AYÚDAME A ESCAPAR.
Zahida notó el enorme silencio que se ejecutó en la terraza.
¿Qué iba a hacer si la dejaba libre? Ni siquiera lo sabía, pero ella sería la vergüenza de su familia de por vida, y aunque tenía muchas lágrimas retenidas en sus ojos, ella puso todo de ella por no desmoronarse frente a su esposo.
Samir por fin resopló fríamente y mirándola con ojos serios, negó.
—No pienses en cosas buenas… Porque eso nunca sucederá… ¿O cómo ves los divorcios en nuestra nación? Eso no existe para nosotros, Zahida.
—Pero prefiero ser una deshonra en la vida del que me conozca, que seguir en este infierno…
Samir quitó la mirada de su cara y bajó a sus brazos.
—Se le dio a tu familia una dote jugosa, y tú nunca has pedido nada para ti… ¿Por qué quieres irte ahora? Además… Si te vas, ¿quién será la bolsa de sangre de Adilá?
Zahida tuvo que poner todo de ella para no levantarse y tirar el mantel y la comida en su ropa, pero apretó los puños y tembló de ira.
—Puedes encontrar a alguien más…
—Sabes perfectamente que tu tipo de sangre es muy raro, al igual que Adilá… por eso te elegí. Y… ¿Por qué debería usar la sangre de otra persona si ya está una disponible?
—¿Una? —Zahida dijo como un susurro—. Eres inhumano, Samir…
—Solo no te amo, Zahida, es muy sencillo de entender… ¿Qué pensaste? ¿Qué te casarías conmigo y me enamoraría de ti…? —Samir incluso rio—. Eso no pasaría… deberías dejar de soñar… —Dijo con prepotencia—. De hecho, si quiero llegar a ser rey, no puedo tener más de dos esposas antes de que llegue a ser el Emir de Omán…
—Que Alá cuide a Omán de ti… sería una desgracia…
Y sí, lo que menos pensó Zahida, es que este hombre pasara a la siguiente fase, cuando la abofeteó con fuerza, y todo de la mesa se cayó al suelo en el momento en que él se puso de pie.
—Te maldigo…
Zahida se giró con su cuerpo titilando y se levantó como si lo enfrentara.
—Yo te maldigo miles de veces… nunca serás feliz… nunca podrás… —Samir acortó la distancia y tomó su cuello con fuerza, y la estrelló contra la pared con furia.
Ella trató de luchar con él, pero en sus ojos evidenció que estaba sacado de su naturaleza, ante el enfrentamiento que ella había tenido.
Muchas cosas se cayeron al suelo haciendo un estruendo, y mientras ella luchaba por apartarse las manos, pudo notar que su puerta se abrió, y Adilá apareció abriendo los ojos ante la impresión.
—¡Samir! —Zahida la vio correr hacia su esposo, y tomar sus brazos como si lo halara—. Detente… no la dañes… detente…
Samir parecía estar ciego, y Adilá tuvo que gritar.
—Si ella muere, yo no tendré la posibilidad de recuperarme… por favor, piénsalo… no hagas un escándalo del que tu padre se pueda enterar, Samir… se enojará y te privará de tus derechos de herencia, y lo pagaremos muy caro…
Automáticamente, Samir soltó a Zahida dejándola caer al suelo mientras ella tosió, y Adilá fue enseguida a cerrar la puerta de la habitación mientras su respiración era agitada.
—Por Alá, Samir…
El príncipe se giró y abrazó rápidamente a Adilá, para luego besarla.
—Como se esperaba de la mujer que amo, es muy sensata…
Adilá tomó sus manos y las besó, y luego asintió tomando su rostro.
—Ella debe estar bien para dentro de cuatro días… es nuestra esperanza, Samir… —él afirmó besando sus mejillas con delicadeza, mientras las lágrimas de Zahida, por fin, se escurrieron en su rostro.
—Lo sé, perdona, pero ella me hace sacar lo peor de mí.
Adilá miró a Zahida en el suelo, y llamó a la criada en un grito.
Laya entró rápidamente y abrió los ojos, observando a Zahida tan frágil y derrotada. Ella no se atrevió a mirar a sus amos, pero fue a ayudar a Zahida que se negó.
—No, Laya… déjame… déjame…
—Señora, por favor…
—Mañana es el evento de mi padre, y si no fuese obligatorio, evidentemente no asistirías. Sin embargo, debes hacerlo a mi lado, dile a tu criada que te prepare para la noche… —Y despegándose de Adilá, la apuntó—. Y te lo advierto, Zahida… un error, solo uno, y tu propia familia, junto a ese padre moribundo que tienes, pagará las consecuencias… Nadie se enterará de las transfusiones de sangre, y es mejor que comas por tu propio beneficio, si no quieres quedarte en ese sofá mientras te mueres, y además en el extranjero…
Samir tomó la mano de Adilá y cerró la puerta con fuerza, mientras Zahida lloraba amargamente, entre tanto Laya la abrazaba en el suelo.
—Tranquila señora… por favor, cálmese…
—¿Qué hice, Laya? ¿Qué fue lo que hice para merecer esto? ¡Dime por favor!
