Voy a buscar algo de alcohol en el botiquín de primeros auxilios", dije mientras me dirigía hacia el armario designado para tales situaciones. Con cuidado, seleccioné el frasco de alcohol, desenroscando la tapa con un ligero chasquido. Un olor agudo llenó el aire cuando vertí unas cuantas gotas en el pequeño gotero, asegurándome de que estuviera suficientemente lleno para nuestros propósitos. Con el gotero listo, volví hacia mi compañero y con voz firme añadí: "Lo siguiente que vamos a usar será alcohol". Los ojos desesperados del hombre imploraban clemencia mientras se deslizaba hacia atrás por el suelo. "No, déjame, por favor", suplicaba en un tono desgarrador, sus palabras resonaban en la habitación. Sus manos temblaban mientras se extendían hacia mí, como si pudieran detener mi avance imparable. "No le diré nada a nadie, lo juro", gritaba con desesperación, su voz se quebraba con el peso de su angustia. Cada palabra estaba cargada de pánico y desesperación, mientras su mirada bus
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