ACANTILADO.
La atmósfera en el salón estaba cargada de anticipación mientras el Emir se encontraba en el centro de la atención de todos. Zahida, a pesar de sus propios temores y dilemas, no pudo evitar observar al hombre que cambiaría la vida de una de las mujeres allí presentes y su imponencia que no pasaba desapercibida.
Zahida notó como el Emir detuvo la música, y se levantó al centro, pero ella rápidamente giró hacia otra mesa en el extremo, donde estaba la reina, la madre de Samir que observaba a todos con una cara bastante larga.
Ella aún se mantenía muy cuidada y había muchas criadas a su alrededor.
Zahida no escuchó mucho las palabras del rey, ahora sus ojos solo podían notar que la aguja, ya había llegado para marcar las nueve, y sus piernas temblaron.
—Como Emir de Omán, es mi deber y honor elegir a una mujer digna para acompañarme en mi reinado y sobre todo, traer más herederos a mi trono…
Tanto Samir como Adilá se observaron, y luego los aplausos inundaron el lugar, cuando el Emir extendió la mano hacia una de las mujeres.
Zahida vio la expresión de su rostro, el Emir no le dio su mano para que la tocara, sino para señalarla y ella supo que era la más hermosa de todas, incluso desde su distancia podía saber que ella era la mejor candidata, y la más espléndida.
—Prepárate… —la voz de Samir hizo que ella volviera a la realidad, y su respiración se agitó enseguida.
—Yo… necesito ir al baño…
—¿Qué? —Samir se giró con el rostro amargo—. ¿De qué estás hablando?
—Creo que voy a vomitarme aquí mismo… —El rostro de Samir se puso asquiento.
—Déjame ir, Samir… haré un espectáculo aquí si comienzo a vomitar… y tú quedarás mal…
—Vete… pero llega pronto.
Zahida se levantó de golpe, y caminó mirando cómo los guardias estaban por todas partes del salón, pero ninguno reparó en ella. Así que siguió la dirección del baño acordado, y se metió con rapidez, para cerrar la puerta detrás de ella.
Recostó su espalda, pero se apresuró a preguntar en un susurro.
—¿Laya?
Laya salió de un momento a otro, y asintió.
—¿Dónde está la ropa?
—Venga… la ayudaré…
—Debemos apresurarnos…
Los dedos de Zahida temblaban igual que las manos de Laya. Ambas trabajaron en silencio, y cuando estaba completamente vestida como una criada, ella se giró hacia los grandes espejos para negar.
—Debo lavarme la cara…
—Si…
Ella se echó el agua en la cara varias veces, restregando todo su maquillaje, y Laya sacó unos toallines para secarla.
—¿Qué pasará ahora?
—Sal… yo lo haré tras de ti…
—Luego buscaré esta ropa…
—Nadie debe encontrarla, Laya…
Laya asintió, y luego Zahida se acercó a ella conteniendo su garganta.
—Después que salga de aquí, no volveremos a decirnos una palabra, tú regresarás a tu lugar de trabajo, y yo… buscaré algún lugar…
—Mi señora… espero que encuentre paz…
Zahida no pudo aguantarlo cuando varias lágrimas se escurrieron de su rostro, y Laya bajó la cabeza.
—No puedo agradecerte lo suficiente por esto, has sido la mejor persona… —susurró Zahida, apretando la mano de su fiel criada.
—Mi señora, merece más que la esclavitud que vive aquí. Vaya y encuentre su libertad… que Alá la guarde, que Alá la proteja… —respondió Laya con ojos llenos de compasión.
—Que así sea…
Laya fue la primera en salir del baño, y Zahida supo que debía hacerlo enseguida también. Pero cuando salió del lugar, ni siquiera un par de ojos consideró mirarla.
Ella caminó a unos metros detrás de Laya, mientras se sintió demasiado extraña, recorrió pasillos enteros, y luego el gran patio del palacio, donde había guardias por cualquier parte, pero cuando giró, ya Laya no estaba por ninguna parte.
Zahida caminó en medio de la guardia, y notó que las grandes rejas y portones se abrían cuando un auto quiso ingresar, y a pasos apresurados, ella caminó casi corriendo, hasta que una fuerte voz le gritó.
—¿A dónde va? Se supone que es del servicio real… usted no puede salir sin un permiso… —Zahida se congeló en el sitio, pero no se giró, ya estaba fuera de las rejas, todo estaba muy iluminado, y frente a ella, no muy lejos se podía ver la costa, y sabía que había una enrome piedra, que llevaba a un acantilado.
Zahida estaba temblando entera, y luego ella se giró.
—Solo voy a respirar un poco… no me siento muy bien… —El guardia frunció el ceño, pero Zahida sabía que debía correr.
En cuestión de un segundo a otro, ella se giró, y comenzó a correr con fuerza.
