EL EMIR.
Laya tuvo que pasar el trago.
Y no es que no amara a su ama, ella haría cualquier cosa por sacarla de este palacio, pero sabía perfectamente que Zahida apenas era una niña con muchos miedos, y sin nada de ayuda.
—Mi señora…
—No… de todas formas, voy a morir, y prefiero hacerlo escapando de este lugar.
Laya cerró la boca y la ayudó a levantarse para llevarla a la cama.
La desvistió en silencio y puso una bata larga en su cuerpo, para finalizar cepillando su cabello. Podía ver que habían pasado unos días de cuidado, pero Zahida estaba realmente débil, y ella tenía razón.
Si volvían a hacer otro de esos procedimientos, ella moriría sin duda alguna.
—Mañana, durante el evento del rey, será el mejor momento. Todos estarán ocupados, y la atención estará centrada en la elección de la tercera esposa. Nadie notará mi ausencia hasta que sea demasiado tarde… —susurró Zahida con determinación, mientras miraba fijamente a Laya.
Laya asintió con firmeza, mostrando su lealtad a la joven que había sufrido tanto. Había decidido unirse a Zahida en su escape, dispuesta a enfrentar cualquier consecuencia que pudiera surgir.
—Iré con usted…
Zahida detuvo su mano que la peinaba y negó.
—De ninguna manera… solo me ayudarás a salir, luego dirás que no sabes nada de mí, nunca te llevaría a correr peligros, podrían matarte si se enteran de que me ayudaste…
—Pero mi señora… usted está muy débil… ¿Cómo planea hacerlo? El palacio estará lleno de guardias y personas poderosas.
—Me iré sola de todas formas… solo ayúdame a salir.
Laya parpadeó lento y negó.
—¿Y qué puedo hacer?
Zahida miró fijamente a Laya, con un brillo de determinación en sus ojos.
—Debes buscarme algo de ropa, esconder mi cabello en estos velos y…
—Pero usted debe estar en esa presentación.
—Lo sé… por eso necesito tu ayuda… estarás en un lugar estratégico esperando por mí con las ropas, y me excusaré diciendo que debo ir al baño… puedo alegar que quiero vomitar, Samir me creerá enseguida…
Laya asintió, apenas susurraban en la habitación, pero Zahida sabía que estaba nerviosa.
—Mañana por la mañana, envía a alguien a que te diga que baño estará cerca de la elección, eso está en la otra ala, y solo… así conocerás el camino y pondremos una hora de encuentro… justo cuando el Emir elija, entonces yo me levantaré…
Las dos mujeres comenzaron a idear un plan meticuloso. Decidieron esperar hasta que el evento estuviera en pleno apogeo, cuando la atención de todos estuviera centrada en la ceremonia, y Laya terminó por retirarse, mientras Zahida solo miraba los grandes candelabros lujosos, y unas sábanas que nadie podría disfrutar, pero que eran mil veces más felices que ella.
Ella lloró toda la noche hasta que sus ojos no dieron para más, y a la mañana siguiente, los sirvientes la despertaron, anunciando que debía tomar su desayuno y suplementos.
Laya y ella solo compartían miradas mientras le daban un baño, y Samir, ni mucho menos Adilá aparecieron por su habitación ni pasillos.
Era evidente que el palacio estaba sumido en la celebración, y Zahida pudo ver por las ventanas que la guardia se multiplicó, y los autos de lujo, llegaban a todas horas.
En un momento de la tarde, Zahida se giró para evidenciar que traía un vestido para ella, y varias personas entraron a su habitación con el pretexto de que iban a arreglarla.
Laya se mantuvo muy cerca de ella, y cuando fueron las siete de la noche, entonces Samir entró a la habitación con un traje de gala militar.
Exactamente, era la apariencia que tenía el día de la boda y Zahida no dejó de mirarlo de pies a cabeza.
—En diez minutos, estaré en la sala de espera de esta ala… llega, estaré con Adilá, y de allí vamos al evento…
Zahida pasó un trago y luego asintió.
—¿En qué momento puedo venir de nuevo a mi habitación? No me he sentido muy bien…
—No lo sé… debes esperar…
Samir se retiró prontamente y ella soltó el aire, para mirar a Laya.
