Hoy, Simon se encontraba nervioso mientras se dirigía a su cita con el Dr. Philips. Esta cita era una de las "condiciones" impuestas por sus padres para evitar presentar cargos por lo sucedido. Sin embargo, para él, la situación era mucho más compleja. Él nunca había querido hacerle daño a su hermano; fue un terrible error, un trágico accidente del que nunca se sintió culpable. Pero sus padres parecían incapaces de comprenderlo. En lugar de apoyarlo en un momento tan difícil, optaron por relegarlo al olvido, como si nunca hubieran tenido hijos en absoluto, aunque uno estuviera muerto y el otro simplemente desechado. Esta falta de comprensión y apoyo solo aumentaba la carga emocional que Simon llevaba consigo.Para Simon, aquel incidente con su hermano años atrás había sido como un despertar, una revelación de lo que estaba destinado a ser: un asesino en serie, un psicópata trastornado. A pesar de la crudeza del recuerdo, lo abrazaba con una mezcla de nostalgia y satisfacción retorcida
En medio del congestionado tráfico, Alice se encuentra atrapada en un punto muerto, reflejo perfecto de la parálisis que parece haberse apoderado de su investigación y de su vida personal. La falta de avances en el caso de Simon Wise y la incertidumbre en su supuesta conexión con él la han dejado en un estado de estancamiento. Sin noticias de él desde hacía mucho tiempo, Alice considera tomar la iniciativa y romper el silencio. Se pregunta si debería ser ella quien dé el primer paso y lo invite a salir, convencida de que están en el siglo XXI y que las mujeres también pueden tomar la iniciativa en las relaciones. La idea la llena de nerviosismo y expectativa, pero también de determinación. Es consciente de que enfrentar esta situación podría ser difícil, pero está decidida a enfrentar cualquier obstáculo que se interponga en su camino.Como la música inundaba el auto, las letras de las canciones parecían resonar con sus propios pensamientos. Cada melodía que pasaba evocaba recuerdos d
Cuando la conversación con Alice llegó a su fin abrupto, quedé sumido en un torbellino de indecisión. Por un lado, mi instinto de protección clamaba por ir en su auxilio, asegurándome de que estuviera bien y no se encontrara en peligro en aquel bullicioso bar. Por otro lado, una voz interior me susurraba que dejara que se las arreglara por sí misma, que demostrara su propia fortaleza y autonomía. Sin embargo, aunque mi naturaleza no siempre se alineara con la etiqueta de un caballero, sentí la imperiosa necesidad de actuar como tal en ese momento. Después de todo, había algo más en juego que simplemente su seguridad física. Decidí entonces emprender el camino hacia el bar, decidido a rescatarla de cualquier apuro y llevarla de vuelta a su hogar sana y salva. Había decidido conquistar su corazón, y qué mejor manera de hacerlo que demostrándole mi disposición a estar a su lado en los momentos de necesidad.El bar donde Alice se encontraba ya me resultaba familiar; lo había visitado en m
Me desperté al día siguiente con una resaca que parecía haber sido forjada en las profundidades del infierno. Cada latido de mi cabeza resonaba como un tambor ensordecedor. Al abrir los ojos, me encontré en una habitación desconocida, rodeada por una penumbra matutina que parecía empeñada en mantener mi estado de confusión intacto.Traté de recordar los eventos de la noche anterior, pero mi mente era un torbellino de imágenes borrosas y fragmentos de conversaciones incoherentes. No tenía idea de cómo había llegado allí ni qué había sucedido después de que el alcohol nublara mi juicio.Al intentar levantarme de la cama, noté que mis zapatos estaban ausentes, al igual que mi collar y mis aretes. La habitación parecía haber sido sacudida por una fuerza invisible, con objetos dispersos y muebles desplazados de su lugar habitual. Fue entonces cuando mi mirada se posó en una nota, descuidadamente colocada en la mesa de noche, escrita en una caligrafía temblorosa y desprolija.Con manos temb
