RENACIENDO...
Zahida aspiró el aire como si hubiese estado sin respirar por mucho tiempo, y luego un fuerte olor a sangre invadió sus fosas nasales como si fuese un golpe.
Su pecho taladró en sus huesos con fuerzas y no supo por qué le ardían sus pulmones ante la agitación. Ella estaba concentrada en esto, cuando sintió que se retorcía en un dolor en su estómago, más exactamente en su pelvis, como si sus caderas se estuvieran abriendo, y luego sus ojos se abrieron al gritar.
—¡Ahhhhhh…! —ella se encorvó y las lágrimas salieron de sus ojos, entretanto parpadeó varias veces, para ver esas imágenes en el techo.
Pero había sentido un dolor inimaginable.
Y no lo podía creer, estaba nuevamente en el palacio de Al—Alam…
—No… —gimió con la boca temblorosa, pero otro golpe de impresión, la traspasó enseguida cuando un médico y muchas personas a su alrededor, desconocidas, la miraron, y una mujer mucho mayor, apretó su mano.
Y ella pudo escuchar el llanto de un bebé.
—¡Increíble…! Pensé que ella no lo había podido resistir… tomé sus signos, fue como si reviviera para pujar por última vez, pensé que la habíamos perdido…
—Ella ha vuelto… mi Rania está aquí… —la mujer mayor repitió y el médico se acercó entregando al bebé a una criada.
—Es un varón… llamen al Emir… límpienlo…
A Zahida le temblaba la boca mientras aquella mujer besó su mano infinidad de veces.
—La misericordia de Alá te trajo a la vida para que nuestro heredero naciera… pensé que te perdía Rania… pensé que estabas muerta… —Aquella mujer mayor lloró un poco, y Zahida no sabía qué estaba pasando.
Su cuerpo estaba empapado en sudor, pero al escuchar el llanto del bebé, la habitación, y todo preparado para un parto, se dio cuenta de que ella era…
¿Quién era?
El médico volvió con un bebé en sus brazos, y lo puso en su pecho.
—Felicidades. Es un varón…
—Llamen al Emir… —alguien dijo, y Zahida solo pudo mirar al pequeño en sus brazos.
Tenía el pecho agitado, incluso sentía las piernas mojadas, y el dolor de alguna forma estaba desapareciendo.
Ella se quedó mirando al pequeño, y no dudó en acariciar su rostro. Era demasiado hermoso.
—Rania… —su rostro se giró de golpe, mientras se preguntó ¿quién era Rania? —. ¿Puedes creerlo?
La mujer hablaba en susurro.
—Has estado tan débil durante tanto tiempo, y cuando te vi cerrar los ojos y perder el conocimiento, pensé que era el fin… —la mujer sonrió de forma extraña y miró al niño—. Seguiremos arrojando nuestro veneno… y seremos las reinas de este palacio, porque eres la madre de…
Las puertas se abrieron enseguida, y a Zahida se le cortó la respiración enseguida.
Porque este era Akim Al amad, el Emir, y el padre de su marido.
El Emir puso los ojos en ella, pero su mirada era algo enojada y Zahida se preguntó qué hacía en este lugar, y si aún seguía en un sueño por causa de caer en el acantilado.
Pero cuando notó que la madre de Samir estaba detrás del rey, ella se tensó de inmediato.
Eran demasiadas casualidades juntas.
—Váyanse todos… —por primera vez Zahida escuchó su voz.
Una voz gruesa, ruda, y algo áspera, que, a pesar de su condición, la hizo estremecer de inmediato.
La mujer a su lado tocó su cabello, y depositó un beso en su frente, hizo una reverencia al Emir, y luego notó como Yassira, la madre de Samir, le dio una mirada larga, como si no creyera lo que estaba viendo.
Así que Zahida quiso mirarse en un espejo de inmediato ante la desesperación de todo lo que estaba sucediendo.
Todos salieron rápido, a excepción del médico que se le hizo una reverencia al rey.