—Dime que tienes todo listo…
Ella asintió.
—Llevé la ropa… la puse en un lugar… a las nueve en punto entraré a ese baño, a esperarla…
Zahida asintió, y cuando se levantó, Laya se puso frente a ella.
—Trate de despejar la mente… tal vez…
—No… no hay vuelta atrás Laya… me iré…
Zahida caminó lentamente, pero a paso seguro y llegó a una gran sala que había entre los pasillos. Estaba rodeada de flores naturales, y una pequeña cascada artificial de agua.
No había nadie allí, y tuvo que esperar más de lo acordado cuando notó que Samir venía riendo con Adilá de la mano.
Ambos se pusieron serios al verla, y Zahida supo que se había escogido un mejor vestido para Adilá.
Ella estaba por comenzar a caminar, pero Adilá la frenó.
—Espera… recuérdalo Zahida… debes comportarte… —Zahida observó a Samir que le quitó la mirada, y apretó su agarre con Adilá.
—Se hará tarde… —dijo ella haciéndose la desentendida, mientras Adilá torció los ojos, literalmente adelantándose, y dejándola a ella caminar detrás.
Su corazón latía demasiado fuerte, estaba a solo horas de quedar en la nada, porque ni siquiera tenía un plan si salía del palacio, así que caminó perdida en sus pensamientos, hasta que un agarre la perturbó.
No supo en qué momento pasó el tiempo de la caminata, pero estaban en el salón principal del palacio Al-Alam, y ella casi saltó cuando la mano de Samir se enredó en la de ella.
—No te hagas muchas ilusiones, es solo protocolo… —Le susurró Samir cuando un hombre les dio la bienvenida como gente importante del palacio, pero Zahida no podía negar que su contacto de alguna forma la conmovía.
Parpadeó lentamente, amortiguando sus ojos nublados, y trató de dar su mejor cara, ya que la habían amenazado lo suficiente. Sin embargo, Adilá era el centro de atención entre los tres…
Ellos fueron sentados en una mesa especial, muy cerca del rey, aunque él no había aparecido, y ya eran las ocho. Zahida observó mucha gente importante y rica, y se estremeció cuando la gente aplaudió ante la entrada de unas cinco mujeres, que eran extremadamente hermosas.
Ellas habían pasado por los rituales necesarios y meses de preparación para este día, y Zahida se quedó observando como una era más hermosa que la otra, hasta que el salón quedó en silencio cuando anunciaron la entrada del Emir.
Zahida había visto al Jeque en su boda solo cuando la tela de su vestido la dejaba entre ver, pero él había tenido un asunto importante y se había ausentado.
Lo único que sabía era que era un Emir joven aún de cuarenta años, pero cuando él entró en el momento, ella supo que definitivamente su presencia hacía tambalear a cualquiera.
El Emir estaba vestido de gala en un traje negro, su camiseta también era del mismo color, y tenía un pequeño escudo dorando en su pecho.
Sus cejas y cabello eran pobladas, era castaño más a rubio, y era mucho más alto y corpulento que Samir. Zahida podía jurar que mucho más guapo también.
La gente le hizo reverencia, incluso ella se reverenció ante su presencia, y el acto protocolar comenzó con algunas danzas, y música instrumental en vivo.
Zahida miraba cada rato el gran reloj, pero sus ojos siempre se volvían al rey, y luego a las mujeres que serían elegidas, preguntándose si alguna de ellas, tendría mucha más suerte que ella…
¿Sería el Emir un gran hombre, o tal vez era mucho peor que su hijo?
