Diego esa noche no regresó a la hacienda, no quería estar cerca de Alejandra, esa mujer lo sacaba de sus casillas, lo alteraba, pero también lo excitaba, esa noche que pasaron juntos a la orilla del rio estaba tallada en su cabeza , no podía negarse a si mismo que había disfrutado muchísimo ese encuentro, no era la misma sensación que sentía al estar con Fátima, la verdad es que Fátima era una mujer hermosa, que además sabia como complacer a un hombre en la cama, pero era una mujer muy fácil he interesada, por una chuchería la podías tener acostada en tu cama el día entero, en cambio Alejandra era toda una guerrera y si, se le había entregado pero por motivos diferentes a los que lo hacía Fátima con todas sus conquistas.Salió rumbo a la hacienda al amanecer, tenia cosas que hacer allá desde temprano, además no quería enfrentarse a la inquisidora que solía ser su tía cuando se lo proponía, ya bastante tenía con su propia conciencia que lo estaba torturando a más no poder.Ale tampoco
Diego estaba trabajando pero no ponía asunto a nada de lo que hacía, desde que la había visto por la mañana temprano curando a Paco tuvo el impulso de salir detrás de ella pero se aguantó y ahí estaba horas después, luchando contra esa vocecita que le repetía una y otra vez “ve a buscarla”.No se concentraba, cada vez que hacía algo le salía mal, solo la tenía a ella en la mente, a ella y a las palabras que dijo Paco, “mi niña está triste hoy”—¡Maldición!—gritó cuando no pudo ordeñar una vaca, se paró cerró los ojos, se puso ambas manos en la cabeza y respiró profundo.Tenía que ir por ella, no le quedaba de otra, no sabía que decirle, no sabia como reaccionaría ella cuando lo viera, solo sabia que necesitaba verla. Soltó lo que estaba haciendo y salió rumbo a el establo, no estaba seguro que estuviese ahí pero era un buen lugar para empezar a buscarla.—¡Suéltame!— le gritaba Ale a Rómulo mientras forcejeaba para tratar de sacárselo de encima. —Ahora vas a saber lo que es un hombre
—Y ahora, ¿cual es el próximo paso?— quizo saber Ale.—¿Tienes a alguien en el pueblo que nos pueda ayudar?—Si, Rafael el novio de mi hermana.—Perfecto, quédate aquí voy a buscar a Diablo y nos vamos ahora mismo.Mientras tanto en la casa Gerónimo no paraba de vociferar.—¡ALEJANDRAAA! Donde te escondes puñetera mocosa, ahora si que rebasaste todos los límites .—Gerónimo, que son esos gritos—le preguntó Fer llegando a la sala.—Tu hermanita querida y del alma—ironizó— que no es más que una pu…—¡Cuidadito como hablas de mi hermana!— se le enfrentó Fernanda— no te voy a permitir que digas nada de ella.Gerónimo no le respondió, era la primera vez que Fer le hablaba así, ella por lo general era más dócil que su hermana.—Donde está— preguntó bajando el tono.—No sé, salió desde temprano a curar a Paco y no ha regresado.—No voy a caminar media hacienda para buscarla, total, ya lo hecho, hecho está, así que cuando regrese me avisas— salió rumbo a su cuarto. —Que habrás hecho ahora Ma
Ale sintió una calidez en su cara y eso la hizo despertar, estaban entrando unos rayos de sol por las rendijas que tenía aquella desgastada cortina que cubría la única ventana de aquel cuarto, para su sorpresa había dormido bien, tenía a Diego prácticamente arriba de ella, ella estaba boca arriba y Diego la estaba abrazando, todavía estaba dormido entonces se le quedó mirando fijamente, tuvo que sonreír cuando se acordó que hizo eso mismo la noche que pasaron juntos, le gustaba mirarlo, lo veía hermoso, varonil, hombre.Y si hablamos de hombre no solo se veía así, sino que también se sentía así, estaba Ale sintiendo un bulto pegado a su cadera derecha y ella sabía muy bien de lo que se trataba, tragó en seco de solo recordar la sensación que experimentó aquella noche maldita y bendita a la vez cuando decidió entregársele. —Deja de mirarme así—le dijo Diego sin tan siquiera abrir sus ojos.Ale brincó del susto, no se esperaba que estuviera despierto.—Pensé que estabas dormido.Ale es
