5. Sin escape: solamente suya
Hay algo en los ojos de Giancarlo que la dejan sin aliento. La neblina en sus ojos le dicen que debe mantenerse alejada de él para no mancharlo con sus lágrimas. —No me iré —responde—, lo prometo, me quedaré. Tienes…—y vuelve a tocar su frente y luego su mejilla—, tienes que recuperarte, ¿De acuerdo? —Señorita —la enfermera llama detrás de su espalda—, el señor Mancini debe descansar. Alejarse de él sería como quitarse la tranquilidad para darle paso a la pesadez en los hombro, pero Giancarlo está en una situación crítica y no puede permitirse incomodarle. Asiente a la enfermera y se aleja, como si en vez de apagar el fuego, se estuviera incendiando. Es el peligro de estar cerca de Giancarlo. Angelina retrocede debido a la demanda de la enfermera y no es sólo por ella, sino por Benedetto que vuelve aparecer en la habitación para escoltarla fuera de lugar. Angelina se gira para tratar de verlo, y se encuentra con la nada. Y mientras las puertas se cierran su semblante se congela
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