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Todos los capítulos de Un regalo del destino: Capítulo 111 - Capítulo 120
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Mike empezaba a preocuparse, ahora habían entrado piezas nuevas en la partida: Monna y Doris ¿Qué tenían ellas que ver con Débora? Mike no las conocía en persona, había oido Daniel y también a Débora hablar de esta tal Doris, que al parecer era la encargada del local, pero nada más, por lo que le preguntó que tenian que ver en todo. Daniel estaba seguro de que Monna había engañado a Débora, pero para no desautorizar a su esposa consintió en darle trabajo. También le explicó que había amenazado a Doris para que no volviera a mentir a su esposa…, evidentemente conociendo a la mujer no le haría el más mínimo caso, pero por si acaso ya estaba advertida. -Vaya amigo, yo hubiera actuado peor, confieso que si Eddie hubiera atacado a mi esposa e intentado forzarla lo mato allí mismo…-No te creas, si no llega a intervenir la policía deteniéndome, no sé cómo habría acabado la cosa. Si llega a oídos de mi madre que me dedico a pelear en los bares de mala muerte por una esposa de la que descon
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Daniel se quedó un rato apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados observando a Débora. La joven estaba sentada en la cama medio incorporada y leía, o intentaba hacerlo, en voz alta un cuento infantil en inglés. Repetía cada frase un par de veces, no lo hacía del todo mal. Quizá pronto podría mostrarle su bien surtida biblioteca y animarla a que escogiera lo que quisiera en lugar de quitarle los cuentos a su hijo. Su pronunciación había mejorado mucho. Se alegró de sus progresos. Sonrió al recordar su primer encuentro en el Menfis cuando su inglés era prácticamente ininteligible. Aún cometía algún que otro error, pero la mejora era notable.Su revoltoso cabello le caía por los hombros y resaltaba con el blanco de las sábanas. Deliciosa. Sencillamente deliciosa. Una oleada de deseo recorrió todo su cuerpo, sintió ganas de acostarse en la cama con ella, leer juntos ese cuento, enredarse en su cabello… No distinguía si era amor, o solo deseo… Supuso que sólo deseo, el n
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José se había esmerado en la preparación, ya que todo tenía un aspecto espléndido, incluso dos velas llameaban tímidamente en medio de los platos. La ayudó a sentarse, observó divertido como ella levantaba la tapa para curiosear el postre.-Por cierto, de donde has sacado ese pijama tan feo, parece de monja ¿Qué has hecho con los camisones que compramos en Las Vegas? – Preguntó mientras bajaba la luz de la habitación.-No hace falta que bajes la luz, no es una cena romántica-Ya lo sé, simplemente bajo la luz por ti: para que no veas mi carota mientras comes,-¡Idiota!-Tengamos la fiesta en paz, chiquita. Y no has respondido a mi pregunta: ¿De donde has sacado ese pijama tan feo?-Pues tengo otros, Marcia me ayudó a pedirlos por catálogo, los pagó ella así que se le ha de devolver el dinero.-Hablaré con ella sobre su pésimo gusto, pues me gustan más los que compramos nosotros – insistió acercándose a la mesa.-No hay nosotros, y no me importa lo que a ti te guste. Odio dormir con e
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Débora despertó con la sensación de haber dormido mucho, se sentía descansada, relajada…, Al abrir los ojos no reconoció los muebles como los de su cuarto, se incorporó de un salto y vio a Daniel salir del baño, llevaba puestos unos pantalones oscuros y se abrochaba una camisa fina color verde pálido, que resaltaba el moreno de su cuerpo… Iba silbando, parecía de muy buen humor, y ciertamente lo estaba, pues se acercó a ella con una sonrisa de oreja a oreja y la acusó de dormilona antes de darles los buenos días y estamparle un cariñoso beso en la frente.Contrariamente a lo que pareciera, para Débora el buen semblante de su marido no podía presagiar nada bueno, se empezó a preocupar y esa inquietud borró en un santiamén la sensación de relajación que había experimentado. Instintivamente se puso a la defensiva preocupada por despertar en la cama de él, preguntó porque estaba allí. Daniel seguía sonriendo y le respondió con una obviedad:-Buenos días, creo que te acabas de despertar
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No le quedó más remedio que obedecer y desayunar. Comió con ganas, era mentira que no tenía hambre, ella siempre tenía apetito. Daniel no paraba de mirarla, estaba atento a todo lo que ella necesitaba, le sirvió más jugo, la instó a comer más y más ofreciéndole más bizcocho… Cuando se dio cuenta de que había devorado casi todo y que Daniel la estaba mirando con expresión de suficiencia volvió a enojarse. ¡Dios! Qué estúpida era, siempre caía en todas las tretas de su esposo. Dan avisó a José que no comerían fuera y se montaron una ranchera que ya estaba estacionada delante de la casa…-¿Sabes conducir? – le preguntó repentinamente al cabo de un ratito, lo hizo para romper el silencio en el que viajaban, sin ninguna malicia, pero a Débora no le pareció lo mismo.-Pues claro que no… ¿como crees que haya aprendido…? – Respondió con desagrado. A que venía ahora esa tontería de conducir. Si no podía ir a ningún sitio con Martín, menos iba a dejarla ir sola en coche. Estaba harta de