—Señor, tuvimos las complicaciones con su esposa, ella estaba débil como lo sabía, pero parece que ha sucedido un milagro aquí… la señora Rania… es como si hubiese revivido… Alá la ha salvado, y la ha regresado literalmente de la muerte…
El Emir aún tenía el ceño fruncido, y luego asintió.
—Muéstrame al niño… —Zahida pasó un trago ante su frialdad, aun sin soltar una palabra de su boca, y le dio el bebé al médico, observando como el Emir lo tomaba en sus brazos.
Lentamente, depositó un beso en su frente, y le susurró algo que ella no pudo escuchar, solo hasta la última frase.
—Que Alá te proteja… bienvenido al mundo, y a mi reino, hijo… —permaneció unos minutos en silencio con el niño, y luego el bebé comenzó a dar unos gemidos—. Llévalo a la criada para que lo alimente…
Zahida se aceleró un poco, y negó, incluso abrió su boca por primera vez.
—Yo puedo hacerlo… —fueron sus primeras palabras sin saber si esto traspasaba a la realidad o no, pero que el médico, como que el Emir la miraran extrañados, la hicieron sentir aún más perdida—. Yo quisiera…
Entonces el médico miró al rey.
—Sería lo mejor… las criadas pueden ayudarla con la formulación, pero si la señora Rania lo quiere…
El Emir pareció incomodarse con ella, era como si estuviese extrañado de sus palabras y conducta, y Zahida quiso arrancarse el pelo sin saber qué hacer o decir.
—Ordena que las criadas estén a su alrededor, quiero que mi hijo sea bien atendido… —El Emir le entregó el bebé al médico, y luego miró a Zahida—. Que Alá te bendiga por este esfuerzo…
Y así mismo, con esos ojos fríos y carentes de algún afecto, se fue de la habitación.
Zahida soltó el aliento y luego miró sus ropas.
—No se preocupe, llamaré a las criadas y la atenderán… ¿Realmente quiere amamantar al bebé? —el médico insistió.
Zahida asintió sin saber cuál era el dilema, tomó al bebé, y lo puso en su pecho, mientras una cantidad de criadas entraban y el doctor salía dejando unas órdenes específicas.
Zahida arrugó un poco su rostro al poner al bebé en su pecho, pero cuando levantó la mirada, todas y cada una de las criadas, la miraba con impresión.
—¿Qué pasa? —ella preguntó suavemente, y no supo por qué todas brincaron como si le temieran.
—Limpiaremos todo de inmediato, mi señora… no… no se preocupe…
Las mujeres no la miraron más, y Zahida se preguntó qué tanto las espantaba, y no pudo aguantarlo por más tiempo.
—¿Pueden pasarme un espejo de mano, por favor…? —una de las mujeres abrió los ojos con impresión, y al siguiente segundo todas se miraron consternadas entre ellas.
Sin embargo, una se movió rápidamente, tomó un espejo, y no se acercó mucho para dárselo, apenas se lo colocó en la mano y se alejó como si huyera.
Zahida tenía el pulso acelerado, y aunque apretó al bebé contra ella, estaba viendo la sangre en las sábanas, criadas que no eran suyas, y al padre de su marido como evidencia, ella necesitaba ver quién era a través del espejo.
Sin embargo, cuando lo giró de forma lenta, ella no estaba allí…
Delante del espejo estaba aquella hermosa mujer, a la que el Emir, el rey de Omán, había elegido esa noche…
Zahida dejó caer el espejo que se partió en muchos pedazos, y luego trató de aspirar el aire mientras miró al techo.