Cuando corté la llamada con Alice, me esforcé en poner mi mejor cara. En realidad, no estaba particularmente emocionado por salir con ella otra vez, al menos no en gran parte. Tenía una mezcla de sentimientos al respecto. Por un lado, había algo intrigante en ella que me mantenía interesado, pero por otro lado, sabía que nuestras salidas anteriores no habían sido precisamente emocionantes. Me resultaba difícil ignorar la sensación de monotonía que acompañaba cada encuentro.Sabía exactamente a dónde la llevaría esta vez, aunque no estaba seguro de si a ella le iba a gustar. El lugar era uno de mis favoritos, un pequeño restaurante en la periferia de la ciudad que servía cocina experimental. Los platos allí eran siempre una sorpresa, una fusión de sabores y texturas que desafiaban las expectativas convencionales. Sin embargo, Alice se veía como una de esas mujeres que no intentarían nada nuevo, prefiriendo quedarse dentro de su zona de confort. Esto era algo completamente diferente a l
La cita con Simón estuvo increíble, mejor de lo que había imaginado. Nunca antes había saltado en parapente y, mucho menos, de noche. La experiencia fue alucinante. Mientras estaba en el aire, viendo toda la ciudad iluminada como un mapa de estrellas, me sentí verdaderamente libre. En esos momentos, con el viento acariciándome y la adrenalina recorriendo mis venas, olvidé todas mis preocupaciones. No había más problemas ni tensiones, solo existíamos Simón y yo, flotando en la inmensidad de la noche. Creo que, por primera vez en mucho tiempo, había sido feliz de verdad, sin reservas ni sombras.Cuando Simón me dejó en mi departamento, no pasó mucho tiempo antes de que me enviara un mensaje. Al abrirlo, descubrí que me había mandado una canción que quería que escuchara, diciendo que le recordaba a mí. Con curiosidad y una sonrisa en los labios, le di play a la canción. La melodía comenzó a llenar la habitación, envolviéndome con sus notas suaves y emotivas. Decidí seguir su consejo y es
Simón había dejado de transmitir. La pelirroja murió inmediatamente después. Qué lástima, ya hasta me caía bien. Alejé la máquina de su cabeza y la desamarré de la silla. Mientras lo hacía, el otro sujeto vociferaba todo tipo de maldiciones en mi contra. Ignorándolo, agarré a la pelirroja y la llevé hasta una de las mesas que había robado de la morgue. La acosté y comencé a desvestirla. A pesar de haber estado sometida estas últimas semanas a mi dieta estricta, tenía un cuerpo bastante bonito.Acerqué hacia mí una de las mesas con todos mis instrumentos de cortar y empecé a desmembrarla y despedazar todo su cuerpo. Tenía que cocinarla y dársela a los perros callejeros. De esta manera, la policía jamás descubría ninguno de los cuerpos; jamás dejaba rastro alguno. Rapé todo su cabello pelirrojo y lo quemé. Los restos los arrojé por la trituradora de basura.Terminé con la pelirroja y me dirigí hacia el otro sujeto, desamarrándolo del torso.—No me hagas nada, por favor —rogó, viendo cóm
Aún no tenía completamente claro qué quería hacer con Alice hoy, pero había algo que no podía negar; necesitaba verla. La urgencia de estar a su lado crecía con cada momento que pasaba, y sabía que cuanto más tiempo pasara con ella, más inevitable sería que se enamorara de mí. Con eso en mente, mi plan se desarrollaría a la perfección.Decidí que la mejor manera de captar su atención sería a través de un gesto romántico y cuidadoso. Así que me senté a escribirle una carta, una que surgió desde lo más profundo de mis pensamientos. En ella, cité una de mis citas favoritas del autor William Osorio Nicolás, una que resonaba con lo que tenía planeado para nosotros. La cita no solo reflejaba mis intenciones, sino que también mostraba una parte de mi alma que esperaba que ella apreciara.Junto con la carta, elegí enviarle un ramo de margaritas. Decidí optar por margaritas en lugar de las tradicionales rosas, porque, seamos honestos, las margaritas tienen un encanto especial y distinto. Querí