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Pasaron unos poquitos días, Débora aún no había logrado su propósito: hablar con su marido. El siempre le ponía excusas, cuando lo proponía, él cambiaba de conversación: tenía que irse, tenía trabajo…, estaba ya impaciente por aclarar las cosas, pero parecía que a él ahora no le importaba nada. La trataba con dulzura, tiernamente si estaban juntos en las comidas y sobretodo en la cena cuando estaban solos. Al saludarse o despedirse a veces la besaba en la boca, pero eran unos besos cariñosos, dulces y nada más…luego la acompañaba a su habitación y se despedía con un cálido beso en la puerta para después retirarse a su cuarto. Ella lo dejaba hacer, pero no se atrevía a participar demasiado en esos besos, quizá era lo que Dan estaba esperando un pequeño empujón por su parte, una señal para que siguiera, pero tenía miedo de ser malinterpretada y siempre se quedaba con las ganas.Había visitado varias veces a Marcia para explicarle lo que le estaba sucediendo e incluso se atrevió a pr
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En verdad era un paraje espectacular. Débora pensó que podría pasarse horas allí sin tener ganas de hacer nada más, relajada, meditando y contemplando el paisaje. Unas rocas escondían una bonita cascada que daba paso a una gran poza al parecer usada como atracción turística pues descansaban en sus orillas algunas canoas de colores, tablas y otros artilugios para navegar. También había algunas plataformas para facilitar el salto al agua y un pequeño embarcadero de madera. En la explanada colindante descubrió las típicas mesas y bancos de campamento construidas con troncos. Pero al parecer el lugar estaba desierto pues no se veía ni se escuchaba a nadie. Atardecía y el contraste de sombras y luces que dibujaban los últimos reflejos del sol que se ponía lentamente la dejaron sin palabras. Desmontaron y subieron encima de las rocas, se sentaron en un recodo a casi tocar del agua. Ella alabó las tierras, confesó que no le extrañaba que él estuviera tan orgulloso y que no quisiera vivir
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Dan descubrió con alivio que todos los impedimentos de ella para amarlo eran a su entender superfluos, fruto del que dirán y de la diferencia social. Le confesó y era verdad, ahora se alegraba de no haber sido nunca un esnob que vivía cara a la galería, que jamás le importaron las clases sociales. Prueba de ello era que sus mejores amigos eran Mike y Marcia, hijos de trabajadores de la hacienda, y además prefería vivir en el campo y no solía hacer mucha vida social, al contrario, lo detestaba…-Si…, pero una cosa es tener amigos aquí en el rancho o en esta ciudad pequeña y otra presentarme como tu mujer…, - insistió ella - además proviniendo de dónde vengo…, yo estuve en un burdel, es difícil pero ya pasó con Montrail, quizá alguien me recuerde, algún día alguien podría reconocerme y si llegásemos a tener hijos, no se merecen tener una madre que pueda ser objeto de maledicencia y burlas…Escuchar la palabra hijos inquietó a Daniel, una alarma inconsciente saltó en su cerebro, tensio
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A Débora siempre le había intrigado saber cómo era Rebeca físicamente, y se lo preguntó, intuía que saberlo la entristecería, pero necesitaba comprobar si los comentarios que había logrado arrancar a Malena y Carola eran ciertos. Daniel corroboró la opinión de las muchachas. A ojos de Daniel resultó ser una mujer muy guapa, rubia de pelo lacio, de esas mujeres que hacen que los hombres se volteen a verlas cuando pasan, siempre impecable de pies a cabeza. Reconoció que no podría competir con ella físicamente. Él también describió su mal carácter. Fría como el hielo, ambiciosa y sin ningún sentimiento noble. Reconoció con dolor que fue a cazarlo y él cayó como un idiota, no tuvo tiempo de darse cuenta, se acostaron algunas veces, las suficientes para que Rebeca consiguiera su objetivo: embarazo y boda. Pertenecía a una familia de reconocida reputación en Austin. Una vez casados descubrió que solo era una fachada puesto que estaban prácticamente en la ruina. Le confesó que invirtió u
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Una vez abierto su corazón, puestos encima de la mesa sus traumas y contradicciones, ya no le quedaba nada más que contar. Daniel se había sincerado, quizá por primera vez en su vida, se sintió aliviado. Ya no tenía nada más que decir, dejaría un tiempo para que Débora lo asimilara. Si ella cumplía y llenaba su casa de amor y alegría no iba a dejarla marchar nunca. De eso estaba seguro. A pesar de que su pequeña creyera lo contrario.Así que decidió cambiar de conversación. – Debbie – comentó – hay otra cosa que te quiero decir… en unos días, va a ser mi cumpleaños, y lo más seguro es que mi madre se aparezca por la casa, así que tendremos que prepararnos para contarle lo nuestro…,-¿Tu madre? – preguntó Débora asustada –-No te preocupes chiquita, mi madre es una buena mujer, le caerás bien…Débora no estaba muy segura, se ofreció a esconderse en cualquier hotel de la ciudad. Al fin y al cabo, más tarde o más temprano se iban a divorciar, no hacía falta que la conociera. Por supue
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