“La señora Rania… es como si hubiese revivido… Alá la ha salvado, y la ha regresado literalmente de la muerte”
¿QUÉ CLASE DE PERSONA ERA? Zahida se encontraba inmóvil, con la mente en un torbellino, tratando de asimilar la impactante revelación que le había proporcionado el espejo. Rania, esa mujer que ahora veía en el reflejo, era el nombre que resonaba a su alrededor y en cómo todos la veían. Pero la pregunta que más martirizaba sus pensamientos, era ¿Cuánto tiempo había pasado desde el momento en que había saltado? El bebé en sus brazos era una manera de entender, al menos nueve meses y se agitó con los ojos nublados. Era como si esta mujer hubiese muerto dando a luz, y ella hubiese revivido en su cuerpo. Literalmente era algo como eso. Las criadas, aun temblando por la impresión, limpiaban apresuradamente la habitación, evitando mirar directamente a Zahida. Entre susurros y gestos rápidos, parecían haber decidido mantener distancia. Zahida apretó al bebé como si fuese lo único que la centrara en medio de tanta confusión, porque la imagen del espejo destrozado aún flotaba en su mente,
VISITA FAMILIAR. La habitación estaba impregnada de un silencio denso después de las palabras de la abuela. Zahida luchaba por comprender la magnitud de la situación en la que se encontraba y se preguntaba qué había sucedido en la vida de Rania para merecer tal desprecio y cuestionamiento. Para todo esto, necesitaba encontrar a Laya, ella podía ayudarla… La abuela, con una expresión seria, continuó examinando al bebé como si su presencia no tuviera importancia y después de una pausa, dijo algo que impactó profundamente a Zahida. —Omar… Mi nieto será el futuro rey… Zahida abrió la boca seca, y se aturdió ante esta confesión. —¿Futuro rey…? La abuela deslizó la mirada, como si la humillara con el gesto y negó. —El hecho de que Samir te mire con lujuria, no significa que pongas eso por encima de tu hijo… —Y Zahida quiso vomitar. —No sé a qué se refiere, señora… —Zahida respondió con cautela, tratando de ocultar su confusión. —Por supuesto, no eres tan tonta… tienes al rey, nunca
SERÉ UNA BUENA ESPOSA. La mirada intensa del Emir se posó sobre Zahida, y un silencio incómodo llenó la habitación. La tensión en el aire era palpable, y Zahida podía sentir la presión de todas las miradas dirigidas hacia ella, entonces se mordió el labio inferior, sintiendo la necesidad de explicarse. —Lo siento… no era mi intención gritar… —comenzó Zahida, pero fue interrumpida por la mirada dura de Yassira. —¿Qué estás haciendo, Rania? ¿Cómo te atreves a expulsar a tus propios invitados? —preguntó Yassira, con una mezcla de arrogancia y desprecio. Zahida negó muchas veces, pero el Emir levantó la mano en un gesto para detener cualquier explicación adicional. Su expresión no revelaba ninguna emoción, pero sus ojos oscuros escudriñaban a Zahida con intensidad. —Si Rania quiere que se vayan, deben hacerlo, ella acaba de dar a luz y esta visita solo es un protocolo sin sentido. Zahida inhaló profundamente, sintiendo que, por primera vez en su vida, alguien colocaba su necesidad p
LAYA, SOY YO. Zahida estaba al borde del colapso cuando el Emir quiso besarla, y aunque toda la química de su cuerpo se disparó, ellos fueron interrumpidos por el llanto del bebé que los hizo despegar de inmediato. —Lo siento… —Hakim asintió, observando cada paso de ella, y notando como corría a atender a Omar con una delicadeza extrema. Notó la sonrisa en su boca, y como acarició a su hijo, para mecerlo en sus brazos. —Ya está… estoy aquí… —Hakim frunció su ceño levemente y se acercó a ella con sutileza. —Hoy ya estarás cansada, pero te daré unos días para recuperarte… quiero hacer una cena en tu honor… —Zahida lo miró mientras su corazón palpitaba con fuerza y asintió. —Gracias… El Emir miró a su hijo para acariciarlo, y luego tomó su boca en sus dedos. Se acercó lentamente para depositar un beso seco, y Zahida aspiró todo su aliento. —Descansa… lo necesitas… —ella parpadeó lentamente, viendo cómo él salía de su habitación, y se preguntó por qué no compartían una, juntos. —E
