5-La fiesta.

Fueron todo el camino de vuelta en silencio, Ale no podía pensar en otra cosa que no fuera el hecho de que había pasado de no quererse casar al tenerse que casar, la vida era así de impredecible, de loca, de irónica.

-¿Y ahora que haremos? -Le preguntó Fer a su hermana ya encerradas en su cuarto.

-Cuando Rafael nos traiga la copia del testamento lo ponemos donde estaba el original, eso es lo primero, no podemos darnos el lujo que el viejo sospeche nada y mañana vamos a ver al abogado que él nos recomendó en el otro pueblo.

-Si, ponemos de excusa que vamos a comprarnos unos chales nuevos para la fiesta. -Dijo Fer

-Buena excusa esa.

-Ale, pero a partir de mañana todo el peso recaerá sobre tus hombros hermana, solo tú podrás salvar esto.

-Lo sé, -dijo Ale poniéndose de pie- lo sé y lo más difícil es que no va a depender solamente de mi, tengo que casarme, pero ¿con quien?

***

La mañana siguiente llegó y ambas estaban listas para salir.

-¿Porqué necesitan más dinero?- les preguntó Gerónimo sentado en la mesa desayunando.

-Porque no tenemos ropa adecuada para el baile del domingo, ahora- dijo Ale- si quieres que vaya vestida de machorra no hay problema- puso cara de quien no le importa nada.

-Eres peor que una garrapata en el culo de una vaca- dijo Gerónimo conteniendo su ira- está bien, les daré más dinero, no quiero que después digan por ahí que andamos de pobres.

-Gerónimo les dio una buena cifra y salieron las dos contentas de la casa.

-Si supiera que está pagándose su propio entierro no anduviera tan dadivoso-dijo Fer riéndose.

El trayecto hacia el otro pueblo era más largo, José como siempre fue el que las llevó. Encontraron el bufete sin contratiempo alguno, entraron, le dijeron al señor lo que necesitaban y quien las había recomendado, el señor ya mayor y muy amable las atendió de mil amores y después de casi una hora sentadas ahi, papeles van papeles vienen, lograron su cometido. Le pagaron al señor sus honorarios y salieron ambas, documento en mano rumbo a una tienda.

-Que opinas ¿te gusta este?- le preguntó Fer a su hermana enseñándole un chal de encaje azul cielo.

-Si, si- con cara de quien no le da mucha importancia al asunto.

-Alejandra, ¿podrías disimular por lo menos que te importa?

-¡Pero si te acabo de decir que está bonito!

-Si, ajá, engáñame que me gusta- le dijo Fer - solo estoy tratando de que vayas a la fiesta muy bonita, recuerda que necesitas encontrar marido- le dijo esto último bajito.

Ale la miró seria y se echó a reír- ¿en la fiesta de los nariz respingadas? ¿ En serio Fernanda?

-Pero quizás no todos sean iguales, a lo mejor va y encuentras al amor de tu vida- le dice Fer toda entusiasmada.

Alejandra la miró asombrada- deja de leer novelitas rosas por favor y acaba de comprar eso mismo, ya este lugar me está dando alergia.

Fernanda compró el chal azul y otras cosas para el pelo de ella y de su hermana, se montaron en el carruaje y fueron directamente al bufete de Rafael.

-Buenas tardes muchachas- dijo Rafael sonriéndoles a ambas- ¿resolvieron algo?

-Si, mira- le dió Alejandra el documento que acababan de hacerle.

-Perfecto- dijo Rafael ojeando lo que tenia en sus manos- perfecto, a partir de ahora eres la dueña absoluta de la hacienda Las Marías.

-Es un peso muy grande el que tengo ahora mismo sobre mis hombros.

-Lo sé cuñada, pero créeme que es la única forma de lograr quitarle el poder de las manos a Gerónimo- le dijo sinceramente Rafael.

-Pues nada, si hay que hacerlo se hace- sentenció Ale- cuñado del alma ¿ por casualidad no tienes por ahí algún tio viejo, gordo y enfermo a dos suspiros de un infarto dispuesto a casarse conmigo?

Rafael la miró y tuvo que echarse a reír sin control- eres demasiado ocurrente cuñada.

Fueron juntos a comer, como ya era costumbre cada vez que iban al pueblo y de ahi de vuelta a la casa, respecto a la copia del testamento Rafael quedó en llevárselas el domingo cuando fuera a recogerlas.

El sábado fue un día tranquilo, Ale hizo su rutina diaria, salió al campo temprano y ayudó en lo que pudo mientras Fer se quedó en casa ayudando a mima Juliana, a ella no le gustaba el campo, era una mujer más bien hogareña, de las típicas de esa época, había salido a su mamá, todo lo contrario de Ale que era el vivo retrato de su padre, sobre todo en el carácter.