A Laya se le escurrieron las lágrimas también, y solo se quedó allí tirada, sobando la cabeza de su ama.
—Alá sabrá, mi señora…
—No, Laya… no… pido Alá que me ayude, porque no quiero seguir con esto… no quiero…
—Él lo hará mi señora, de eso estoy segura… lo hará.
Los minutos pasaron con lentitud esa noche, y Zahida no supo cuánto tiempo se quedaron allí juntas, hasta que sintió su rostro pegajoso con lágrimas secas.
Ella se despegó un poco, y miró a Laya.
—¿Qué evento habrá mañana por la noche? ¿Qué tan importante es Laya?
—El rey elegirá una tercera esposa, mi señora…
Zahida frunció el ceño y negó.
—Pero si solo está la madre de Samir…
—Recuerde que su segunda esposa murió cuando el príncipe tenía cinco años junto con su bebé… y el rey se había negado a elegir a otra, ahora ha anunciado que elegirá a su tercera esposa, aunque hay una gran tensión en el palacio. La reina Yassira no ha estado de buen humor, y los rumores se extienden hasta la cocina. Hay mucho trabajo para mañana en el palacio, porque muchos poderosos se reunirán en este palacio, y la seguridad debe ser minuciosa…
Zahida se quedó mirando al vacío por un momento, pero su mente solo procesó que este era el momento perfecto para escapar.
Entonces rodó sus ojos hacia Laya, y tomó sus manos de forma inmediata.
—Laya, mañana es el momento…
—¿El momento? —Zahida asintió.
—Sí… y tú me ayudarás… Ayúdame a escapar…
EL EMIR. Laya tuvo que pasar el trago. Y no es que no amara a su ama, ella haría cualquier cosa por sacarla de este palacio, pero sabía perfectamente que Zahida apenas era una niña con muchos miedos, y sin nada de ayuda. —Mi señora… —No… de todas formas, voy a morir, y prefiero hacerlo escapando de este lugar. Laya cerró la boca y la ayudó a levantarse para llevarla a la cama. La desvistió en silencio y puso una bata larga en su cuerpo, para finalizar cepillando su cabello. Podía ver que habían pasado unos días de cuidado, pero Zahida estaba realmente débil, y ella tenía razón. Si volvían a hacer otro de esos procedimientos, ella moriría sin duda alguna. —Mañana, durante el evento del rey, será el mejor momento. Todos estarán ocupados, y la atención estará centrada en la elección de la tercera esposa. Nadie notará mi ausencia hasta que sea demasiado tarde… —susurró Zahida con determinación, mientras miraba fijamente a Laya. Laya asintió con firmeza, mostrando su lealtad a la j
ACANTILADO. La atmósfera en el salón estaba cargada de anticipación mientras el Emir se encontraba en el centro de la atención de todos. Zahida, a pesar de sus propios temores y dilemas, no pudo evitar observar al hombre que cambiaría la vida de una de las mujeres allí presentes y su imponencia que no pasaba desapercibida. Zahida notó como el Emir detuvo la música, y se levantó al centro, pero ella rápidamente giró hacia otra mesa en el extremo, donde estaba la reina, la madre de Samir que observaba a todos con una cara bastante larga. Ella aún se mantenía muy cuidada y había muchas criadas a su alrededor. Zahida no escuchó mucho las palabras del rey, ahora sus ojos solo podían notar que la aguja, ya había llegado para marcar las nueve, y sus piernas temblaron. —Como Emir de Omán, es mi deber y honor elegir a una mujer digna para acompañarme en mi reinado y sobre todo, traer más herederos a mi trono… Tanto Samir como Adilá se observaron, y luego los aplausos inundaron el lugar,
RENACIENDO... Zahida aspiró el aire como si hubiese estado sin respirar por mucho tiempo, y luego un fuerte olor a sangre invadió sus fosas nasales como si fuese un golpe. Su pecho taladró en sus huesos con fuerzas y no supo por qué le ardían sus pulmones ante la agitación. Ella estaba concentrada en esto, cuando sintió que se retorcía en un dolor en su estómago, más exactamente en su pelvis, como si sus caderas se estuvieran abriendo, y luego sus ojos se abrieron al gritar. —¡Ahhhhhh…! —ella se encorvó y las lágrimas salieron de sus ojos, entretanto parpadeó varias veces, para ver esas imágenes en el techo. Pero había sentido un dolor inimaginable. Y no lo podía creer, estaba nuevamente en el palacio de Al—Alam… —No… —gimió con la boca temblorosa, pero otro golpe de impresión, la traspasó enseguida cuando un médico y muchas personas a su alrededor, desconocidas, la miraron, y una mujer mucho mayor, apretó su mano. Y ella pudo escuchar el llanto de un bebé. —¡Increíble…! Pensé
