—¡QUIERO EL DIVORCIO! Zahida pasó un trago pesado, cuando el aliento salió un poco débil de su cuerpo, y se mareó al ver que su sangre, aún seguía goteando en esa bolsa. Apretó su mano mirando alrededor de la sala, que era extravagantemente lujosa para ser un hospital, aunque era evidente que, para la casa real, esto no era nada… Así como ella. Apretó los ojos y luego se giró hacia su izquierda, para notar que Adilá, la primera esposa del príncipe de Omán, que a resumidas cuentas era también su esposo, estaba en una siesta, mientras su propia sangre la alimentaba a ella. Zahida apretó su boca y miró su brazo, tenía algunos moretones, porque ella literalmente era la bolsa de sangre de la primera esposa de Samir Al-Saif, y aunque en un principio pensó que tendría un futuro al lado del hombre con la que la casaron, ahora entendía que solo querían matarla al extraerle la última gota de sangre. La puerta de la sala abriéndose la hizo levantar los ojos, y fue Samir, quien entró con un
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