—Espere… —Zahida escuchó el grito, pero ya era demasiado tarde, ya había atravesado las rejas, y corrió tan fuerte como pudo sabiendo que la seguiría, sin embargo, sus pies se detuvieron y su corazón palpitó tan fuerte cuando resbaló con pequeñas piedras, y se detuvo al ver el vacío que había de esa piedra a la costa.
Ella pasó un trago grueso, mientras sus ojos se nublaron, no iba a poder escapar, y todo iba a ser en vano hasta ahora.
Eso fueron sus pensamientos, hasta que lo escuchó.
—¡¡¡Zahida!!! —Su cuerpo se estremeció entero, y supo que era la voz de Samir.
Había una separación entre ellos, la carretera y esa enorme piedra de donde estaba, la guardia, al menos diez hombres se pusieron al lado de Samir, mientras él les ordenó.
—Tráiganla… —Zahida dio un paso atrás negando, observando como los guardias corrían hacia ella, y cerrando los ojos, ella no tuvo otra acción.
—Espero que hagas justicia, Alá…—Zahida se dejó caer al vacío, y lo último que escuchó, fue al mismo Samir gritar su nombre.
—¡¡¡Zahida!!!
Ella sintió un choque tremendo con el agua, pero sus pensamientos se entenebrecieron, y luego, ya no sintió más su cuerpo…
RENACIENDO... Zahida aspiró el aire como si hubiese estado sin respirar por mucho tiempo, y luego un fuerte olor a sangre invadió sus fosas nasales como si fuese un golpe. Su pecho taladró en sus huesos con fuerzas y no supo por qué le ardían sus pulmones ante la agitación. Ella estaba concentrada en esto, cuando sintió que se retorcía en un dolor en su estómago, más exactamente en su pelvis, como si sus caderas se estuvieran abriendo, y luego sus ojos se abrieron al gritar. —¡Ahhhhhh…! —ella se encorvó y las lágrimas salieron de sus ojos, entretanto parpadeó varias veces, para ver esas imágenes en el techo. Pero había sentido un dolor inimaginable. Y no lo podía creer, estaba nuevamente en el palacio de Al—Alam… —No… —gimió con la boca temblorosa, pero otro golpe de impresión, la traspasó enseguida cuando un médico y muchas personas a su alrededor, desconocidas, la miraron, y una mujer mucho mayor, apretó su mano. Y ella pudo escuchar el llanto de un bebé. —¡Increíble…! Pensé
¿QUÉ CLASE DE PERSONA ERA? Zahida se encontraba inmóvil, con la mente en un torbellino, tratando de asimilar la impactante revelación que le había proporcionado el espejo. Rania, esa mujer que ahora veía en el reflejo, era el nombre que resonaba a su alrededor y en cómo todos la veían. Pero la pregunta que más martirizaba sus pensamientos, era ¿Cuánto tiempo había pasado desde el momento en que había saltado? El bebé en sus brazos era una manera de entender, al menos nueve meses y se agitó con los ojos nublados. Era como si esta mujer hubiese muerto dando a luz, y ella hubiese revivido en su cuerpo. Literalmente era algo como eso. Las criadas, aun temblando por la impresión, limpiaban apresuradamente la habitación, evitando mirar directamente a Zahida. Entre susurros y gestos rápidos, parecían haber decidido mantener distancia. Zahida apretó al bebé como si fuese lo único que la centrara en medio de tanta confusión, porque la imagen del espejo destrozado aún flotaba en su mente,
VISITA FAMILIAR. La habitación estaba impregnada de un silencio denso después de las palabras de la abuela. Zahida luchaba por comprender la magnitud de la situación en la que se encontraba y se preguntaba qué había sucedido en la vida de Rania para merecer tal desprecio y cuestionamiento. Para todo esto, necesitaba encontrar a Laya, ella podía ayudarla… La abuela, con una expresión seria, continuó examinando al bebé como si su presencia no tuviera importancia y después de una pausa, dijo algo que impactó profundamente a Zahida. —Omar… Mi nieto será el futuro rey… Zahida abrió la boca seca, y se aturdió ante esta confesión. —¿Futuro rey…? La abuela deslizó la mirada, como si la humillara con el gesto y negó. —El hecho de que Samir te mire con lujuria, no significa que pongas eso por encima de tu hijo… —Y Zahida quiso vomitar. —No sé a qué se refiere, señora… —Zahida respondió con cautela, tratando de ocultar su confusión. —Por supuesto, no eres tan tonta… tienes al rey, nunca