—Zahida… —ella parpadeó rápidamente mirando a Samir—. Prepárate, porque en cuanto mi padre anuncie su elegida, seremos los primeros en ir a saludarlo…
Zahida asintió lento, miró al Emir desde lejos de nuevo, sabiendo que ese episodio, nunca pasaría…
ACANTILADO. La atmósfera en el salón estaba cargada de anticipación mientras el Emir se encontraba en el centro de la atención de todos. Zahida, a pesar de sus propios temores y dilemas, no pudo evitar observar al hombre que cambiaría la vida de una de las mujeres allí presentes y su imponencia que no pasaba desapercibida. Zahida notó como el Emir detuvo la música, y se levantó al centro, pero ella rápidamente giró hacia otra mesa en el extremo, donde estaba la reina, la madre de Samir que observaba a todos con una cara bastante larga. Ella aún se mantenía muy cuidada y había muchas criadas a su alrededor. Zahida no escuchó mucho las palabras del rey, ahora sus ojos solo podían notar que la aguja, ya había llegado para marcar las nueve, y sus piernas temblaron. —Como Emir de Omán, es mi deber y honor elegir a una mujer digna para acompañarme en mi reinado y sobre todo, traer más herederos a mi trono… Tanto Samir como Adilá se observaron, y luego los aplausos inundaron el lugar,
RENACIENDO... Zahida aspiró el aire como si hubiese estado sin respirar por mucho tiempo, y luego un fuerte olor a sangre invadió sus fosas nasales como si fuese un golpe. Su pecho taladró en sus huesos con fuerzas y no supo por qué le ardían sus pulmones ante la agitación. Ella estaba concentrada en esto, cuando sintió que se retorcía en un dolor en su estómago, más exactamente en su pelvis, como si sus caderas se estuvieran abriendo, y luego sus ojos se abrieron al gritar. —¡Ahhhhhh…! —ella se encorvó y las lágrimas salieron de sus ojos, entretanto parpadeó varias veces, para ver esas imágenes en el techo. Pero había sentido un dolor inimaginable. Y no lo podía creer, estaba nuevamente en el palacio de Al—Alam… —No… —gimió con la boca temblorosa, pero otro golpe de impresión, la traspasó enseguida cuando un médico y muchas personas a su alrededor, desconocidas, la miraron, y una mujer mucho mayor, apretó su mano. Y ella pudo escuchar el llanto de un bebé. —¡Increíble…! Pensé
¿QUÉ CLASE DE PERSONA ERA? Zahida se encontraba inmóvil, con la mente en un torbellino, tratando de asimilar la impactante revelación que le había proporcionado el espejo. Rania, esa mujer que ahora veía en el reflejo, era el nombre que resonaba a su alrededor y en cómo todos la veían. Pero la pregunta que más martirizaba sus pensamientos, era ¿Cuánto tiempo había pasado desde el momento en que había saltado? El bebé en sus brazos era una manera de entender, al menos nueve meses y se agitó con los ojos nublados. Era como si esta mujer hubiese muerto dando a luz, y ella hubiese revivido en su cuerpo. Literalmente era algo como eso. Las criadas, aun temblando por la impresión, limpiaban apresuradamente la habitación, evitando mirar directamente a Zahida. Entre susurros y gestos rápidos, parecían haber decidido mantener distancia. Zahida apretó al bebé como si fuese lo único que la centrara en medio de tanta confusión, porque la imagen del espejo destrozado aún flotaba en su mente,
VISITA FAMILIAR. La habitación estaba impregnada de un silencio denso después de las palabras de la abuela. Zahida luchaba por comprender la magnitud de la situación en la que se encontraba y se preguntaba qué había sucedido en la vida de Rania para merecer tal desprecio y cuestionamiento. Para todo esto, necesitaba encontrar a Laya, ella podía ayudarla… La abuela, con una expresión seria, continuó examinando al bebé como si su presencia no tuviera importancia y después de una pausa, dijo algo que impactó profundamente a Zahida. —Omar… Mi nieto será el futuro rey… Zahida abrió la boca seca, y se aturdió ante esta confesión. —¿Futuro rey…? La abuela deslizó la mirada, como si la humillara con el gesto y negó. —El hecho de que Samir te mire con lujuria, no significa que pongas eso por encima de tu hijo… —Y Zahida quiso vomitar. —No sé a qué se refiere, señora… —Zahida respondió con cautela, tratando de ocultar su confusión. —Por supuesto, no eres tan tonta… tienes al rey, nunca
