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LAS MARÍAS
LAS MARÍAS
Por: Mer Val
1-Bienvenida Ale.

Corría la primera mitad de los años de 1800 (siglo XIX) tiempo de esclavitud, tiempos de maltratos, de matrimonios acordados por los padres tratando de obtener algunas ventajas económicas o posiciones sociales, incluso si tenias suerte ambas cosas. Tiempos en que la última palabra la tenia un hombre y las mujeres eran manejadas por estos como puras marionetas.

Esos eran los tiempos en los que les tocó vivir a las hermanas Valverde, dueñas ( en parte) de la bellísima hacienda Las Marías. Hacienda que tuvo muchos años de esplendor, años que ya habían quedado atrás por el mal manejo de Gerónimo de la Oz, un hombre gordo, barrigón, medio calvo, alcohólico y endeudado hasta el cuello por la adicción además de al alcohol a los juegos de azar, y a las mujeres mestizas.

-¿A qué hora llega la niña?- le preguntó la negra Juliana a María Fernanda, la mayor de las dos hermanas Valverde.

-No sé mima, pero debe ser para mediodía.

Mima Juliana, así le decían las dos porque más que una esclava esta fue como una madre para la difunta mamá de ellas y por supuesto había sido la nana de Fer, como todos le decían y para su hermana María Alejandra, Ale.

-Ya yo estoy preparando su comida preferida- le dijo Juliana a Fer.

-Gracias mima, que sería de nosotras si ti- le dió un beso en la mejilla- y Gerónimo, ¿sabes dónde anda?

-¿Dónde crees?-la miró Juliana- salió desde temprano rumbo al pueblo, ya sabes a que hora llegará y en que condiciones.

-Mejor, así por lo menos tenemos unas horas de tranquilidad, voy a terminar de arreglar el cuarto de mi hermana.

-Y yo voy para la cocina.

Entraron las dos a la casa cada una rumbo a su destino.

Las Marias a pesar de su declive seguía siendo un lugar paradisíaco, se dedicaban a la cría y venta de ganados y a menor escala productos lácteos, era grande, grandísima, tenía alrededor de 8 hectáreas, árboles frutales, una hermosa pradera y pasaba por la propiedad un rio, el cual hacia de la propiedad un lugar perfecto y codiciado por muchos.

La hacienda había sido propiedad de don Antonio Valverde, padre de Fer y Ale, esposo de doña Maria Catalina, la cual enviudó todavía joven y después de ello su padre la casó con Gerónimo por nada más que puro estatus social, cosa que a través de los años le costó carísimo, porque el dueño del ilustre apellido había dilapidado la fortuna que el difunto padre de las muchachas les había dejado.

-¡Llegué! - dijo gritando en plena sala Ale

Salieron corriendo a su encuentro su hermana Fer y por supuesto mima Juliana. Se abrazaron las tres, besos y lágrimas de alegría no faltaron, llevaban 3 años sin verse. Gerónimo la mandó a Europa a un internado al poco tiempo de morir su madre, era una chica rebelde, difícil de manejar, así que la mandó al otro lado del mundo para salir de ella, al menos por un tiempo.

-¡Dios mío mi niña, que linda, que grande!- dijo mima Juliana con lágrimas en los ojos.

-¡Ay mima!, no exageres, estoy igualita, alguna que otra libra de más y el pelo más largo, solo eso. En cambio aquí la señorita comprometida si que ha cambiado mucho- dijo mirando a su hermana y sonriéndole.

-Hoy lo conocerás en persona, aunque te he hablando tanto de él en las cartas que me imagino que ya es como si lo conocieras- le comentó Fer.

-Si, eso mismo te iba a decir, me parece que lo conozco de toda la vida- tomaron asiento y acomodaron sus largos y anchos vestidos.

-¿Cómo va la hacienda con el nuevo capataz?- preguntó Ale a su hermana, durante los 3 años que estuvo fuera de casa su hermana se mantuvo escribiéndole cada vez que podía, así se enteraba de lo que estaba pasando.

-Bien, la verdad que en el año que lleva por aquí las cosas ha mejorado un poco.

-Y estuviera mucho mejor si… ya sabes quien ayudara.- opinó mima Juliana.

-Ese no es más que un estorbo, yo no sé como mamá aceptó casarse con él.- dijo indignada Ale.

-Y desde cuándo nosotras podemos escoger?- habló Fer.

-Y menos con tu abuelo, que en gloria esté- se persignó mima Juliana.

-Bueno, no vamos a perder el tiempo hablando de quien no se lo merece-sentenció Ale, - mejor vamos a dar una vuelta por el rio que estoy loca por eso.

-Eso, vayan a dar un paseo en lo que yo termino el almuerzo.- comentó mima Juliana.