SERÉ UNA BUENA ESPOSA. La mirada intensa del Emir se posó sobre Zahida, y un silencio incómodo llenó la habitación. La tensión en el aire era palpable, y Zahida podía sentir la presión de todas las miradas dirigidas hacia ella, entonces se mordió el labio inferior, sintiendo la necesidad de explicarse. —Lo siento… no era mi intención gritar… —comenzó Zahida, pero fue interrumpida por la mirada dura de Yassira. —¿Qué estás haciendo, Rania? ¿Cómo te atreves a expulsar a tus propios invitados? —preguntó Yassira, con una mezcla de arrogancia y desprecio. Zahida negó muchas veces, pero el Emir levantó la mano en un gesto para detener cualquier explicación adicional. Su expresión no revelaba ninguna emoción, pero sus ojos oscuros escudriñaban a Zahida con intensidad. —Si Rania quiere que se vayan, deben hacerlo, ella acaba de dar a luz y esta visita solo es un protocolo sin sentido. Zahida inhaló profundamente, sintiendo que, por primera vez en su vida, alguien colocaba su necesidad p
LAYA, SOY YO. Zahida estaba al borde del colapso cuando el Emir quiso besarla, y aunque toda la química de su cuerpo se disparó, ellos fueron interrumpidos por el llanto del bebé que los hizo despegar de inmediato. —Lo siento… —Hakim asintió, observando cada paso de ella, y notando como corría a atender a Omar con una delicadeza extrema. Notó la sonrisa en su boca, y como acarició a su hijo, para mecerlo en sus brazos. —Ya está… estoy aquí… —Hakim frunció su ceño levemente y se acercó a ella con sutileza. —Hoy ya estarás cansada, pero te daré unos días para recuperarte… quiero hacer una cena en tu honor… —Zahida lo miró mientras su corazón palpitaba con fuerza y asintió. —Gracias… El Emir miró a su hijo para acariciarlo, y luego tomó su boca en sus dedos. Se acercó lentamente para depositar un beso seco, y Zahida aspiró todo su aliento. —Descansa… lo necesitas… —ella parpadeó lentamente, viendo cómo él salía de su habitación, y se preguntó por qué no compartían una, juntos. —E
UNA CENA TENSA. —Fue hace un año exactamente… El príncipe solo dijo cosas terribles de usted, que tenía pensamientos suicidas desde hace mucho, y Adilá siempre apoyó su testimonio… Zahida sintió cómo se le amargaba la boca, y negó. —¿Hubo un sepelio? —Laya asintió. —Su padre asistió… —Y en ese momento Zahida se levantó. —Mi padre… —Pero Laya se apresuró a decir. —Siento darle esta noticia, pero él falleció unos meses después… A Zahida se le escurrieron las lágrimas al instante y si no fuera porque su bebé se incomodó de nuevo, ella no dejó de estar en shock. —El príncipe Omar… —Laya dijo en un susurro y Zahida se secó las lágrimas, viendo cómo Laya iba a acunarlo—. Es igual al rey… hermoso… Zahida pasó un trago duro. —Entonces… Esta mujer, Rania… ¿Se embarazó rápidamente? —Fue una sorpresa para todos… La señora Yassira está más irritable que nunca, y se corría el rumor, de que el rey iba a hacerla reina… bueno, a Rania… Zahida abrió los ojos, y miró la puerta. —La madre de
LA HABITACIÓN DEL REY. A pesar de que el Emir literalmente los había corrido, todos se sentaron en silencio en la mesa, mientras la cena era servida, entre tanto Zahida observó a Laya con su bebé, y le sonrió para levantar el rostro hacia el Emir. —Quiero hacerte una petición… —Susurró de forma baja a Hakim, pero en el momento otra persona, ingresó al comedor. Era esa mujer, la primera persona que vio cuando vino a este cuerpo, y que tenía su mano tomada cuando ella había tenido al bebé. Sus ojos se achicaron, y Laya se pegó a ella para decir. —La madre de Rania… Hadara. Y Zahida lo entendió todo. —Lamento la demora… —la mujer dijo sentándose muy cerca de Yassira, y Zahida sonrió hacia ella de manera forzosa, y luego, sintió cómo su mano era entrelazada por el Emir. Cosa que la tomó desprevenida en su totalidad. Sus ojos bajaron a esa mano grande que cubría toda la de ella, y a esa sensación que sacudía su cuerpo entero volvía a hacer que su mente quedara en blanco. —¿Decías?
LA PRIMERA VEZ. La habitación del rey se sumió en un silencio cargado de expectación mientras Zahida desabotonaba su vestido con un temblor que nunca había sentido. Desde su punto, Hakim observaba cada movimiento con una intensidad que la hacía sentir vulnerable. Aunque ella había vivido en el cuerpo de Rania durante esta semana, la realidad de estar sola con el rey, la asaltó de repente. —Eres tan hermosa, Rania —murmuró Hakim con voz gruesa, una voz que le erizó la piel, mientras él avanzaba hacia ella acortando su distancia, con un brillo lascivo en los ojos. Zahida tragó saliva, sintiendo la presión en su pecho. Aunque su apariencia física era la de Rania, su esencia seguía siendo la misma. No sabía cómo manejar la situación, y la angustia se apoderó de ella. —Majestad, yo… —intentó articular sus pensamientos, pero Hakim la interrumpió. —¿Majestad? Zahida parpadeó rápidamente. Su boca literalmente temblaba. —Lo siento, señor… —Rania… ¿Qué es esto? Zahida sintió mucho temo