-¿¡Pero en serio tengo que ponerme eso!?

-Alejandra, llevamos dos horas hablando de lo mismo- dijo su hermana poniéndose los dedos en el tabique y cerrando los ojos.

Era ya domingo y se estaban vistiendo para la famosa fiesta pero a Ale no le gustaba usar corsé y su hermana estaba encaprichada en que tenía que usarlo.

-Pero es que a mi no me gusta, me ahoga, me…comprime los pensamientos, no me deja pensar-dijo Ale gesticulando dramáticamente.

-Te aprieta las tetas, no el cerebro, deja ya el drama que ahorita Gerónimo nos empieza a gritar.

-¡¿Se puede saber a que hora las marquesas piensan terminar?!- gritó Gerónimo desde afuera.

-Te lo dije- le dijo bajito Fer- ¡ya vamos!- le gritó a Gerónimo.

-Ya llegó tu novio, así que ¡apúrense!- volvió a gritar Gerónimo y se sintieron sus pasos alejándose.

Se acabaron de arreglar y salieron las dos muy emperifolladas. Fernanda llevaba un vestido amarillo pálido con detalles en rosado y un chal rosado eso combinado con collar y aretes de perlas y Alejandra un vestido blanco con detalles en azul y el chal en azul cielo que habían comprado anteriormente he igual que su hermana collar y aretes de perlas.

-Hermosas las dos, valió la pena la espera- le dijo Rafael mientras besaba la mano de su novia.

Gerónimo puso los ojos en blanco.

-Amor, te traje las muestras de las invitaciones de la boda para que escojas la que te guste más- le dijo abriéndole los ojos.

-¡Ahh!, si perfecto, las guardaré en mi cuarto y cuando regrese les hecho un vistazo.

Apresuradamente fue a su cuarto a dejar las supuestas invitaciones.

- Ahora si- dijo de vuelta en la sala- ya podemos irnos.

-¡Al fin!-comentó Gerónimo.

Al rededor de media hora después ya estaban entrando en la casa en cuestión.

—Buenas noches, bienvenidos a mi humilde casa—los recibió en la puerta Rómulo.

—Señorita Valverde, está usted esplendorosa esta noche—le dijo a Ale besando su mano con bastante esmero.

—Gracias señor Garcia.

—¡Oh, no! Por favor, me haría usted un hombre muy feliz si me tratara por mi nombre, yo sé que solo nos hemos visto dos veces contando esta, pero espero que sean las dos primeras de muchas otras— dijo sonriéndole.

—Tiene usted una hermosa casa señor Garcia, felicidades, iré a sentarme para disfrutar de la música, permiso—le dijo Ale y echó a andar cambiándole completamente el rumbo de la conversación.

—Eres cerrera, ¿verdad?— se dijo a si mismo murmurando y mirándola a lo lejos— eso solo hace aumentar mi interés por ti.

La casa de Rómulo era muy grande una de las más grandes del pueblo definitivamente, la sala era inmensa llena de candelabros por doquier, estaba toda la crema ahí reunida, como le había dicho Fer, gente hipócrita que solo les reían las gracias por ser prácticamente el dueño del pueblo, la música era amena, un trío de cuerdas, y mucha, muchísima comida.

—¿Qué le parece la velada señorita Alejandra? —volvió a insistir Rómulo.

—Agradable, no le voy a mentir, al menos la música es buena, me gusta Mozart.

—¿Le gusta?—quizo saber este.

—Si, mucho.

—Me alegro, a mi también me gusta, ya ve—sonrió—acabamos de descubrir que tenemos cosas en común.

Ale solo lo miró y no fue capaz de responderle.

—¿Sabe?—siguió insistiendo este— es usted una mujer especial.

—¿Y eso porqué?

—Porque tiene el refinamiento europeo y la rudeza de nuestros campos— la miró descaradamente— la mayoría de los que están ahora mismo aquí no saben distinguir al violín de la viola, así que ni hablar del autor de la pieza. Pero usted si lo supo.

—No es nada extraordinario saberlo, es un compositor muy escuchado en Europa y estuve allá tres años, la mayoría de las personas que están aquí ahora mismo no han ido ni a la capital del país, la comparación es desigual— le respondió ella tajantemente.

—¿Siempre tiene usted una respuesta para todo señorita Valverde?

—Trato señor Garcia, trato.

La noche se fue rápido al menos la música era buena, no se podía decir lo mismo de la compañía, Rómulo la estuvo acechando toda la noche, una y otra vez trataba de escapársele pero era en vano, terminaba encontrándola, no le caía bien aquel hombre, además de lo que le contó Rafael el primer día que lo vió estaba su instinto que nunca le fallaba. Era un hombre que era mejor tenerlo lejos y al parecer todo indicaba que se estaba encaprichando con ella.

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