Ambas hermanas se pararon y salieron de la casa rumbo al rio, aunque había que caminar bastante se podía ir a pie. Fer y Ale se parecían aunque Fer era más rubia, como su difunta madre, en cambio Ale era un poco más trigueña como su papá pero ambas tenían los ojos azules de la madre.

-Y el capataz ¿como trata a los muchachos? - le preguntó Ale a su hermana, era la manera con la que ella se refería a los esclavos, no le gustaba decirle así, de hecho si fuera por ella no tuviera ni uno, pero Gerónimo su padrastro tenía autoridad sobre ello.

-¿Diego?, pues la verdad que me he quedado fría de lo bien que los trata, hasta les ha mejorado las condiciones de vida. Incluso, eso le ha traído varios encontronazos con Gerónimo, pero claro, al final siempre cede porque no se puede dar el lujo de perderlo.

-Fer, ¿porqué un hombre como él quizo trabajar para un sujeto como Gerónimo? - pensó en alta voz Ale.

-La verdad es que me he hecho esa pregunta varias veces y no sé.

Ale se quedó un rato ida, como que analizando la idea, pero cuando vió el rio delante de ella todo se le olvidó y se le dibujó una sonrisa inmensa, además de su hermana, mima Juliana y su caballo Diablo, el rio era lo otro que extrañó muchísimo en Europa, el sonido del agua constante fluyendo, los pajaritos que siempre habían cerca y hasta ese olor a tierra húmeda que había ahí.

-¿Nos bañamos?- le preguntó Ale a su hermana como cuando eran niñas.

-¡No, ni loca! Rafael viene para el almuerzo y no voy a recibirlo, como pollo mojado.- le respondió Fer azorada por la ocurrencia de ella.

-Pues, como yo no tengo novio a quien lucirle si me voy a dar un chapuzón.

Se quitó el enorme vestido y las enaguas quedándose solo en bombacha y corpiño y se metió al agua.

-¡Dios!, como extrañaba esto.- dijo sumergiéndose completamente en el agua.

-Yo pensaba que Europa te había curado la locura pero ya veo que no- dijo riéndose Fer.

Ahí se quedaron un rato hasta que ya fue la hora de regresar, el trayecto de retorno lo hicieron hablando, riendo y recordando cosas del pasado.

Antes de entrar a la casa Ale quizo pasar por el establo a ver a su querido Diablo, ya era un caballo adulto, negro como un azabache y muy bien cuidado.

-¿Quién se encarga de él?- preguntó Ale al verlo tan hermoso.

-Diego- le dijo su hermana- desde que llegó aquí se encarga de él.

-Vaya, parece que ese tal Diego es perfecto-dijo acariciando al animal.

-Bueno, al menos las cosas han mejorado desde que está aquí, hay que ser justos.

-Vamos, mañana vengo y lo saco a dar una vuelta- salieron del establo rumbo a la casa- y Diego, ¿dónde está?, que todavía no tengo el placer de conocerlo.

-Fue a comprar ganado, para el fin de semana debe estar de vuelta.

Cuando llegaron a la casa ya Rafael estaba esperándolas.

-Mi amor, ¿llegaste hace rato?- le preguntó Fer.

-No, casi ahora mismo, no te preocupes- le dijo dándole un beso en la mano.

-Mira, este desastre de mujer es mi hermana Alejandra- se rió de su propia ocurrencia.

-Ale, todos me llaman Ale, mucho gusto cuñado.

-Mucho gusto, Fer siempre me habla mucho de tí, es un placer conocerte finalmente.

-Todo listo, pueden pasar a la mesa, ¡ pero muchacha! ¿a ti que te pasó?-dijo asombrada mima Juliana al ver en las condiciones de desaliño con que viró Ale.

-El rio mima el rio- le dijo dándole un beso.- ven, siéntate a comer con nosotros.

-No hija que es eso de sentarme a la mesa con ustedes, quien dijo-contestó apenada Juliana.

-Claro mima Juliana, háganos compañía-le dijo Rafael.

A tanto dar Juliana aceptó y se sentaron los cuatro a comer, estaban pasando un rato muy agradable, entre risas y cuentos.

-Y ustedes, ¿cuando se casan?- preguntó Ale.

-Si fuera por mi ya estuviéremos casados, pero tu hermana no quizo hacerlo sin tu presencia-respondió Rafael.

-Pues entonces ya podemos planificarla porque no tengo intenciones de volver a irme.

-¿Qué tal la semana que viene?

Las tres rieron por la ocurrencia de Rafael

-¿¡Cuantas veces tengo que decir que no quiero a esa negra sentada en mi mesa!?- gritó Gerónimo haciendo aparición borracho, como siempre.

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