Capítulo 2

En ese preciso instante, mientras Alice, la jefa del departamento de policía, se encontraba inmersa en el análisis de una de las últimas publicaciones en la página web creada por el autodenominado Mess, una cascada de pensamientos se desencadenaba en su mente. Una sola palabra resonaba con fuerza: "enfermo". Era difícil no sentir una mezcla de repugnancia y horror al contemplar las grotescas escenas que se desplegaban ante sus ojos, testimonios sádicos de una mente retorcida y perturbada.

Habían transcurrido ya varios meses desde que Alice y su equipo se embarcaron en la búsqueda frenética de la persona responsable de tales atrocidades. Una afición depravada, tan macabra como misteriosa, motivaba a este individuo a torturar a sus víctimas con un propósito que escapaba a todo entendimiento. A pesar de los incansables esfuerzos, ni siquiera los más hábiles expertos informáticos de la policía habían logrado rastrear la dirección IP desde la cual se subían esos vídeos y entradas a internet.

El caso había desatado una ola de consternación que había abarcado prácticamente todo el estado de California. Las comunidades estaban en alerta máxima, padres temerosos por la seguridad de sus hijos y ciudadanos alarmados por la impunidad de este peligroso individuo. Sin embargo, hasta ese momento, la policía se encontraba en un callejón sin salida, sin una pista sólida que los guiara hacia el paradero o la identidad de este psicópata despiadado. Cada día que pasaba sin respuestas aumentaba la sensación de impotencia y frustración entre los investigadores.

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Al dejar atrás las tensiones acumuladas, Alice emprendió su camino hacia el automóvil, anhelando fervientemente llegar a su hogar y sumergirse en un sueño reparador que aliviara las cargas del día. A medida que avanzaba por una de las calles que desembocaba en una intersección ubicada a escasas tres cuadras de su destino, se podría especular que algunos atribuirían el infortunado incidente al estrés que la envolvía, mientras que otros simplemente lo achacarían al estigma de ser mujer al volante en una sociedad que aún arrastra prejuicios.

Sin embargo, la verdad detrás del suceso resultaba más compleja. Podría haber sido un capricho del destino o incluso una maniobra sutilmente orquestada por Simon, tejida en las sombras para alcanzar algún propósito oculto. Sea como fuere, en un giro inesperado, Alice ignoró el semáforo en rojo y terminó colisionando con la parte trasera del automóvil de este último, desencadenando así una cadena de eventos imprevistos.

Todo lo que ocupaba su mente en ese momento era cómo enfrentar al joven al que acababa de chocar y confesarle que, de todas las ironías, ella, la jefa del departamento de policía, había pasado por alto la señal de semáforo en rojo. La idea de revelar su identidad y el error cometido le resultaba abrumadora. ¿Cómo reaccionaría él? ¿Qué pensarían los demás conductores si se enteraban de que una autoridad policial había infringido las normas de tráfico?

La perspectiva de que sus superiores se enteraran de este percance la llenaba de ansiedad. Imaginaba el descontento, la posible reprimenda y el temido descenso en su rango laboral. Pero lo que más la atormentaba era la preocupación por sus padres. En este momento, con los problemas que enfrentaban, no podía permitirse ni el más mínimo desliz. La idea de defraudarlos o añadirles más preocupaciones la llenaba de remordimiento y angustia.

Se encontraba en una encrucijada, con el peso de las responsabilidades profesionales y personales sobre sus hombros. Necesitaba encontrar una solución que le permitiera enfrentar las consecuencias de sus acciones sin poner en riesgo su carrera ni el bienestar de su familia.

Con determinación palpable, Alice descendió del automóvil, con la firme intención de desplegar todos los recursos a su alcance para evitar que el individuo a quien acababa de impactar considerara presentar cargos o, aún peor, provocar un escándalo innecesario. Decidió abordar la situación con tacto y empatía, consciente de la importancia de mantener la calma y mostrar arrepentimiento genuino frente a lo sucedido.

Al observar detenidamente a la persona que emergía del vehículo accidentado, se encontró con la sorpresa de que se trataba de un hombre notablemente atractivo. Esta revelación añadió una capa adicional de complejidad a la situación. Por un lado, su atractivo podría hacer que fuera más receptivo a una disculpa, pero por otro, también podría significar que era alguien seguro de sí mismo, lo que podría dificultar su intento de resolver la situación de manera amigable.