¿QUÉ CLASE DE PERSONA ERA? Zahida se encontraba inmóvil, con la mente en un torbellino, tratando de asimilar la impactante revelación que le había proporcionado el espejo. Rania, esa mujer que ahora veía en el reflejo, era el nombre que resonaba a su alrededor y en cómo todos la veían. Pero la pregunta que más martirizaba sus pensamientos, era ¿Cuánto tiempo había pasado desde el momento en que había saltado? El bebé en sus brazos era una manera de entender, al menos nueve meses y se agitó con los ojos nublados. Era como si esta mujer hubiese muerto dando a luz, y ella hubiese revivido en su cuerpo. Literalmente era algo como eso. Las criadas, aun temblando por la impresión, limpiaban apresuradamente la habitación, evitando mirar directamente a Zahida. Entre susurros y gestos rápidos, parecían haber decidido mantener distancia. Zahida apretó al bebé como si fuese lo único que la centrara en medio de tanta confusión, porque la imagen del espejo destrozado aún flotaba en su mente,
VISITA FAMILIAR. La habitación estaba impregnada de un silencio denso después de las palabras de la abuela. Zahida luchaba por comprender la magnitud de la situación en la que se encontraba y se preguntaba qué había sucedido en la vida de Rania para merecer tal desprecio y cuestionamiento. Para todo esto, necesitaba encontrar a Laya, ella podía ayudarla… La abuela, con una expresión seria, continuó examinando al bebé como si su presencia no tuviera importancia y después de una pausa, dijo algo que impactó profundamente a Zahida. —Omar… Mi nieto será el futuro rey… Zahida abrió la boca seca, y se aturdió ante esta confesión. —¿Futuro rey…? La abuela deslizó la mirada, como si la humillara con el gesto y negó. —El hecho de que Samir te mire con lujuria, no significa que pongas eso por encima de tu hijo… —Y Zahida quiso vomitar. —No sé a qué se refiere, señora… —Zahida respondió con cautela, tratando de ocultar su confusión. —Por supuesto, no eres tan tonta… tienes al rey, nunca
SERÉ UNA BUENA ESPOSA. La mirada intensa del Emir se posó sobre Zahida, y un silencio incómodo llenó la habitación. La tensión en el aire era palpable, y Zahida podía sentir la presión de todas las miradas dirigidas hacia ella, entonces se mordió el labio inferior, sintiendo la necesidad de explicarse. —Lo siento… no era mi intención gritar… —comenzó Zahida, pero fue interrumpida por la mirada dura de Yassira. —¿Qué estás haciendo, Rania? ¿Cómo te atreves a expulsar a tus propios invitados? —preguntó Yassira, con una mezcla de arrogancia y desprecio. Zahida negó muchas veces, pero el Emir levantó la mano en un gesto para detener cualquier explicación adicional. Su expresión no revelaba ninguna emoción, pero sus ojos oscuros escudriñaban a Zahida con intensidad. —Si Rania quiere que se vayan, deben hacerlo, ella acaba de dar a luz y esta visita solo es un protocolo sin sentido. Zahida inhaló profundamente, sintiendo que, por primera vez en su vida, alguien colocaba su necesidad p
LAYA, SOY YO. Zahida estaba al borde del colapso cuando el Emir quiso besarla, y aunque toda la química de su cuerpo se disparó, ellos fueron interrumpidos por el llanto del bebé que los hizo despegar de inmediato. —Lo siento… —Hakim asintió, observando cada paso de ella, y notando como corría a atender a Omar con una delicadeza extrema. Notó la sonrisa en su boca, y como acarició a su hijo, para mecerlo en sus brazos. —Ya está… estoy aquí… —Hakim frunció su ceño levemente y se acercó a ella con sutileza. —Hoy ya estarás cansada, pero te daré unos días para recuperarte… quiero hacer una cena en tu honor… —Zahida lo miró mientras su corazón palpitaba con fuerza y asintió. —Gracias… El Emir miró a su hijo para acariciarlo, y luego tomó su boca en sus dedos. Se acercó lentamente para depositar un beso seco, y Zahida aspiró todo su aliento. —Descansa… lo necesitas… —ella parpadeó lentamente, viendo cómo él salía de su habitación, y se preguntó por qué no compartían una, juntos. —E
UNA CENA TENSA. —Fue hace un año exactamente… El príncipe solo dijo cosas terribles de usted, que tenía pensamientos suicidas desde hace mucho, y Adilá siempre apoyó su testimonio… Zahida sintió cómo se le amargaba la boca, y negó. —¿Hubo un sepelio? —Laya asintió. —Su padre asistió… —Y en ese momento Zahida se levantó. —Mi padre… —Pero Laya se apresuró a decir. —Siento darle esta noticia, pero él falleció unos meses después… A Zahida se le escurrieron las lágrimas al instante y si no fuera porque su bebé se incomodó de nuevo, ella no dejó de estar en shock. —El príncipe Omar… —Laya dijo en un susurro y Zahida se secó las lágrimas, viendo cómo Laya iba a acunarlo—. Es igual al rey… hermoso… Zahida pasó un trago duro. —Entonces… Esta mujer, Rania… ¿Se embarazó rápidamente? —Fue una sorpresa para todos… La señora Yassira está más irritable que nunca, y se corría el rumor, de que el rey iba a hacerla reina… bueno, a Rania… Zahida abrió los ojos, y miró la puerta. —La madre de