SERÉ UNA BUENA ESPOSA. La mirada intensa del Emir se posó sobre Zahida, y un silencio incómodo llenó la habitación. La tensión en el aire era palpable, y Zahida podía sentir la presión de todas las miradas dirigidas hacia ella, entonces se mordió el labio inferior, sintiendo la necesidad de explicarse. —Lo siento… no era mi intención gritar… —comenzó Zahida, pero fue interrumpida por la mirada dura de Yassira. —¿Qué estás haciendo, Rania? ¿Cómo te atreves a expulsar a tus propios invitados? —preguntó Yassira, con una mezcla de arrogancia y desprecio. Zahida negó muchas veces, pero el Emir levantó la mano en un gesto para detener cualquier explicación adicional. Su expresión no revelaba ninguna emoción, pero sus ojos oscuros escudriñaban a Zahida con intensidad. —Si Rania quiere que se vayan, deben hacerlo, ella acaba de dar a luz y esta visita solo es un protocolo sin sentido. Zahida inhaló profundamente, sintiendo que, por primera vez en su vida, alguien colocaba su necesidad p
LAYA, SOY YO. Zahida estaba al borde del colapso cuando el Emir quiso besarla, y aunque toda la química de su cuerpo se disparó, ellos fueron interrumpidos por el llanto del bebé que los hizo despegar de inmediato. —Lo siento… —Hakim asintió, observando cada paso de ella, y notando como corría a atender a Omar con una delicadeza extrema. Notó la sonrisa en su boca, y como acarició a su hijo, para mecerlo en sus brazos. —Ya está… estoy aquí… —Hakim frunció su ceño levemente y se acercó a ella con sutileza. —Hoy ya estarás cansada, pero te daré unos días para recuperarte… quiero hacer una cena en tu honor… —Zahida lo miró mientras su corazón palpitaba con fuerza y asintió. —Gracias… El Emir miró a su hijo para acariciarlo, y luego tomó su boca en sus dedos. Se acercó lentamente para depositar un beso seco, y Zahida aspiró todo su aliento. —Descansa… lo necesitas… —ella parpadeó lentamente, viendo cómo él salía de su habitación, y se preguntó por qué no compartían una, juntos. —E
UNA CENA TENSA. —Fue hace un año exactamente… El príncipe solo dijo cosas terribles de usted, que tenía pensamientos suicidas desde hace mucho, y Adilá siempre apoyó su testimonio… Zahida sintió cómo se le amargaba la boca, y negó. —¿Hubo un sepelio? —Laya asintió. —Su padre asistió… —Y en ese momento Zahida se levantó. —Mi padre… —Pero Laya se apresuró a decir. —Siento darle esta noticia, pero él falleció unos meses después… A Zahida se le escurrieron las lágrimas al instante y si no fuera porque su bebé se incomodó de nuevo, ella no dejó de estar en shock. —El príncipe Omar… —Laya dijo en un susurro y Zahida se secó las lágrimas, viendo cómo Laya iba a acunarlo—. Es igual al rey… hermoso… Zahida pasó un trago duro. —Entonces… Esta mujer, Rania… ¿Se embarazó rápidamente? —Fue una sorpresa para todos… La señora Yassira está más irritable que nunca, y se corría el rumor, de que el rey iba a hacerla reina… bueno, a Rania… Zahida abrió los ojos, y miró la puerta. —La madre de
LA HABITACIÓN DEL REY. A pesar de que el Emir literalmente los había corrido, todos se sentaron en silencio en la mesa, mientras la cena era servida, entre tanto Zahida observó a Laya con su bebé, y le sonrió para levantar el rostro hacia el Emir. —Quiero hacerte una petición… —Susurró de forma baja a Hakim, pero en el momento otra persona, ingresó al comedor. Era esa mujer, la primera persona que vio cuando vino a este cuerpo, y que tenía su mano tomada cuando ella había tenido al bebé. Sus ojos se achicaron, y Laya se pegó a ella para decir. —La madre de Rania… Hadara. Y Zahida lo entendió todo. —Lamento la demora… —la mujer dijo sentándose muy cerca de Yassira, y Zahida sonrió hacia ella de manera forzosa, y luego, sintió cómo su mano era entrelazada por el Emir. Cosa que la tomó desprevenida en su totalidad. Sus ojos bajaron a esa mano grande que cubría toda la de ella, y a esa sensación que sacudía su cuerpo entero volvía a hacer que su mente quedara en blanco. —¿Decías?