RENACIENDO COMO LA ESPOSA DEL PADRE DE MI MARIDO
RENACIENDO COMO LA ESPOSA DEL PADRE DE MI MARIDO
Por: Maria Pulido
CAPÍTULO 1

—¡QUIERO EL DIVORCIO!

Zahida pasó un trago pesado, cuando el aliento salió un poco débil de su cuerpo, y se mareó al ver que su sangre, aún seguía goteando en esa bolsa.

Apretó su mano mirando alrededor de la sala, que era extravagantemente lujosa para ser un hospital, aunque era evidente que, para la casa real, esto no era nada…

Así como ella.

Apretó los ojos y luego se giró hacia su izquierda, para notar que Adilá, la primera esposa del príncipe de Omán, que a resumidas cuentas era también su esposo, estaba en una siesta, mientras su propia sangre la alimentaba a ella.

Zahida apretó su boca y miró su brazo, tenía algunos moretones, porque ella literalmente era la bolsa de sangre de la primera esposa de Samir Al-Saif, y aunque en un principio pensó que tendría un futuro al lado del hombre con la que la casaron, ahora entendía que solo querían matarla al extraerle la última gota de sangre.

La puerta de la sala abriéndose la hizo levantar los ojos, y fue Samir, quien entró con un traje gris, y ni siquiera la miró.

Él caminó rumbo hacia Adilá, dándole un beso en los labios frente a ella, cosa que hizo que la mujer se despertara de su siesta.

—Esposo mío… —Samir le sonrió sosteniendo su mejilla, y la acarició lentamente.

—¿Te sientes mejor? —Ella asintió rápidamente.

—Mucho mejor…

Las náuseas golpearon duramente a Zahida en ese momento, y tuvo que interrumpir su momento.

—Samir… —tanto Adilá como él se giraron a ella, pero en sus ojos había molestia.

—¿Cuántas veces te he dicho que no pronuncies mi nombre? —a Zahida le tembló la boca.

—También soy tu esposa…

—Una segunda esposa, y eso no por gusto… —Adilá la reprendió, y a Zahida se le nublaron los ojos.

—De cualquier forma, el deber de un… —Samir acortó la distancia, y casi que pegó su rostro en ella.

—Cállate… aún falta llenar un poco más…

—Es imposible… —Ella casi rogó negando y pegándose al sillón—. Van a matarme de esta forma…

—¿Has olvidado por qué me casé contigo? —Samir sonrió, y a Zahida se le escurrieron las lágrimas.

A pesar de tener veintiún años, Samir era maquiavélico y prepotente, igual que Adilá. Y Zahida no necesitó pasar mucho tiempo con ellos, porque un año había sido suficiente para saber que no eran buenas personas en lo absoluto.

Samir se quitó de su frente, y se agachó para tomar la mano de Adilá.

—Saldremos a Omán en una hora, el médico dice que ya estamos casi terminando…

Adilá asintió, y Samir volvió a mirar a Zahida.

—Lo sabes, ni una palabra de esto en Omán… ni mucho menos en el palacio…

 Zahida apretó la boca, pero estaba demasiado débil para refutar y cerró los ojos cuando sintió otro mareo repentino.

Una hora después arribaron en el avión presidencial, y una azafata la ayudó incluso a ponerse el cinturón cuando fueron a despegar. El sudor de su cuerpo, y el temblor no estaban siendo normal, pero cuando se bajaron en Omán, y un grupo de autos los fue a buscar, ella literalmente sintió que todo se puso borroso en su visión.

Zahida parpadeó varias veces, y luego notó que solo en su habitación, estaba el médico que frecuentaban y Samir hablando rápidamente, pero cuando ella trató de levantarse, no lo consiguió, y su gemido hizo que ambos hombres se giraran.

—Con permiso señor, y por favor, hay que seguir las instrucciones, ella está bastante débil…

Samir asintió haciéndole un ademán que se fuera, y se cruzó de brazos frente a Zahida.

—La servidumbre te traerá algunos suplementos que debes ingerir con tu alimentación…

—Puedo mejorar si no siguen haciendo esto conmigo…

Y Samir sonrió.

—¿Y qué sentido tendría tenerte aquí?

—Por favor entiende, ¡soy tu esposa! Alá…

—¿Esposa? ¿Cuándo te he tocado en este año de matrimonio Zahida?

Ella negó con los labios temblorosos.

—¿Por qué me odias? ¿Qué hice para merecer este trato?

—Deberías saber cómo conseguiste tu puesto, y el que te llamaras mi segunda esposa, Zahida… Lo conseguiste porque tu padre dio un riñón a la mano derecha de mi padre, al que tanto aprecia… pero para mí, eres solo la bolsa de sangre de la persona que amo, y amaré por siempre… Adilá es mi esposa, la única mujer que entrará en mi corazón y en mi cama, y haré todo lo posible, y lo que esté a mi alcance, porque ella esté bien, sana y salva, necesita tu sangre, ella la tendrá, incluso si en el proceso, tú quedes atrás…

Zahida sintió que la rabia carcomía sus venas, y notó como la ira incluso la impulsaron a levantarse esta vez.

Estaba temblorosa y débil, pero ella no dudó en decirlo.

—Diré a todos lo que estás haciendo… hablaré…

Los ojos de Samir se abrieron como platos, y fue evidente que él se tensó en el momento.

—Zahida… no me retes, y confórmate con tu posición…

—¿A costa de mi vida? ¡Que Alá te maldiga!

Samir acortó la distancia en largas zancadas, y luego tomó su cuello para apretarlo.

—A costa de las vidas que sean necesarias, incluso la de tu moribundo padre, y de todo lo poco que tienes en tu miserable vida…

La soltó de golpe, y Zahida solo pudo gritar con la poca fuerza que le quedaba, mientras él estrellaba la puerta.

—¡Quiero el divorcio!

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