Iban los tres en el carruaje rumbo a la iglesia, Ale iba nerviosa, aguantaba un ramito de margaritas blancas que le dió Angélica la ama de llaves de Rafael como si fuera el título de propiedad de su hacienda. Tenía mil preguntas, pero la más importante, la que estaba rondándole una y otra vez en su cabeza era la de ¿cómo iba a ser su vida a partir de que ella y Diego se casaran?, ¿cómo iban a convivir siendo esposos pero no marido y mujer? porque él se lo dejó claro, “tú seguirás tu vida y yo la mía”.—¿Te pasa algo?— le preguntó Fer.—No, nada, solo estoy un poquito nerviosa.— solo eso le dijo a su hermana.Llegaron a la iglesia sin contratiempos Rafael vestido de traje ayudó primero a Fer a bajar que tenía puesto un vestido azul pálido de vuelos muy sencillos y su chal blanco y después ayudó a Ale a la cual su hermana le había llevado un vestido blanco de los que ella se había mandado hacer para el ajuar de su boda y un chal del mismo color con el cual habían improvisado un velo. —
—Siéntate— le indicó Diego a Gerónimo.Todos tomaron asiento.—Eres el dueño del ganado, en eso estamos claros y si te lo llevas la hacienda iría a la ruina porque ahora mismo no hay la suficiente economía para reponer el ganado que te llevarías.No todo el ganado era de Gerónimo, había una parte de Diego pero eso era algo que él no iba a revelar por el momento, era mejor que todos siguieran pensando que todo era de Gerónimo.—Así que—siguió hablando Diego—la propuesta es la siguiente, seguimos usando tu ganado para hacer producir la hacienda y por eso te damos un porcentaje de las ventas.—Pudiera llevarme mi ganado—amenazó Gerónimo. —Pudieras—le respondió Diego con absoluta tranquilidad— pero no lo vas hacer— le sonrió— ¿sabes porqué?, tranquilo, yo mismo te explico. Si te lo llevas tendrás que venderlo porque no tienes lugar para ubicarlo y si, es verdad que te pueden dan un buen monto pero a los dos meses ya no tendrás un medio ni más ganado que vender, en cambio si aceptas mis c
Diego la dejó hacer pero no movió ni un pelo.—Esa niñita como tú le llamas ya me hizo todo lo que a un hombre como yo le gusta.Fátima lo soltó, retrocedió dos pasos y lo miró asombrada—¿entonces fuiste tú? Fuiste tú con el que ella…—Si, soy yo el hombre que la hizo mujer, exclusividad, ¿ te acuerdas de eso?— le sonrió de manera irónica— y ahora por favor déjame seguir mi camino.Fátima se apartó y Diego siguió caminando rumbo a su destino. Ella estaba molesta, no era una mujer acostumbrada a que la rechazaran, todos los hombres caían a sus pies, menos uno, Diego, siempre se lo dijo que lo que tenían no iba a pasar de un revolcón, de una mutua compañía íntima, pero Fátima por esa extraña condición que tienen los seres humanos de gustarle lo prohibido se encaprichó con Diego.Se secó una lágrima que había rodado por su mejilla, más por impotencia que por un alma herida.—¡Ay Diego Ibarra!, que caro te va a costar esto, si depende de mi nunca vas a ser feliz con la mosquita muerta, ¡n
—Si, estoy dispuesta— fue su respuesta tajante. Diego sin dejar de mirarla puso la mano de ella en su miembro erecto, le encantaba como se sentía su tacto.—Eso, lo estás haciendo muy bien, umm— él cerró los ojos para sentirla más.Ella lo seguía tocando delicadamente, solo lo masajeaba adelante y atrás y eso al parecer estaba funcionando porque él se veía extasiado. —¿Te gusta tocarme?—le preguntó él con extrema lujuria.—Me gusta que te guste— se sinceró ellaDiego le quitó su mano para pegarse completamente a ella, le agarró su rostro y empezó a besarla sin control, le succionaba su lengua le mordía su labio —Acuéstate boca arriba.Ella, lo obedeció sin poner peros.—Ahora, esposa mía, te haré conocer el cielo y el infierno a la vez.Le abrió sus piernas, se arrodilló frente a ella y cuando trató de meterse entre ellas, Ale las cerró.—Diego qué… qué vas hacer.—Voy hacer lo que te prometí, voy hacerte gritar y jadear de tanto placer, ábrete para mi, déjame verte.Ale dudó unos