Me recosté en la silla giratoria en el despacho de mi padre y solté un largo suspiro, acariciando con suavidad la cadenita que hace un tiempo Tanner me había dado. No sé hace cuánto se fue de casa, pues no me he dejado gobernar por la tristeza y he tratado de no pensarlo tanto, pero su presencia me hace muchísima falta. Extraño discutir con él por cualquier cosa, cuando entrenábamos cada atardecer o trazábamos alguna ruta en conjunto, pero más que todo, su compañía. Y, aunque hemos hablado un par de veces, no es lo mismo. Quiero verlo, tenerlo cerca y sentir el aroma de su perfume.A pesar de todo lo malo, de ser conscientes de la vida que llevamos, su compañía me hacía bien. Mi amor por él estaba guardado en una cajita, pero bastó un beso y una confesión para que mis ilusiones despertaran con gran fuerza. Aunque he querido ir a buscarlo, la sed de venganza que corre por mis venas no me permite dejar solos a mis dos hermanos mayores en esta guerra. Ellos me necesitan tanto como yo, pa
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