Decidida a enfrentar el desafío con serenidad y diplomacia, Alice puso en práctica su mejor sonrisa y adoptó una expresión de sincero arrepentimiento. Reconoció internamente que el aspecto físico del hombre no debería influir en cómo manejaba esta delicada situación, pero no pudo evitar sentir una leve tensión adicional al considerar todas las posibles implicaciones de este encuentro inesperado.

"No sabe cuánto lamento lo sucedido. Reconozco plenamente que fue mi responsabilidad y me disculpo por mi distracción. Sé lo importante que es respetar las normas de tráfico y asumo toda la culpa por haber pasado por alto el semáforo en rojo", expresó Alice con pesar en su voz, mostrando una sincera preocupación por las consecuencias de sus acciones.

Consciente de la incomodidad de la situación, pero decidida a enmendar el error, continuó: "Me encantaría compensarle de alguna manera. ¿Qué tal si le invito a tomar un café? Sería una oportunidad para disculparme adecuadamente y también para conversar y conocerle un poco más. No quiero que este incidente afecte su día de manera negativa. Permítame hacer algo para remediarlo".

Simon solo pudo esbozar su mejor sonrisa, sintiendo cómo su plan se desenvolvía sin contratiempos. La oportunidad perfecta se presentaba ante él, y Alice, ajena a la verdad, ignoraba por completo que él era el individuo que el departamento de policía buscaba con fervor.

Mientras mantenía su compostura, Simon se regocijaba internamente por la ironía de la situación. Había planeado cada detalle con meticulosidad, anticipando cada posible obstáculo en su camino hacia la ejecución perfecta de su estrategia. Y ahora, frente a él, estaba Alice, totalmente inconsciente de su verdadera identidad y de las consecuencias que ello podría acarrear.

Aunque se sentía momentáneamente complacido por el giro de los acontecimientos, Simon también experimentaba una ligera punzada de culpa. Después de todo, Alice parecía genuinamente arrepentida por el accidente y estaba extendiéndole una oferta de amistad sincera. Sin embargo, sabía que sus propios intereses y objetivos debían prevalecer sobre cualquier sentimiento de compasión.

Con la mente enfocada en su plan y con la certeza de que estaba a punto de alcanzar sus metas, Simon respondió con cortesía a la propuesta de Alice, ocultando hábilmente su verdadero propósito detrás de una fachada de amabilidad.

"Está bien", respondió Simon con una sonrisa que reflejaba una mezcla de complacencia y admiración. "Acepto su invitación con mucho gusto, y permítame decir que es un verdadero placer tener la oportunidad de conversar con alguien tan encantadora como usted." Sus palabras estaban impregnadas de cortesía, pero también contenían una sutil nota de halago, diseñada para aumentar la confianza de Alice y allanar el camino para sus propios objetivos.

Mientras pronunciaba estas palabras, Simon se sentía seguro de sí mismo, consciente de que cada paso que daba lo acercaba un poco más a la realización de su plan. La aparente inocencia de Alice y su falta de sospechas solo servían para reforzar su determinación. Estaba seguro de que había elegido el momento perfecto para actuar, y no podía evitar sentir una punzada de emoción ante la perspectiva de lo que estaba por venir.

Aunque sus palabras eran amables y su sonrisa radiante, en el fondo de su mente, Simon sabía que no había lugar para la vacilación. Había trazado su camino con cuidado y no permitiría que nada ni nadie se interpusiera en su camino hacia la consecución de sus objetivos.

El destino había conspirado a favor de Simon, todo gracias a la desafortunada distracción de Alice, una policía aparentemente despistada que había impactado la parte trasera de su automóvil. Aunque él sabía que la culpa no recaía completamente en ella, había anticipado su llegada y había tomado la decisión deliberada de dejar que ocurriera el accidente. Por supuesto, no admitiría su papel en este incidente. Ahora, su estrategia se centraba en manipular a Alice para que siguiera sus órdenes al pie de la letra, convirtiéndola así en una pieza clave en su complejo juego.

Simon comprendía la importancia de tener a la persona encargada de su caso bajo su control absoluto. No todos los asesinos tenían el privilegio de manipular directamente a quien investigaba sus crímenes. Esta oportunidad era única, y él estaba decidido a aprovecharla al máximo.

Con maestría y astucia, Simon trazaba meticulosamente cada paso de su plan. Sabía que debía proceder con cautela, manteniendo una fachada de cordialidad y cooperación mientras tejía las redes de manipulación a su alrededor. Cada interacción con Alice era una oportunidad para afianzar su control sobre ella, para guiar sutilmente sus acciones y asegurarse de que cumpliera con sus deseos sin cuestionarlos.

