina. De vez en cuando vendré a torturarte un poco, cuando esté aburrido. Recordaremos viejos tiempos…Con un esfuerzo sorpren
Mientras Valdimir atendía sus propios "asuntos", Aelina ya había terminado de asearse, envuelta en una toalla suave que acariciaba su piel aún húmeda. El aroma a lavanda y jazmín flotaba en el aire, siendo esos los atisbos de los productos que había comprado el día anterior con Valdimir. Cuando se secó completamente se colocó una bata de seda oscura para cubrir su cuerpo y con tranquilidad caminó hasta la habitación, viendo todo con mayor detalle.Fue entonces que, sus ojos azulados se abrieron de par en par al descubrir una adición inesperada en un rincón de la recámara real. Una elegante cómoda de madera oscura, pulida hasta brillar, y un espejo de marco dorado habían aparecido como por arte de magia, esperando ser utilizados.—¿En qué momento pusieron esto aquí? —murmuró Aelina con su voz en una mezcla de asombro y confusión.Ella caminó hasta ahí, mientras sus dedos trazaban el contorno de la cómoda, sintiendo la suavidad de la madera bajo su tacto. La mente de la joven reina comen
El silencio que siguió a la pregunta de Aelina fue ensordecedor, roto solo por el suave tintineo de los cubiertos en la bandeja que Erik sostenía con manos temblorosas. El joven sirviente, ahora parecía una sombra de sí mismo. Sus ojos, antes brillantes y vivarachos, ahora estaban apagados, hundidos en un rostro hinchado y maltrecho.Erik intentó sostener la mirada de Aelina, pero el dolor y la vergüenza lo obligaron a bajar la vista, no le gustaba que la Reina que era una mujer humana hermosa y elegante lo viera en ese estado, sin embargo, sus deseos no importaban.—Su majestad —La saludó el muchacho beta con un movimiento que parecía causarle un sufrimiento inexpresable, pero pese a todo hizo una reverencia torpe, con sus músculos protestando ante cada movimiento —dejaré su desayuno en la mesa —dijo, haciendo su trabajo con la mayor rapidez posible.Cuando terminó su labor, pretendió marcharse con sus pies arrastrándose sobre la alfombra con un roce apenas audible. Aelina, sin embarg