UNA CENA TENSA. —Fue hace un año exactamente… El príncipe solo dijo cosas terribles de usted, que tenía pensamientos suicidas desde hace mucho, y Adilá siempre apoyó su testimonio… Zahida sintió cómo se le amargaba la boca, y negó. —¿Hubo un sepelio? —Laya asintió. —Su padre asistió… —Y en ese momento Zahida se levantó. —Mi padre… —Pero Laya se apresuró a decir. —Siento darle esta noticia, pero él falleció unos meses después… A Zahida se le escurrieron las lágrimas al instante y si no fuera porque su bebé se incomodó de nuevo, ella no dejó de estar en shock. —El príncipe Omar… —Laya dijo en un susurro y Zahida se secó las lágrimas, viendo cómo Laya iba a acunarlo—. Es igual al rey… hermoso… Zahida pasó un trago duro. —Entonces… Esta mujer, Rania… ¿Se embarazó rápidamente? —Fue una sorpresa para todos… La señora Yassira está más irritable que nunca, y se corría el rumor, de que el rey iba a hacerla reina… bueno, a Rania… Zahida abrió los ojos, y miró la puerta. —La madre de
LA HABITACIÓN DEL REY. A pesar de que el Emir literalmente los había corrido, todos se sentaron en silencio en la mesa, mientras la cena era servida, entre tanto Zahida observó a Laya con su bebé, y le sonrió para levantar el rostro hacia el Emir. —Quiero hacerte una petición… —Susurró de forma baja a Hakim, pero en el momento otra persona, ingresó al comedor. Era esa mujer, la primera persona que vio cuando vino a este cuerpo, y que tenía su mano tomada cuando ella había tenido al bebé. Sus ojos se achicaron, y Laya se pegó a ella para decir. —La madre de Rania… Hadara. Y Zahida lo entendió todo. —Lamento la demora… —la mujer dijo sentándose muy cerca de Yassira, y Zahida sonrió hacia ella de manera forzosa, y luego, sintió cómo su mano era entrelazada por el Emir. Cosa que la tomó desprevenida en su totalidad. Sus ojos bajaron a esa mano grande que cubría toda la de ella, y a esa sensación que sacudía su cuerpo entero volvía a hacer que su mente quedara en blanco. —¿Decías?
LA PRIMERA VEZ. La habitación del rey se sumió en un silencio cargado de expectación mientras Zahida desabotonaba su vestido con un temblor que nunca había sentido. Desde su punto, Hakim observaba cada movimiento con una intensidad que la hacía sentir vulnerable. Aunque ella había vivido en el cuerpo de Rania durante esta semana, la realidad de estar sola con el rey, la asaltó de repente. —Eres tan hermosa, Rania —murmuró Hakim con voz gruesa, una voz que le erizó la piel, mientras él avanzaba hacia ella acortando su distancia, con un brillo lascivo en los ojos. Zahida tragó saliva, sintiendo la presión en su pecho. Aunque su apariencia física era la de Rania, su esencia seguía siendo la misma. No sabía cómo manejar la situación, y la angustia se apoderó de ella. —Majestad, yo… —intentó articular sus pensamientos, pero Hakim la interrumpió. —¿Majestad? Zahida parpadeó rápidamente. Su boca literalmente temblaba. —Lo siento, señor… —Rania… ¿Qué es esto? Zahida sintió mucho temo
YO YA SOY ESA MUJER. La penumbra de la habitación real se desvanecía lentamente con los primeros rayos de luz del amanecer. Zahida, recostada en la cama, se estiró un poco, y luego se sentó de golpe al ver que ya había amanecido. Pensó en su bebé, o en por qué Laya no la había llamado, pero en su agitación observó a su lado, para darse cuenta de que el rey no estaba en la cama. Ella miró alrededor y puso los pies descalzos en la alfombra hasta encontrar un teléfono inalámbrico para comunicarse rápidamente con alguien que trajera a su bebé y a Laya. Caminó hacia la ventana después de colgar la llamada y visualizó un paisaje del reino que se extendía ante ella. Recordó cómo muchas veces divisó esa misma costa cuando en su oscura habitación lloraba por las noches pensando en su mala suerte y en un hombre que nunca la miró con amor. Sus ojos se cerraron mientras los rayos del sol acariciaban su piel, y recordó cada caricia, y aquellas manos que la tocaron con sutileza, pero con mucha