A medida que avanzaba en su estrategia, Simon no podía evitar sentir una mezcla de excitación y satisfacción. Estaba en el centro de un intrincado juego de poder, donde cada movimiento era crucial y cada decisión tenía consecuencias imprevistas. Y mientras tanto, Alice seguía siendo ajena a sus verdaderas intenciones, una pieza más en el tablero que él estaba determinado a dominar por completo.

"Qué alivio", exhaló Alice con un suspiro de alivio, dejando escapar toda la tensión acumulada en ese momento de calma relativa. "De verdad lamento mucho lo que ha sucedido, no fue para nada mi intención", se disculpó una vez más, con un dejo de pesar en su tono de voz. Sentía la necesidad constante de expresar su arrepentimiento, como si las palabras pudieran deshacer el accidente y restaurar la situación a su estado anterior.

Sus disculpas eran genuinas, impregnadas de un profundo sentimiento de responsabilidad y preocupación por las consecuencias de sus acciones. Aunque sabía que no podía deshacer lo ocurrido, buscaba al menos ofrecer consuelo y tranquilidad en medio de la incertidumbre.

Mientras tanto, en su mente, se agitaban pensamientos y emociones encontradas. Se preguntaba cómo reaccionaría el otro conductor ante sus disculpas, si aceptaría su explicación o si seguiría sintiendo resentimiento por el accidente. Pero por encima de todo, deseaba fervientemente que este encuentro no tuviera repercusiones negativas en su vida personal y profesional.

A pesar del alivio momentáneo que sentía al haber superado la confrontación inicial, Alice seguía sintiendo una leve inquietud en lo más profundo de su ser. Sabía que aún quedaban muchas preguntas sin respuesta y que el camino hacia la resolución completa del incidente estaba lejos de ser claro. Sin embargo, por el momento, se aferraba a la esperanza de que su sinceridad y disposición para enmendar sus errores pudieran allanar el camino hacia una solución satisfactoria para ambas partes.

Mientras Alice continuaba disculpándose una y otra vez, Simon no podía evitar sentir una creciente irritación. Las imágenes de su venganza imaginaria comenzaron a tomar forma en su mente, como si un oscuro telón se abriera para revelar un macabro escenario. Se dejó llevar por la fantasía de verla sometida a un destino trágico, aplastada por su propio automóvil o por un enorme camión de transporte que irrumpía en la escena con un estruendo ensordecedor.

Visualizó el horror en el rostro de Alice, su piel pálida salpicada de sangre, sus ojos verdes ahora opacados por el dolor y el miedo. Imaginó el sonido sordo de sus costillas al quebrarse bajo el impacto, el agudo dolor que recorría su cuerpo mientras sus órganos eran apuñalados por los fragmentos de cristal. Para Simon, era como si estuviera observando una obra maestra de horror, cada detalle meticulosamente elaborado en su mente retorcida.

Sin embargo, en medio de su ensimismamiento morboso, Simon no se percató de que Alice había notado su cambio de actitud. Sus disculpas incesantes habían sido reemplazadas por una quietud incómoda, mientras ella observaba con creciente preocupación la expresión perturbada en el rostro de Simon. Atrapado en su propia fantasía siniestra, Simon había caído en un trance del cual no era consciente, y ahora Alice estaba empezando a darse cuenta de que algo no estaba bien.

"¿Me escuchas?" preguntó, rompiendo el silencio tenso que se había instalado entre ellos. "¿Cuál es tu nombre?"

"Simon, es un placer", respondió él, emergiendo de su ensimismamiento anterior y esbozando su mejor sonrisa.

"Encantada, Simon. Soy Alice. Un gusto conocerte", respondió ella cortésmente, sin dejar de notar el brillo inquietante en los ojos de su interlocutor.

"El placer es mío. No todos los días una atractiva policía choca tu auto y tiene que invitarte a salir", agregó Simon, aunque su tono revelaba un ligero amargor al pronunciar la palabra "atractiva" en referencia a alguien que no fuera él mismo.

"Entonces, ¿cuándo te gustaría ir a tomar ese café?" coqueteó Alice, desviando momentáneamente la atención del comentario de Simon.

"Pasaré por ti a las cuatro de la tarde", afirmó Simon, anotando su número de teléfono y la dirección a la que planeaba dirigirse con frecuencia en su mente maquiavélica.

Mientras se alejaba, Simon se sentía lleno de anticipación y emoción. Su mente bullía con pensamientos sobre Alice, la joven policía que estaba a punto de caer rendida a sus encantos. Se deleitaba con la idea de tenerla a su merced, de manipularla a su antojo y de hacer con ella lo que quisiera.

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