—¡Arriba, bella durmiente, arriba!— escuchó que le decían una y otra vez. Amaia gruñó por lo bajo, tenía mucho sueño, no sabía a qué hora se había dormido, pero sabía que había sido a altas horas de la madrugada. Abrió los ojos de mala gana, allí estaba él, mirándola sin expresión alguna, aparentemente recién duchado y vestido con ropa deportiva. —¿No es muy temprano? —Si quieres que las cosas salgan bien, debes madrugar— le dijo tranquilamente. — hoy comienza tu entrenamiento. —No dejas de decir esa palabra y estoy estresada por no saber para qué debo entrenarme— respondió sentándose en la cama. —Para sobrevivir. — dijo tranquilamente, Amiga lo miró estupefacta, esperando que él soltara una carcajada y se burlara de ella por creerle semejante cosa, pero la risa nunca llegó, en su lugar, él la miraba con expresión serena. —¿Qué?, ¿sobrevivir?¿De qué demonios hablas?— preguntó frunciendo el entrecejo— Creo que tengo derecho a saber en qué diablos estoy metida. —Estas meti
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