—No, no, no puede ser que el médico haya dicho eso, eso es mentira, ¡es mentira!— gritaba una y otra vez Ale sin control.—¡YA BASTA!, no soporto una rabieta más, si sigues así te voy a internar en un loquero— sentenció Gerónimo.—¿Le pagaste verdad?, claro— sonreía como una demente— claro que le pagaste, no puedes perder el negocio que tienes entre manos ¿verdad? —Alejandra, voy a tratar de tener un último ápice de paciencia contigo— dijo Gerónimo conteniéndose— yo no contraté a ese médico, ni tan siquiera lo conozco, es de otro pueblo, Rómulo fue el que lo mandó, gracias a el teatro que armaste ayer no quizo confiar en mi, así que es imposible que yo le haya pagado nada.—Y yo te digo que es imposible que ese hombre, porque ya no confío que sea médico haya dicho que todavía sigo siendo virgen porque no lo soy— dijo con plena convicción.—Sal de mi presencia ¡sal!—le señaló la puerta con la mano— sinceramente a mi no me importa lo que seas, eso es problema de Rómulo que va a ser tu
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